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Obama y la apuesta nuclear

  • Miércoles, 17 Febrero 2010 @ 18:02 CET
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Ya se ha convertido en un clásico del periodismo nacional español que cada desarrollo de la energía nuclear en el extranjero sea utilizado por los medios más o menos pronucleares para recordarnos que, de nuevo, perdemos el tren del progreso, la modernidad y el crecimiento, recordando que el actual gobierno, el de Rodríguez Zapatero, es el mayor obstáculo al desarrollo de la energía nuclear en nuestro país.

Que el gobierno actual es criticable no es algo que necesite de demasiadas demostraciones. Su política energética es capaz de ponernos en el grupo de cabeza del desarrollo de las energías renovables en nuestro país (aunque es una política compartida con anteriores gobiernos, y que solo parece viable a base de burbujismo renovable), al mismo tiempo que actúa por clientelismo en la defensa del agonizante carbón nacional y con poca transparencia en lo que concierne al alargamiento de la vida de las muy amortizadas y rendibles (tras traspasar incómodas externalidades al contribuyente) centrales nucleares españolas.

Pero vayamos a los hechos recientes. La administración Obama ha anunciado la concesión de un préstamo garantizado por valor de 8.300 millones dólares para la construcción de una nueva central nuclear en Estados Unidos, la primera en más de treinta años. La totalidad de créditos garantizados ascienden a 55.000 millones de dólares, que el gobierno federal considera imprescindible para dar un impulso a la construcción de nuevas centrales.

El origen de este tipo de créditos es la Energy Policy Act de 2005, destinada a "apoyar las iniciativas energéticas limpias que usan tecnologías innovadoras y que impulsan nuevas inversiones en esas tecnologías". Es evidente que se puede discutir que la energía nuclear, con más de cincuenta años de existencia se pueda considerar como "tecnología innovadora", o que sea incluso "limpia" (cuando no está exenta de emisiones de CO2 en su ciclo de vida completo, si bien son menores que otras tecnologías, mientras no se agote el uranio en concentraciones altas, y no se haya encontrado aún una respuesta definitiva a los residuos nucleares).

En un entorno económicamente difícil, no es extraño que las diversas industrias intenten arrimar el ascua a su sardina con la promesa de ayudar a la recuperación económica. Lo que sí debería causar extrañeza, especialmente para los defensores de la energía nuclear como "limpia, barata y segura", es porqué semejante chollo no resulta una inversión atractiva para los inversores y necesita de créditos garantizados para ponerse a andar. Desde algunos sectores estadounidenses, como la Union of Concerned Scientists ya se llama a este programa de garantías como un "salvamento anticipado a costa del contribuyente". Es decir, a diferencia de las entidades financieras salvadas y no castigadas por sus malas prácticas, lo que pretende la industria nuclear es que se le de el dinero por adelantado, por si acaso.

La historia del fiasco económico de la energía nuclear en los Estados Unidos llevó a la revista Forbes en 1985 a calificar dicha industria como "el mayor desastre empresarial de la historia de los negocios". Y es que como resultado del abandono de la construcción de 100 centrales nucleares, los contribuyentes estadounidenses han tenido que pagar 40.000 millones de dólares, mientras que los clientes de las eléctricas han tenido que financiar más de 200.000 millones de dólares por los sobrecostes de las centrales nucleares acabadas pero que sobrepasaron su presupuesto inicial. Y ahí no acaba la cosa, semejante a lo que sucedió en España con los "costes de transición a la competencia", estos mismos clientes han debido compensar 40.000 millones de dólares en concepto de reestructuración de la misma industria.

Con estos antecedentes, y tras un periodo de fuertes subidas en los costes de construcción y financiación, y en el actual ambiente de aversión al riesgo, no es de extrañar que los inversores no quieran ni oír hablar de invertir en nucleares. Ni siquiera la mentira repetida hasta la saciedad de que "cuando sube el petróleo, las nucleares son más rentables" ha servido de algo, porque la verdad es que, tal y como sucedió tras la crisis del petróleo en 1973, cuando sube el petróleo, suben los costes, la economía se resiente, el consumo energético baja, y las nucleares pierden competitividad. De hecho, el informe pronuclear más serio hecho hasta el momento, el del MIT, recibió el año pasado una actualización en la que se constataba que una de las condiciones para hacer realidad su propuesta de triplicar el parque nuclear mundial no solo se cumplía, sino que empeoraba su pronóstico. ¡Y es que los costes de construcción de nuevas centrales se habían incrementado en un 15% anual desde 2003!

En 2002, tanto el Departamento de Energía como la industria nuclear de los EE.UU. habían proyectado los costes de nuevos reactores entre los 1.200 y los 1.500$ /Kw, lo que sugería entre 2.000 y 3.000 millones de dólares por reactor. A finales de 2008, el Departamento de Energía había recibido peticiones para créditos federales garantizados para 21 reactores por un total de 188.000 millones de dólares. Las cuentas son sencillas: se pide una media de 9.000 millones por reactor. No es de extrañar que sin el apoyo del estado no vaya a haber más nucleares en los EE.UU.

Explicado esto, darse un paseo por los titulares y editoriales de los medios de comunicación españoles produce entre risa y ganas de llorar. De entrada, muchos caen en el mismo error de culpar la falta de expansión de la energía nuclear en España a una "moratoria". Si en el caso español la moratoria fue la respuesta de un gobierno, el primer gobierno socialista de Felipe González, a la quiebra técnica de una industria embarcada en un proyecto nuclear sin pies ni cabeza por su excesivo tamaño, en el caso de EE.UU. es más complejo, ya que allí se trata llana y simplemente que cada estado tiene su propia legislación al respecto. Y algunos estados, como California, dejan bien claro que o se asegura la autonomía financiera de las nucleares, o que vayan a buscar el dinero del contribuyente en otro estado.

ABC, en su artículo "Obama anuncia fondos para construir la primera central nuclear en 30 años" repite otro de los mitos nucleares más comunes al afirmar que existe una "moratoria «de facto» impuesta en Estados Unidos sobre la industria nuclear desde el accidente registrado en 1979 en las instalaciones de la Isla de las Tres Millas, en Pensilvania". La realidad es que los pedidos para nuevas centrales nucleares en los EEUU en 1972 eran 35, y todos ellos fueron cancelados un año después, en 1973. Evidentemente no se puede atribuir la moratoria, ni que sea de facto, al accidente de Harrisburg. El mismo error comete el diario digital Factual, en una editorial y una breve nota que prueban que en algunos medios este tipo de noticias se utiliza tan solo como ariete para denostar la política energética del gobierno actual. Y criticar no es malo, siempre que se haga con fundamento, de lo contrario se convierte en carnaza para convencidos.

Algo más "informativa" es la noticia en El Periódico de Catalunya, que alude a "la reticencia de la banca y los inversores privados a respaldar proyectos arriesgados y caros", la incertidumbre de los residuos y a la posible influencia del lobby nuclear estadounidense, que aportó 46 millones de dólares a la campaña de Obama.

En definitiva, se sigue ocultando a la opinión pública la enjundia del verdadero debate nuclear que con tanto celo ocultan sus defensores, que suelen ser los mismos que se autodenominan promotores del libre mercado. Aprovechando la reciente crisis del petróleo (aunque sea un non sequitur como una catedral) o el cambio climático, proponen todo tipo de expansiones nucleares, eso sí, al margen de su venerado mercado: lo que quieren es una "apuesta de estado", pero imagino, sin cambiar la ley que deja fuera al estado de las iniciativas de instalación de potencia eléctrica (la Ley Piqué del sector eléctrico de 1997). Esta última circunstancia guarda no poca dosis de ironía: precisamente el partido más abiertamente pronuclear en España, el Partido Popular, ha sido quién, a través de esa ley, más ha jugado en contra de la construcción de nuevas centrales nucleares en España. ¡Y aún así no pierden la ocasión de defender a esta tecnología como máximo exponente del triunfo del libre mercado y la tecnología! Pero no se apuren, porque de contradicciones todos van servidos: ahí tienen al gobierno de Zapatero doblegándose a las presiones del lobby nuclear español (y a las de sus propios evangelistas nucleares) extendiendo innecesariamente la vida de la central de Garoña.