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gandulfillo

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El survivalismo se encuentra con la contracultura en un nuevo documental apasionante.

por Jesse Walker
Reason Magazine

Traducido por alasbarricadas

En algún lugar del norte del desierto de Nuevo México, un asilvestrado jardinero llamado Robbie está alabando la inespugnabilidad de su hogar. "A la poli no le gusta venir por aquí," dice orgullosamente, "y este lugar está construido por gente abandonada por las autoridades. La gente le dice al gobierno 'Fuck you. Chinga tu madre. No queremos vuestro gobierno, y no nos podeis eschar de aquí.'"

Robbie es un cantante de folk, que se dice a sí mismo "hippie de mediana edad", y es uno más de la rica pléyade de personajes que pueblan Off the Grid, una película que ahora se muestra en el circuito de festivales que comenzará en Nueva York en el Lincoln Center el 16 de agosto. Jeremy y Randy Stulberg, un equipo de hermano y hermana, querían filmar al principio un documental sobre ciudadanos estadounidenses que vivían en el extranjero. Luego descubrieron una tribu de expatriados aquí en casa, que huían del modo de vida americano de una forma que reafirmaba su propia identidad americana. Los Stulbergs les filmaron a ellos, con apasionantes resultados.

En 15 millas cuadradas de tierra abandonada, unos 400 freaks – hippies envejecidos, veteranos desilusionados, adolescentes huidos – se ha construido una comunidad en la que a nadie le importa si fumas hierba, disparas tu rifle todo el día, dejas a tus hijos conducir tu coche, o caminar desnudos bajo el calor del desierto. Es un paisaje de caravanas desvencijadas, chabolas de materiales reciclados, paneles solares, pequeñas granjas, invernaderos y al menos un tipi [NDT. cabaña india norteamericana]. “Donde yo vivo es la última tierra de América que queda,” dice Dreadie Jeff, otro residente de Mesa. "Tú puedes hacer aquí lo que te dé la puta gana."

La cultura local desafía los estereotipos fáciles. "Al entrar en esta comunidad con esta tradicional ideología liberal convencional”, dice Jeremy, “nos dimos cuenta de que todas las ideas preconcebidas eran pura mierda. Esta gente estaba plenamente aplicando los derechos de la Segunda Enmienda, y también estaban en el tema de la legalización de la marihuana. Pero no encajan en esos moldes." Hay un toque de locura en el lugar también. Mama Phyllis, una mujer de Mesa que era una enfermera psiquiátrica ("ya no lo puede hacer," dice, y lo deja ahí sin más), lo llama "el manicomio al aire libre más grande." La filosofía predominante es una mezcla de anarquismo, patriotismo, sabiduría de la Nueva Era, una desconfianza tipo milicia [milicia americana] hacia el estado. Al principio de la película Dreadie Jeff, un veterano de la primera Guerra del Golfo, exclama que su deber militar no era "defender esta tierra, no es defender al pueblo, no es defeder al puto gilipollas del presidente. Mi deber militar es, 'Juro solemnemente defender la Constitución de los Estados Unidos de América de todos sus enemigos, tanto extranjeros como domésticos.'" El “mayor enemigo” de la Constitución," añade, es "este puto gobierno que está ahora mismo en el poder."

El gobierno en cuestión, se mantiene alejado. Casi nadie sabe a quien pertenece la tierra de Mesa -- los Stulbergs oyeron varias explicaciones contradictorias y excluyentes sobre quién es técnicamente el dueño de la tierra - y los ciudadanos del pueblo más cercano, a unas 25 millas, parecen manetenerse alejados de Mesa si éstos se dedican a sus asuntos. Pero las autoridades sobrevuelan con sus helicópteros la zona, buscando cultivadores de marihuana, y si creen que alguien planta hierba enviarán a la policía. Según Dreadie Jeff, no siempre traen órdenes de entrada.

Un enemigo más intimidador pronto emergió también. Al poco tiempo de que llegara el equipo de rodaje, un grupo cultista de adolescentes huídos [los que se escapan de casa] llamados Nowhere Kids [NDT. Los Chicos de Ninguna Parte] se asentaron. "Eran extremistas," recuerda Randy. "Estaban almacenando armas. Tenían X's tatuadas en la cara." Esta nueva ola de anarquía adolescente tampoco sentó muy bien a los demás marginados. "Actúan como un puñado de revolucionarios," gruñe uno, un cuidador de cerdos que participa frecuentemente en las escapadas de los adolescentes. "Odian el sistema, y aún así le echan el guante... a todo lo que pueden tomar”.

No mucho después, los Nowhere Kids estaban robando comida de sus vecinos. "No queremos llamar a la pasma," dice Robbie a los Stulbergs. "Pero tenemos que hacer algo sobre esto. Alguna gente ya tiene armas." La película llega hasta Moonbow, un hombre que no ve contradicción en hablar como un “vigilante” mientras lleva pajarita. "Si no eres buen vecino," dice, "entonces nos juntaremos y te echaremos de aquí."

La retórica sube. Los Nowhere Kids declaran que tienen derecho a tomar lo que les plazca mientras no esté siendo utilizado en ese momento. Rechazan también ser filmados, diciendole a los Stulbergs que les “meterán una bala” en la cabeza si no guardan sus cámaras. Los otros residentes de Mesa comienzan a contar sus balas también. Entonces se reúne un grupo informal de líderes locales para planificar una respuesta a los robos. En este punto, un cínico podría acusar a los anarquistas de Mesa de estar formando un régimen de ellos solos.

Pero entonces sucede una cosa graciosa: Se llega a un desenlace sin disparos, ni baños de sangre, y sin nuevo gobierno. Los residentes del desierto parecen aprobar el principio del vigilantismo -- "no llamamos al 911," [NDT- el teléfono de la policía americana] dice uno, "llamamos al .357" [NDT. un calibre de una pistola Magnum] – pero prefieren tratar el conflicto enviando una delegación de mujeres desarmadas para razonar con los escapados. Los chicos de Nowhere Kids se echan atrás, y así se logra mantener la paz.

Mesa, dice Randy, representa "todo lo que América ama y teme." El amor, en palabras de su hermano, es por "este sentimiento puro de la democracia americana. Incluso aunque estuvieran desilusionados con el gobierno de América, amarían el concepto de América." El miedo reflejaba el potencial constante de la violencia, lo que en un principio llevó a los directores del documental a plantearse ir armados. (Al fin, Jeremy dice, decidieron que “su cámara es la mejor arma”). Es decir, que los mayores enfrentamientos de la película se resolvieron de forma no violenta. A pesar de toda la retórica del miedo, la gente de Mesa no es realmente tan violenta como, digamos, los visitantes del cuerpo anti-droga.

Incluso aunque se fundan distintas subculturas – "es un cruce de caminos," dice Jeremy, "entre el idealismo utópico y un mundo post-apocalíptico" – Mesa también representa una subcultura por sí misma. Al final del documento hay una pista sobre una red mayor oculta en los dobleces del mapa: Uno de los personajes de la película, averiguamos, se ha transladado a una comunidad similar en las Hawaii. "Hay un circuito," dice Randy. "Hay todo un mundo subterráneo." Los miembros de ese mundo varían desde ecologistas relativamente ricos intentando crearle una forma de vida sustentable a la gente más pobre de sitios como Mesa, gente cuyo interés principal no es salir de la realidad tanto como salir del radar. (Algunos tampoco están en realidad. Hay un grupo de residentes de Mesa que viajan regularmente al pueblo, toman los productos de los bancos de comida locales, y distribuyen los bienes entre los vecinos que no son capaces de valerse por sí mismos.)

Pero ya sea la libertad o la ecología la que los guíe, todas estas pequeñas aldeas tienen algo en común, algo que comparten con otras hermandades que van desde monasterios a bandas de motoristas o subculturas suburbanas. Es lo que John Stuart Mill llamaba "experimentos de vida," lo que Robert Nozick describía como "una amplia y diversa gama de comunidades en las que la gente puede entrar si se admitida, irse si quieren, darle forma según sus deseos." Mesa está simplemente al final de un espectro, rechazando casi todos los intentos de imponerle un orden.

No es es único lugar americano que esquiva las reglas formales. Los pescadores de Smith Island en la Bahía de Chesapeake, por ejemplo, han vivido tres siglos sin policía, sin cárceles o impuestos. Pero Mesa no es una intrincada comunidad unida por la historia, la tradición o la fé religiosa. Se da en el extremo de tradición voluntaria americana: una sociedad transitoria de freaks y locos, unidos solo por su deseo de que les dejen en paz. En el desierto, nos dice Dreadie Jeff, "Siento que estoy realmente en América. Hay un sentimiento real de libertad ahí fuera."

Extraido de http://www.alasbarricadas.org/noticias/?q=node/5243

Estado: desconectado

justsayno

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Identificado: 05/04/2005
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Cita de: gandulfillo

"Hay un circuito," dice Randy. "Hay todo un mundo subterráneo."



mas sobre frikis en el desierto:

Black Rock es una ciudad muy especial: solo existe durante una semana al año en el desierto de Nevada... decenas de miles de frikis se reunen en algún lugar en medio del desierto, "la playa", para celebrar el *Burning man* , un festival artístico en el que estan prohibidos los espectadores y en el que básicamente puedes hacer lo que te de la gana siempre que respetes unas pocas normas: nada de mirones, nada de dinero (puedes regalar o compartir pero no comprar ni vender nada) y nada de resíduos (leave no trace) nada salvo emisiones de CO2 claro ;)

La página oficial: http://www.burningman.com, fotos en flickr y la entrada en Wikipedia.es

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Otra ciudad, ésta permanente no una TAZ: Arcosanti, una ciudad de bajo imacto ecológico en el desierto de Arizona... fundada por el arquitecto Paolo Solari
¡enlace erróneo!

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