La crisis nuclear que se viene
- Jueves, 17 Marzo 2011 @ 01:05 CET
- Autor: carlosaga
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Los acontecimientos que se registran en tres plantas nucleares de Japón tras una serie de terremotos y un devastador tsunami, causarán un efecto muy importante sobre toda la industria nuclear del mundo. Aun es muy temprano para saber si el debate que se abrirá no conducirá a un nuevo ostracismo por otros veinte años, como ocurrió después de Chernobyl.
Esta vez no fue el hombre -como en Chernobyl- realizando un experimento prohibido el detonante de los escapes de radiación a la atmósfera, sino la naturaleza geológica de la tierra la que arrasó con instalaciones tanto antiguas (como la unidad 1 de 40 años) como las más modernas.
Más de 200.000 personas debieron ser evacuadas y se despejó un área de 20 kilómetros a la redonda de las plantas afectadas. En los 30 kilómetros siguientes los habitantes tienen prohibido salir de sus casas, utilizar aparatos de acondicionamiento ni abrir ventanas exteriores. En la propia empresa propietaria de las centrales nucleares consideran muy probable la fusión del núcleo de los reactores más comprometidos.
Aunque el "renacimiento" de la energía atómica no tenía la vitalidad que se previó inicialmente, estos sucesos terminarán posiblemente por paralizar muchas decisiones y obligarán a varias naciones a realizar evaluaciones de la situación en que se encuentran sus instalaciones.
La energía nuclear proporcionada por los 436 reactores que hay en funcionamiento en el mundo es el 15% de la energía eléctrica generada. Según los datos de la Organización Internacional de la Energía Atómica (OIEA), hay otros 47 reactores en construcción en el mundo, de los que 27 se encuentran en Asia.
Los accidentes nucleares -que rogamos se controlen rápido- liberan peligrosas sustancias radiactivas en la atmósfera y con el pánico consecuente, dejan una impronta en la opinión pública que ningún gobierno puede soslayar. La crisis para la industria nuclear puede ser más extendida que la que aconteció después de Chernobyl. Por ejemplo, el primer país que ha ordenado una evaluación completa de 20 sus plantas nucleares es la India; también se esperan revisiones de diseño en las seis plantas que tiene en construcción y las 23 proyectadas.
China repasa la seguridad de sus 11 plantas en operación y los 12 reactores en construcción en su territorio continental más otros dos que construye en el territorio autónomo de Taiwán.
Hay también repercusiones en Europa, especialmente en Alemania donde está en juego el futuro de 17 plantas, donde el gobierno resolvió cerrar las plantas nucleares ubicadas en Baviera y Baden-Wurttemberg, en el sur, Hesse y Baja Sajonia, en el oeste, y Schleswig-Holstein, en el norte.
Por primera vez en la historia, la poderosa industria nuclear francesa acusa un golpe, y más poderoso que todas las campañas realizadas por los "verdes" en el pasado.
El comisario europeo de Energía, Günther Oettinger, por su parte, convocó la reunión con carácter preventivo para revisar los niveles de seguridad de las centrales europeas. Al encuentro deberán asistir los ministros de Energía y los directores de todas las plantas nucleares europeas, las compañías que las gestionan, las autoridades nacionales en materia de seguridad y expertos independientes de los Veintisiete.
Ángela Merkel, ha puesto el dedo en la llaga al remarcar que este desastre haya ocurrido "en un país altamente desarrollado, con altos estándares de seguridad", donde las reglas se cumplen, lo que obliga a "sacar las conclusiones oportunas". "Sabemos que nuestras centrales son seguras, pero debemos analizar la situación tras lo ocurrido en Japón", ha añadido Merkel.
En los Estados Unidos, el Presidente Barack Obama estaba acordando un amplio programa nuclear con sus opositores republicanos, y ahora -si bien no se han cancelado- las negociaciones entraron en un paréntesis hasta verificar los alcances de los acontecimientos en Japón.
Los países menos desarrollados, donde las normas de seguridad suelen ser más laxas o de cumplimiento parcial, afrontarán un doble desafío para afrontar las consecuencias del caso japonés.
En nuestra región, es casi seguro que Chile abandone sus ideas de mantener abierta esta opción, lo mismo que Perú y Uruguay. En Venezuela, el plan de instalar una central nuclear nunca sobrepasó el nivel del "discurso" chavista y ya quedó suspendido. México, que ha actualizado Laguna Verde, ha enfriado sus planes, hasta ver cómo termina el incidente japonés ya que su geología también incluye frecuentes movimientos sísmicos.
Habrá que ver qué es lo que ocurrirá en Brasil, donde por ahora hay fuerte expectativa por lo que va sucediendo en Japón.
En Argentina hay planes para extender la vida útil de la usina nuclear de Embalse (Córdoba), pero están empantanadas las negociaciones con AECL, debido al ostensible fracaso de la empresa canadiense para hacer un trabajo similar en su propio país en tiempo y forma.
Atucha II es otra cuestión, seguramente antes de ponerla en marcha, habrá que pensar en actualizar completamente el sistema de control y las protecciones, que tienen un diseño que hoy se podría considerar obsoleto y, a la luz de lo que está ocurriendo en Japón, debería comenzar a pensarse menos en los negocios y más en criterios avanzados de seguridad. Hoy estamos peligrosamente al revés, jugando con fuego.
Debería analizarse la posibilidad de actualizar los sistemas de Atucha I, para la que no se han difundido planes; es una planta muy vieja (sólo 4 años más joven que Fukushima) con un negro pasado de incidentes y muchas falencias tecnológicas sin resolver.
Seguramente, todo lo que acontezca globalmente condicionará las características tecnológicas de la IV y V centrales nucleares argentinas, si es que se logran superar la etapa del discurso político.
Hay algunas conclusiones interesantes, que se pueden extraer de este accidente como de sus predecesores.
En primer lugar, que los órganos nucleares dada la defensa corporativa de sus negocios, en un principio tienden a minimizar la importancia de estos accidentes, impidiendo a las autoridades a tener una respuesta adecuada ante la situación. Así ha sucedido siempre en los Estados Unidos, en Rusia, y ahora en Japón.
Esto ocurre porque la mayoría de estos entes reguladores y de control -como es el caso argentino por ejemplo- dependen económicamente del mantenimiento operativo de la actividad nuclear ya que perciben algún tipo de pago (canon) sobre las plantas que controlan (que suelen ser públicas).
Es decir, si se vieran en la necesidad de cerrar por razones de seguridad una instalación determinada estarían, seguramente, cercenando buena parte de los propios ingresos que sustentan a estas autoridades, a sus profesionales y técnicos. También pondrían en riesgo su futuro ya que reconocer cierto grado de peligrosidad para una instalación, implicaría crear un antecedente "beneficioso" para los "enemigos" de esta tecnología. Así, todo el tratamiento es más laxo como -riesgosamente- ya ocurrió en Argentina durante los múltiples "incidentes" nucleares en Atucha I (a unos 100 kilómetros de Buenos Aires).
También cuenta el hecho de ser funcionarios del Estado, es decir, del Gobierno; porque, cuando existen apremios energéticos, ningún funcionario se anima a crear "un apagón" que podría complicarle la vida a sus jefes que podrían destituirlos. Se tiende a "negociar" el momento y la intensidad de las medidas. Pero esto se hace a riesgo de menoscabar la seguridad de la población. Esto es así.
Estos organismos podrían llegar a ser útiles para el objetivo declarado de controlar (no el real, que es justificar) cuando sean totalmente independientes, política y económicamente.
En segundo lugar, y esto es tecnología "personal", se necesita alguna estructura intermedia independiente entre los organismos nucleares y el poder político que, como no alcanza a comprender la generalmente muy interesada información técnica que le provee la estructura corporativa, suelen ser fácilmente inducidos al error en sus decisiones.
Esto se vio nítidamente en situaciones de escala muy diferente, como en los llamados "incidentes" de Atucha I que afortunadamente no tuvieron grandes consecuencias, como en extremo de Chernobyl donde Mikhail Gobachev -en esta misma publicación- señaló haber sido engañado sobre la gravedad del problema. Un engaño trágico, que demoró la evacuación de la población civil mucho más de lo conveniente.
Finalmente, que existiendo casi 500 reactores en funcionamiento y sabiendo que la irradiación no respeta fronteras, los organismos internacionales como el Organismo Internacional de Energía Atómica, debería organizar una fuerza de tareas para revisar la seguridad de cualquier planta nuclear, lo mismo en reunir científicos, técnicos y equipamiento internacionales para apoyar rápidamente en caso de presentarse alguna emergencia.
Los efectos de un accidente nuclear no reconocen fronteras y pueden afectar a varias naciones simultáneamente tengan o no instalaciones nucleares; tengan o no personal capacitado en estos temas.
Finalmente, en términos generales, estos lamentables sucesos -que recién comienzan- seguramente traerán mayor impulso para las energías renovables y, en cuanto a la provisión energética "en base" se verá también fortalecido un fósil, el carbón, en su versión tecnológica más avanzada que limita bastante la emisión de gases de invernadero.
Los países que tienen centrales nucleares o grandes represas hidroeléctricas -que también pueden causar gravísimos estragos- deben asumir que tienen obligaciones extraordinarias ante su propia comunidad como en el plano internacional, que no pueden manejarse de forma ordinaria.
No todos están a esa altura.
Esta vez no fue el hombre -como en Chernobyl- realizando un experimento prohibido el detonante de los escapes de radiación a la atmósfera, sino la naturaleza geológica de la tierra la que arrasó con instalaciones tanto antiguas (como la unidad 1 de 40 años) como las más modernas.
Más de 200.000 personas debieron ser evacuadas y se despejó un área de 20 kilómetros a la redonda de las plantas afectadas. En los 30 kilómetros siguientes los habitantes tienen prohibido salir de sus casas, utilizar aparatos de acondicionamiento ni abrir ventanas exteriores. En la propia empresa propietaria de las centrales nucleares consideran muy probable la fusión del núcleo de los reactores más comprometidos.
Aunque el "renacimiento" de la energía atómica no tenía la vitalidad que se previó inicialmente, estos sucesos terminarán posiblemente por paralizar muchas decisiones y obligarán a varias naciones a realizar evaluaciones de la situación en que se encuentran sus instalaciones.
La energía nuclear proporcionada por los 436 reactores que hay en funcionamiento en el mundo es el 15% de la energía eléctrica generada. Según los datos de la Organización Internacional de la Energía Atómica (OIEA), hay otros 47 reactores en construcción en el mundo, de los que 27 se encuentran en Asia.
Los accidentes nucleares -que rogamos se controlen rápido- liberan peligrosas sustancias radiactivas en la atmósfera y con el pánico consecuente, dejan una impronta en la opinión pública que ningún gobierno puede soslayar. La crisis para la industria nuclear puede ser más extendida que la que aconteció después de Chernobyl. Por ejemplo, el primer país que ha ordenado una evaluación completa de 20 sus plantas nucleares es la India; también se esperan revisiones de diseño en las seis plantas que tiene en construcción y las 23 proyectadas.
China repasa la seguridad de sus 11 plantas en operación y los 12 reactores en construcción en su territorio continental más otros dos que construye en el territorio autónomo de Taiwán.
Hay también repercusiones en Europa, especialmente en Alemania donde está en juego el futuro de 17 plantas, donde el gobierno resolvió cerrar las plantas nucleares ubicadas en Baviera y Baden-Wurttemberg, en el sur, Hesse y Baja Sajonia, en el oeste, y Schleswig-Holstein, en el norte.
Por primera vez en la historia, la poderosa industria nuclear francesa acusa un golpe, y más poderoso que todas las campañas realizadas por los "verdes" en el pasado.
El comisario europeo de Energía, Günther Oettinger, por su parte, convocó la reunión con carácter preventivo para revisar los niveles de seguridad de las centrales europeas. Al encuentro deberán asistir los ministros de Energía y los directores de todas las plantas nucleares europeas, las compañías que las gestionan, las autoridades nacionales en materia de seguridad y expertos independientes de los Veintisiete.
Ángela Merkel, ha puesto el dedo en la llaga al remarcar que este desastre haya ocurrido "en un país altamente desarrollado, con altos estándares de seguridad", donde las reglas se cumplen, lo que obliga a "sacar las conclusiones oportunas". "Sabemos que nuestras centrales son seguras, pero debemos analizar la situación tras lo ocurrido en Japón", ha añadido Merkel.
En los Estados Unidos, el Presidente Barack Obama estaba acordando un amplio programa nuclear con sus opositores republicanos, y ahora -si bien no se han cancelado- las negociaciones entraron en un paréntesis hasta verificar los alcances de los acontecimientos en Japón.
Los países menos desarrollados, donde las normas de seguridad suelen ser más laxas o de cumplimiento parcial, afrontarán un doble desafío para afrontar las consecuencias del caso japonés.
En nuestra región, es casi seguro que Chile abandone sus ideas de mantener abierta esta opción, lo mismo que Perú y Uruguay. En Venezuela, el plan de instalar una central nuclear nunca sobrepasó el nivel del "discurso" chavista y ya quedó suspendido. México, que ha actualizado Laguna Verde, ha enfriado sus planes, hasta ver cómo termina el incidente japonés ya que su geología también incluye frecuentes movimientos sísmicos.
Habrá que ver qué es lo que ocurrirá en Brasil, donde por ahora hay fuerte expectativa por lo que va sucediendo en Japón.
En Argentina hay planes para extender la vida útil de la usina nuclear de Embalse (Córdoba), pero están empantanadas las negociaciones con AECL, debido al ostensible fracaso de la empresa canadiense para hacer un trabajo similar en su propio país en tiempo y forma.
Atucha II es otra cuestión, seguramente antes de ponerla en marcha, habrá que pensar en actualizar completamente el sistema de control y las protecciones, que tienen un diseño que hoy se podría considerar obsoleto y, a la luz de lo que está ocurriendo en Japón, debería comenzar a pensarse menos en los negocios y más en criterios avanzados de seguridad. Hoy estamos peligrosamente al revés, jugando con fuego.
Debería analizarse la posibilidad de actualizar los sistemas de Atucha I, para la que no se han difundido planes; es una planta muy vieja (sólo 4 años más joven que Fukushima) con un negro pasado de incidentes y muchas falencias tecnológicas sin resolver.
Seguramente, todo lo que acontezca globalmente condicionará las características tecnológicas de la IV y V centrales nucleares argentinas, si es que se logran superar la etapa del discurso político.
Hay algunas conclusiones interesantes, que se pueden extraer de este accidente como de sus predecesores.
En primer lugar, que los órganos nucleares dada la defensa corporativa de sus negocios, en un principio tienden a minimizar la importancia de estos accidentes, impidiendo a las autoridades a tener una respuesta adecuada ante la situación. Así ha sucedido siempre en los Estados Unidos, en Rusia, y ahora en Japón.
Esto ocurre porque la mayoría de estos entes reguladores y de control -como es el caso argentino por ejemplo- dependen económicamente del mantenimiento operativo de la actividad nuclear ya que perciben algún tipo de pago (canon) sobre las plantas que controlan (que suelen ser públicas).
Es decir, si se vieran en la necesidad de cerrar por razones de seguridad una instalación determinada estarían, seguramente, cercenando buena parte de los propios ingresos que sustentan a estas autoridades, a sus profesionales y técnicos. También pondrían en riesgo su futuro ya que reconocer cierto grado de peligrosidad para una instalación, implicaría crear un antecedente "beneficioso" para los "enemigos" de esta tecnología. Así, todo el tratamiento es más laxo como -riesgosamente- ya ocurrió en Argentina durante los múltiples "incidentes" nucleares en Atucha I (a unos 100 kilómetros de Buenos Aires).
También cuenta el hecho de ser funcionarios del Estado, es decir, del Gobierno; porque, cuando existen apremios energéticos, ningún funcionario se anima a crear "un apagón" que podría complicarle la vida a sus jefes que podrían destituirlos. Se tiende a "negociar" el momento y la intensidad de las medidas. Pero esto se hace a riesgo de menoscabar la seguridad de la población. Esto es así.
Estos organismos podrían llegar a ser útiles para el objetivo declarado de controlar (no el real, que es justificar) cuando sean totalmente independientes, política y económicamente.
En segundo lugar, y esto es tecnología "personal", se necesita alguna estructura intermedia independiente entre los organismos nucleares y el poder político que, como no alcanza a comprender la generalmente muy interesada información técnica que le provee la estructura corporativa, suelen ser fácilmente inducidos al error en sus decisiones.
Esto se vio nítidamente en situaciones de escala muy diferente, como en los llamados "incidentes" de Atucha I que afortunadamente no tuvieron grandes consecuencias, como en extremo de Chernobyl donde Mikhail Gobachev -en esta misma publicación- señaló haber sido engañado sobre la gravedad del problema. Un engaño trágico, que demoró la evacuación de la población civil mucho más de lo conveniente.
Finalmente, que existiendo casi 500 reactores en funcionamiento y sabiendo que la irradiación no respeta fronteras, los organismos internacionales como el Organismo Internacional de Energía Atómica, debería organizar una fuerza de tareas para revisar la seguridad de cualquier planta nuclear, lo mismo en reunir científicos, técnicos y equipamiento internacionales para apoyar rápidamente en caso de presentarse alguna emergencia.
Los efectos de un accidente nuclear no reconocen fronteras y pueden afectar a varias naciones simultáneamente tengan o no instalaciones nucleares; tengan o no personal capacitado en estos temas.
Finalmente, en términos generales, estos lamentables sucesos -que recién comienzan- seguramente traerán mayor impulso para las energías renovables y, en cuanto a la provisión energética "en base" se verá también fortalecido un fósil, el carbón, en su versión tecnológica más avanzada que limita bastante la emisión de gases de invernadero.
Los países que tienen centrales nucleares o grandes represas hidroeléctricas -que también pueden causar gravísimos estragos- deben asumir que tienen obligaciones extraordinarias ante su propia comunidad como en el plano internacional, que no pueden manejarse de forma ordinaria.
No todos están a esa altura.