Bienvenido(a) a Crisis Energética, Anonymous Viernes, 26 Abril 2024 @ 20:23 CEST

¿Innovación o más de lo mismo?

  • Jueves, 24 Mayo 2007 @ 13:43 CEST
  • Autor:
  • Lecturas 4.883
Artículos Alfons Cornella y Sergi Rucabado escriben en la revista electrónica Infonomía el artículo "Re-greening", donde repasan este fenómeno, a caballo entre un nuevo tipo de ecologismo y la visión empresarial tradicional, impulsado ahora por la mediática lucha contra el cambio climático:
Quizás sea porque este ha sido el invierno más cálido en todo el hemisferio norte desde que tenemos un registro científico de los datos, pero, de pronto, el tema de la energía, del medio ambiente, del Planeta como lugar amenazado, se ha puesto de actualidad. Es el tema más "caliente" (siento la broma), el debate fundamental. Pero además son ya muchos los que consideran que en ello se esconde lo que la economía estaba esperando desde el último gran boom, el de 1995 con la explosión de Internet. El re-greening de la economía bien podría ser el Next Big Thing que los inversores estaban esperando.
El artículo transita por los lugares comunes en el tratamiento periodístico estándar de la cuestión medioambiental: la oportunidad que supone para la economía, la esperanza en las energías renovables, el papel de la tecnología, etc. Aunque también menciona los balances energéticos de algunas alternativas y el peligro de colapso civilizatorio que algunos autores como Jared Diamond apuntan.

He escrito una respuesta en la sección de comentarios del artículo, que reproduzco aquí también, dado que algunos caracteres no han sido representados correctamente en la página de Infonomía:

En primer lugar, gracias a los Sr. Cornella y Rucabado por su exposición, tan clara, de lo que opinan respecto al “tema de la energía, del medio ambiente, del planeta como lugar amenazado”. Me interesa muchísimo la opinión de gente que es considerada como innovadora.

Empezaré señalando que este debate “no se ha puesto de actualidad de pronto”. Generalizando, el movimiento ecologista, con mayor o menor fortuna y acierto, existe desde hace más de treinta años, y algunas décadas más si incluimos a intelectuales y científicos que en su momento expresaron su interés por estas cuestiones. Leopold Pfaundler, en su “La economía mundial a la luz de la física”, en 1902, ya se preguntaba por la capacidad de sustentación de la Tierra, el Nóbel de química Frederick Soddy, expresaba su insatisfacción, en 1920, sobre “el olvido sistemático de los economistas clásicos respecto a las cuestiones materiales más básicas”. De estos autores podemos llegar a otros más conocidos como Georgescu-Roegen, Daly, Boulding, y más cerca de nosotros, los trabajos de Martínez Alier, Naredo, Roca, Carpintero, Aguilera Klink y otros.

Leyendo el resto de su artículo, no me extraña la superficialidad con la que tratan el tema, indicada en este caso por la ausencia de otro punto de vista que no sea el tratamiento de este “neoecologismo” desde el punto de vista económico, mejor dicho, economicista. Y es que ya en el segundo párrafo, para ir animando los bolsillos del personal, escriben que “Son cada día más, los millonarios puntocom que se apuntan al greening”, como si esto fuese garantía de algo, la señal que estábamos esperando para bendecir finalmente este “nueva gran cosa” que “los inversores estaban esperando”.

Decir que por una frase en el discurso del estado de la nación, “América es adicta al petróleo”, “las cosas han cambiado fundamentalmente” me parece de una terrible superficialidad, incluso aunque recuerden que algunos “bien informados” ya lo estaban años antes. No fueron años, sino décadas. Lean el discurso de Carter en 1977, el “sweater speech”, y verán que Bush no descubre nada que no fuese dicho por su antecesor, ¡30 años antes!

Cuando hablan de que el “big is beautiful” olvidan una de las características que habría de tener esta supuesta “revolución neogreen”, en lo tocante a la producción energética. Uno de los problemas más graves de la producción energética son las pérdidas por transformación y transporte, y son precisamente los sistemas distribuidos de generación energética los que pueden dar mejores respuestas a estos retos, con el aprovechamiento de la cogeneración, el consumo cercano a la producción, los equipamientos multicombustible, todos ellos de tamaño más pequeño, y sobre todo, cercanos al consumidor (es necesario que el consumidor “vea” los efectos que tiene un mayor consumo).

En referencia a las energías renovables, aunque estas representan nuestra mejor apuesta a medio y largo plazo, hemos de ser realistas con su capacidad, especialmente la de la eólica, prima donna del actual panorama renovable en nuestro país. Incluso en España, que está en el grupo de cabeza a nivel mundial, y pese a que cuenta con rentabilidades económicas superiores al 15%, seguimos sin pasar del 9% del total de la producción eléctrica española. El día histórico para la producción eléctrica de origen eólico en España, (el record es el 19 de marzo, con un 27% de la demanda) fue también un momento puntual, una gota en el océano. Y no es puntual porque no sepamos cómo hacerlo mejor, o porque la tecnología no sea buena, o por la oposición ecologista. No, es puntual porque por mucho que invirtamos en renovables, la voracidad de nuestro consumo es mucho mayor. En un solo año (2006), el aumento de la demanda eléctrica en España ha sido del 2,6%, esto es, se han consumido casi 7.000 GWh más que el anterior. Este aumento “se ha comido” ya, en un solo año, la tercera parte de la generación eléctrica de origen eólico, y para que se vea lo difícil que es avanzar en generación cuando el aumento de la demanda es constante y creciente, basta con comprobar que el aumento de la generación eólica en España (2874,7GWh) es menos de la mitad del aumento del consumo eléctrico (6968,7GWh) durante 2006.

Respecto a subvenciones y penalizaciones, esta claro que en el actual marco las ambas son necesarias. Pero no se ha de cometer el error de desconectar unas cosas de otras. Pese a que el sol y el viento (que no es otra cosa que un efecto de la radiación solar en nuestra atmósfera) son, a efectos prácticos, infinitos y renovables, las estructuras que nos permiten su captación, transformación y transporte, no lo son. Es decir, el viento y el sol son renovables, las placas fotovoltaicas y los molinos de viento no lo son. ¿O acaso piensan que si se penalizan los combustibles fósiles, mejor dicho, si se les deja de subvencionar de manera velada, las estructuras de captación de energías renovables no se verán afectadas por las subidas de precio? Si las factorías han de pagar más por la electricidad de sus fábricas, por el combustible de sus camiones, de los coches de los técnicos, de los equipos de mantenimiento (¡los molinos de viento marinos suelen ser mantenidos desde helicópteros!), ¿acaso no se verán afectadas las energías renovables si penalizamos el consumo de combustibles fósiles o, si como pasa ahora mismo con el petróleo, su precio aumenta debido a la escasez? ¿O es que acaso nos olvidamos que un molino de viento (un Nordex N90, por ejemplo, capaz de generar 2,3MW), supone la utilización de 150 toneladas de acero, 10 toneladas de cobre, 30 toneladas de fibra de vidrio y 1.000 toneladas de hormigón? ¿Ha tenido en cuenta eso Greenpeace en su último informe sobre renovables? Pensar que el aumento de precios o penalización de los combustibles fósiles por sus emisiones no va a provocar un encarecimiento automático de las alternativas es propio de locos, o de economistas.

Mencionan ustedes el balance total energético de los sistemas, y les felicito por ello, pues es el primer paso para conocer la viabilidad real de los sistemas energéticos en el tiempo. Deberíamos estudiar profundamente cómo hemos construido una civilización industrial que en un 83% es dependiente energéticamente de los combustibles fósiles, a los que por claridad deberíamos llamar “energía solar fósil”. Deberíamos seguir estudiando la relación entre la economía y la naturaleza, y descartar el dogma neoclásico que supedita la segunda a la primera. Deberíamos también revisar los conceptos de progreso y de crecimiento, antes de ponernos a pensar en cambiar nuestro sistema energético obsoleto (por agotamiento seguro, más tarde o más temprano, y por el problema de los sumideros de las emisiones).

Energía, ¿para qué? ¿Combustibles limpios para un uso absurdo del coche privado como son las multitudinarias y desesperantes entradas y salidas de las grandes ciudades? ¿Centrales solares y eólicas para una iluminación innecesaria o para alimentar electrodomésticos en stand by? ¿Energía para alimentar el consumo cíclico impulsado por la obsolescencia programada de los objetos de consumo? ¿Realmente podemos considerar sana una economía que crece al 3,5% anual, pero lo hace en base a una dinámica insostenible? ¿Cuando abandonaremos finalmente el “pan para hoy, hambre para mañana”? ¿Por qué todos los planes de lucha contra el cambio climático y la crisis energética ponen como condición “no dañar la economía”? ¿Y si fuese precisamente nuestra economía la responsable de la situación de insostenibilidad en la que nos encontramos ya hoy?

Energía, ¿para cuantos? ¿Sirve de algo que, según datos de la Agencia Internacional de la Energía, el mundo industrializado vaya a aumentar su consumo energético en un 52,6% en 2030, si en el mismo año aún habrá 2.300 millones de personas en el mundo sin acceso a la electricidad? ¿No sería más lógico disminuir el consumo energético y de recursos materiales en los países ricos para permitir un crecimiento material en los países pobres que les acerque a una vida digna?

La cuestión, Sres Cornella y Rucabado, la apuntan ustedes en sus últimos párrafos: ¿es la naturaleza un recurso infinito? Ustedes empiezan su artículo claramente en el campo de los que piensan que sí, cuando pintan el problema como una oportunidad para los negocios. ¿Tan serviles nos hemos vuelto ante el poder económico? ¿Tan desesperados estamos que pensamos que a través del consumo, eso sí, verde y sostenible, vamos a solucionar los problemas ocasionados por el exceso de consumo, por sostener una economía que solo puede existir en un entorno de crecimiento continuo? La razón y la ciencia han desautorizado el “desarrollo sostenible”, le han quitado la careta al “desacople” entre crecimiento económico y uso de recursos: aunque disminuyamos la intensidad energética de nuestras economías, el uso relativo de energía frente al crecimiento del PIB, nuestro consumo, en términos absolutos, ¡no deja de crecer! ¿es esto realmente sostenible?

En mi opinión, este es un problema básicamente cultural, es necesario “poner de moda”, por seguir sus términos, una nueva cultura, una cultura que “desmaterialice la felicidad”, ya que, como sabemos los ricos, después de un cierto umbral de bienestar, “más” no equivale necesariamente a “mejor”. No puede ser que sigamos satisfaciendo nuestras necesidades de una manera tan agresiva con los recursos, y no es de recibo mirar hacia otro lado pensando que la tecnología lo resolverá todo, siempre. Bastante nos has costado librarnos de la sinrazón religiosa como para que ahora sustituyamos a Dios por la tecnología, y todo porque la visión del derrumbe de nuestro sistema socioeconómico sea, sencillamente, insoportable.

El reto es enorme, y necesitamos para ello a toda la sociedad, no podemos permitirnos salir de la dictadura del crecimiento a toda costa a un ecofascismo que de nuevo desde lo alto nos marque el camino. Este cambio o será democrático, o no será. Pero para que exista una democracia de verdad es necesario una mejor información, y una comunicación clara. Y visión. Pero una visión nueva, no una anclada en los dogmas del pasado, innovadores de verdad.

¿Son ustedes de esa clase de innovadores?

Daniel Gómez
Asociación para el Estudio de los Recursos Energéticos
Observatorio de la Crisis Energética y las Alternativas de Sociedad