“Violencia sectaria” y recursos energéticos
- Jueves, 21 Diciembre 2006 @ 13:57 CET
- Autor: PPP
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Desde la invasión de Irak se ha generalizado en los medios occidentales de difusión que el problema de la “violencia sectaria” afecta a la región (se habla poco de la “violencia invasora”, por ejemplo, de los ejércitos ajenos a la zona o ejércitos de ocupación).
Así, cala en las mentes occidentales la idea de que las víctimas inocentes, los ciudadanos comunes iraquíes, por ejemplo, sean sunnitas, chiitas, cristianos ortodoxos, católicos caldeos o adoradores del diablo –yazidíes- o bien por etnias, árabes, kurdos, turcomanos, sirios –asirios- o armenios, son así de brutos por naturaleza y que los “aliados” estamos allí intentando “aliviar” esa catástrofe de enfrentamientos sectarios. Claro, “ellos” son siempre una “secta” y peligrosa, sea religiosa o étnica y nosotros, pueblos avanzados y civilizados que pretendemos llevar allí la democracia y no se dejan.
Nada más lejos de la realidad. Occidente está allí para expoliar lo que queda de petróleo: el 70% de las reservas mundiales restantes y el 90% de la capacidad exportadora mundial de la próxima década. Pero insisten en la falsa realidad de la “violencia sectaria” en la zona, que nos “obliga” a seguir allí, pacificando a esos salvajes, que se matan entre sí, como se ve todos los días en los mercados de Bagdad, aunque se callen que un tal John Negroponte ha sido designado embajador en Bagdad. Este señor, que también ha tenido un cargo como director nacional de la Inteligencia de los EE.UU., ostenta un siniestro registro de intervenciones sangrientas en Latinoamérica. Allá donde fue nombrado responsable en al´gun lugar latinoamericano y fueron bastantes, florecieron como por encanto las violaciones masivas de derechos, los escuadrones de la muerte y las desapariciones. Su llegada a la capital iraquí como embajador del país invasor, ha ido seguida de un brutal aumento de bombazos en mercados, convenientemente coreado por la prensa del pesebre como actos repudiables de “violencia sectaria” entre iraquíes, de los que los “aliados” no saben nada y que éstos intentan evitar.
Los medios occidentales se llenan de artículos e informes lamentando esa “violencia sectaria”. Las televisiones occidentales se llenan de “expertos” en el área, que analizan los conflictos tribales, étnicos y religiosos en el área hasta la época del mismísimo Mahoma, para certificar, como no podía ser de otra forma, que esa violencia es consustancial a Oriente Próximo y a sus salvajes gentes. El falso debate se centra sobre si los chiítas terminarán dominando en Irak, bajo la hégira de los ayatolás iraníes, o si los chiítas saudíes de la zona del golfo tienen capacidad de rebelarse contra la casa reinante saudita, de confesión sunnita y quizá “desestabilizar” (jerga favorita para decir con suavidad que nos podemos quedar sin “su” petróleo). También se oyen, leen y ven con frecuencia debates sobre si los sunnitas saudíes ayudan a los sunnitas del “triángulo sunnita” de la provincia iraquí de Al Anbar, que tan activa se muestra, según occidente, en la lucha contra sus invasores. Y así vamos pasando el trago de justificar unas veces y silenciar otras una invasión y una ocupación flagrante.
Por supuesto, en todos estos debates, se oculta muy bien que nosotros, los civilizados occidentales, somos igualmente tribales, violentos, salvajes o destructivos, puestos ante situaciones semejantes, como puede ser la guerra civil estadounidense o española, las dos guerras civiles europeas, convertidas en mundiales por el empeño europeo y su influencia colonial mundial en la época y tantos y tantos otros ejemplos. Esto es, que no se trata de una cuestión intrínseca a un determinado pueblo, región, etnia o religión de Oriente Medio, sino que es un triste patrimonio de la Humanidad, que suele estar promovido por quien tiene más fuerza y suele quedarse entre bastidores, beneficiándose de la carnicería.
Por todo lo anterior, a la hora de estudiar qué está sucediendo y que puede suceder en Oriente Medio, respecto de las luchas por el dominio de las reservas estratégicas del petróleo (y del gas), conviene primero echar un vistazo a la situación, según la ofrece, por ejemplo, la British Petroleum, en sus estadísticas de 2006.
Aquí se ofrecen los datos en millones de toneladas equivalente de petróleo (MTpe’s)
Primero analicemos la producción nacional o propia:
CUADRO 1
País o región Producción en 2005
EE.UU. 310,2
Europa 252,8
Japón 0
China 180,8
India 36,2
Fed. Rusa 470
Luego vemos el consumo
CUADRO 2
País o región Consumo en 2005
EE.UU. 944,6
Europa 727,3
Japón 244,2
China 327,3
India 115,7
Fed. Rusa 130,0
Después, su balance en exportaciones o importaciones (en negativo) y su porcentaje sobre el consumo:
CUADRO 3
País o región Exp./Imp. y % s/consumo
EE.UU. -634,4 <> 67,2%
Europa -474,5 <> 65,2%
Japón -244,2 <> 100%
China -146,5 <> 44,8%
India -79,5 <> 68,7%
Fed. Rusa +340 <> Cero patatero
De ellas, analizaremos las importaciones que provienen de Oriente Medio (OM) en cada país o región analizado y su porcentaje, primero sobre el petróleo importado y luego sobre el petróleo total consumido en el país o región, como sigue:
CUADRO 4
País o región Imp. de OM <> % imp. OM s/total Imp.<>% Imp. OM sobre total cons.
EE.UU. -116,5 <> 18,4% <> 12,3%
Europa -156,1 <> 32,9% <> 21,5%
Japón -211,7 <> 86,7% <> 86,7%
China -67,4 <> 46,0% <> 20,6%
India -40,1 <> 50,4% <> 34,7%
Fed. Rusa Cero
Estos datos ayudan mucho a extraer algunas ideas y a descartar algunas manipulaciones informativas, muy generalizadas en este mundo. Analicemos, pues, paso a paso esta realidad, según la muestra una propia empresa occidental energética de primer orden.
Se ofrecen los datos de la Federación Rusa, aunque separados del resto de los grandes consumidores de hidrocarburos mundiales, porque quizá ayuden a explicar la confortable situación energética en que se encuentra y expliquen de alguna forma o medida, la enigmática sonrisa del líder ruso Putin. Quizá también ayuden a entender la abrumadora cobertura informativa que los medios occidentales están dando al asunto de unos miligramos de polonio 210 y la poca que conceden a los muchos miles de toneladas de plutonio 239 y uranio en sus diferentes variantes, en tanto en cuanto productos radiactivos igualmente peligrosos.
Los datos de los cuadros 1, 2 y 3 anteriores, muestran lo que los lectores de Crisis Energética suelen ya saber de antemano: que el mayor consumidor per capita y en volumen de todos los monstruos consumistas señalados, es sin lugar a dudas, los EE. UU., que necesita importar cerca del 70% de su consumo. Solo Japón, con cifras relativas de consumo algo menores, tiene una dependencia absoluta de las importaciones, superior a la de los EE. UU. Europa está en una situación de dependencia similar a la de EE. UU. de las importaciones de petróleo.
Sus últimas tasas de declive de sus producciones locales son muy preocupantes, y de similar magnitud: EE. UU. cae a un 5,5% anual y Europa oscila entre el terrible 11% del Reino Unido y el 3,3 de Dinamarca, pasando por el también preocupante 7,5% de Noruega, que son los productores fundamentales. Europa tiene como agravante, una alarmante falta de cohesión interna en política energética y es de esperar que en caso de crisis su tan cacareada Unión salte en pedazos, en contra de los mensajes “blandi-blup” de sus dirigientes y empresarios, llamando todos (especialmente los más dependientes energéticamente) a la “unidad de acción” en materia energética; y por otro lado, el laod de la realidad, un sálvese quien pueda, como presagian ya los acuerdos unilaterales firmados hace poco por Alemania con Rusia, para el suministro de gas por tubo exclusivo que va por el Báltico y se salta a Polonia y el de hoy mismo, anunciado entre Gaz de France y Gazprom.
En un hipotético, aunque quizá no tan lejano caso de cierre del Estrecho de Ormuz (las declaraciones del moderado y sometido secretario saliente de Naciones Unidas, Kofi Annan, apenas ayer y en su mensaje navideño de despedida, advirtiendo de que un ataque a Irán tendría unas consecuencias catastróficas para la Humanidad, dejan mucho lugar a la inquietud), cierre que podría ser total y sería la consecuencia inmediata de un ataque occidental sobre Irán, previsiblemente liderado por los EE.UU. y/o Israel, si éste durase varios meses o incluso más de un año, conviene preguntarse cual sería la situación más probable. Esto, independientemente de los falsos debates que insisten, una y otra vez, en que los EE. UU. “quieren” marcharse de Irak, pero que “ahora” no creen que sea el mejor momento. Independientemente de los falsos debates que señalan que los EE. UU. serían los principales perdedores en este escenario de conflicto generalizado en el golfo Pérsico. Falso debate que dice que los ocupantes no tienen interés en agitar el avispero religioso o el étnico y hacer que el conflicto se generalice en todo el área.
Falso debate también a mi juicio, el que dice, cree o promueve que lo importante en él para el actual gobierno de los EE.UU. son los tres mil muertos estadounidenses y sus decenas de miles de heridos. A su gobierno de mentirosos (basta acudir a las hemerotecas para saber que atacaron, invadieron y ocuparon con motivos falsos y falsos pretextos; para saber que desde 2003 dicen cada año que saldrán al siguiente y ya vamos por la salida en 2008, que ya se está cuestionando una vez más, apenas sin haber nacido el 2007), no les importa un rábano la muerte de 3.000 soldados suyos, porque el temor que aducen para decir que por este baldón se verán obligados a corregir el rumbo, por el posible cambio electoral de demócratas a republicanos, no se compadece con que ambos partidos están de acuerdo en las esencias de la ocupación de Irak y ahí no es de esperar cambios. Les llevó 40.000 muertos salir de Vietnam. Hasta llegar ahí, con muchas más necesidades energéticas en la actualidad, pueden pasar perfectamente cuarenta años más, desde el punto de vista de bajas propias de soldados que voluntariamente aceptan el enrolamiento. No. Ese no será un motivo impulsor de una política de cambio o de salida militar estadounidense del golfo Pérsico.
Veamos con las cifras en la mano si eso es cierto, porque algunos nos tememos que en este caso, el mal de muchos que puede suponer agitar el avispero étnico y religioso en toda la zona, puede ser consuelo de tontos (o de excesivamente listos) consumistas y que la lucha, en este caso, no es tanto de soldados estadounidenses contra resistentes iraquíes, sino de lucha mucho más telúrica, por los recursos energéticos menguantes entre los monstruos devoradores de la misma que hemos listado en los cuadros, incluyendo si ustedes quieren a los grandes recién llegados de moda, China e India, de los que los monstruos mucho más devoradores que ellos hablan como de la “amenaza” de China e India.
Un cinismo difícilmente soportable para un análisis sensato; que alguien diga que “el crecimiento” de China e India es amenazante desde las alturas de consumo total y per capita que muestran los cuadros, es una ofensa al sentido común, porque implica un reconocimiento implícito de que nuestro modelo de vida, nuestro sistema económico y de consumo no es extrapolable al resto; esto es, que está viciado, no es generalizable, pero que a nosotros nos da gustirrinín y como no queremos prescindir de él, los demás no deben poder tener acceso a él, porque se acabaría para todos. Así de sencillo y cínico. Así pues, lo que se empieza a vislumbrar en el futuro, no es una lucha EE. UU. con Irak o Irán, sino más bien, una lucha final de monstruos consumidores por lo que queda en el golfo Pérsico. Y ya hay un monstruo que ha desplegado sus alas y clavado sus garras en cuatro puntos estratégicos del golfo, como son Arabia Saudita, Kuwait, Emiratos e Irak. Y está levantando la zarpa para clavarla en Irán, mientras los demás monstruos consumistas apenas tienen presencia en la zona.
En estas circunstancias, si finalmente se produce un cierre total y prolongado en el tiempo en el Estrecho de Ormuz, que vaya mucho más allá de las magras reservas estratégicas que ahora todos esos grandes monstruos viven afanados en aumentar, en la medida de sus capacidades (algo curioso también), la pregunta a hacerse, a la vista de los datos del cuadro 4 anterior, es:
¿Quién de esos grandes monstruos consumistas quedaría en pie o menos dañado de entre todos ellos? Aquel, como Japón, cuyo consumo total de petróleo depende en un 86,7% de un Estrecho de Ormuz abierto? ¿Quizá India, China o Europa, cuyos consumos actuales dependen en un treinta y tantos o en un veintitantos por cien de que ese Estrecho siga abierto? ¿O los EE.UU., que apenas dependen en un 12,3% del petróleo de la zona?
Existe una razón poderosa por parte de los EE. UU. para tener intereses en que la zona se desestabilice mucho y se pueda dar un cierre total del Estrecho de forma prologada. Esta se puede simular con la imagen, común en las películas de acción, en la que en una lucha con un enemigo feroz, uno acaba en un precipicio o en el alero de un rascacielos, colgado del brazo del otro, que se balancea, inestable en el vacío y que se aferra al brazo enemigo: o caemos los dos o me salvas. En más de una ocasión, la solución fílmica consiste en cortarse uno mismo el brazo para acabar con el enemigo. Sin duda es una solución dolorosa, pero el enemigo mortal desaparece y uno se plantea poder vivir manco, mejor que estar muerto.
En el caso del golfo Pérsico y sus vitales reservas de petróleo para la humanidad, se da la circunstancia de que el mayor consumista del mundo, los EE.UU.; el mayor importador, es el que menos depende (a excepción de la confortable Federación Rusa, que se frota las manos con el espectáculo) de Oriente Medio en el corto plazo, aunque sus constantes vitales de consumo hacen ver que es el que más lo necesitará a largo plazo.
Volviendo al símil de Hollywood y al cuadro 4, está claro que la situación de, por ejemplo, Japón no es aplicable, porque es el caso en que el potencia y mortal enemigo le tuviese cogido por el cuello. Cortarse el propio cuello para acabar con el enemigo, no le conduciría a nada.
Y los casos de China, India o Europa, son también menos claros en cuanto al símil de Hollywood, porque su depedencia del petróleo que fluye por el Estrecho de Ormuz hoy es tal que es como si el enemigo colgando sobre el precipicio les tuviese agarrados firmemente por el tronco, o las dos piernas o las partes pudendas y la duda sobre si cercenar las partes atrapadas para salvar el resto es mucho más angustiosa.
Un país que se pone en economía de guerra, puede muy bien prescindir del 12,3% de sus suministros a largo plazo si consigue que sus competidores que dependen en un veintitantos o en un treinta y tantos por cien, quiebren sus sistemas sociales y doblen la cerviz mucho antes que ellos. Su poderío militar actual en la zona y sobre todo, asegurando las largas líneas de suministro marítimo, no tiene parangón. Agitar, pues el avispero de Oriente Medio hasta conseguir el cierre total de Ormuz puede ser una jugada dolorosa, pero maestra. Siendo más esclavos que nadie del largo plazo en dependencia energética, son los amos de la menor dependencia energética en el corto plazo.
Porque la pregunta clave es: aunque sus enemigos estratégicos (no los resistentes iraquíes, que son enemigos circunstanciales) fuesen conscientes de que los EE. UU. fueron los responsables directos con un ataque sobre Irán, del cierre de Ormuz, que podría provocar el propio Irán como respuesta, ¿sobre quien disparar sus arsenales nucleares en venganza y qué resolvería eso? ¿Sobre Irán; sobre EE. UU.?
Apenas una pequeña sombra de duda aparece sobre el horizonte de actuaciones estadounidenses: el presidente venezolano aseguró, durante su visita a Irán de hace unos meses, que si los EE. UU. atacasen a Irán, su gobierno dejaría de exportar petróleo a los EE. UU. Y eso representa aproximadamente un 8% del consumo estadounidense, además de productos bastante refinados, colocando así a los EE. UU., en caso de que pudiesen cumplir su amenaza durante el suficiente tiempo, en una posición de dependencia energética del petróleo ajeno tan delicada como la de Europa o China: esto es, con el enemigo agarrándole de los dos brazos, no de uno, mientras pende en el vacío. Y así es muy difícil hacer el esfuerzo titánico de cortarse miembros para sobrevivir.
En fin, ojalá estos datos sean solo productos de un visionario catastrofista, porque si tengo razón y la estrategia de “cuanto peor, mejor” se impone entre los halcones petrolíferos que pululan por los pasillos del Pentágono, me temo que ni los supercomputadores de sus “war rooms” podrán simular adecuadamente la catarata de efectos secundarios que pueden darse si deciden cortase finalmente el brazo. Incluso para ellos.
Madrid, 21 de diciembre de 2006.
Así, cala en las mentes occidentales la idea de que las víctimas inocentes, los ciudadanos comunes iraquíes, por ejemplo, sean sunnitas, chiitas, cristianos ortodoxos, católicos caldeos o adoradores del diablo –yazidíes- o bien por etnias, árabes, kurdos, turcomanos, sirios –asirios- o armenios, son así de brutos por naturaleza y que los “aliados” estamos allí intentando “aliviar” esa catástrofe de enfrentamientos sectarios. Claro, “ellos” son siempre una “secta” y peligrosa, sea religiosa o étnica y nosotros, pueblos avanzados y civilizados que pretendemos llevar allí la democracia y no se dejan.
Nada más lejos de la realidad. Occidente está allí para expoliar lo que queda de petróleo: el 70% de las reservas mundiales restantes y el 90% de la capacidad exportadora mundial de la próxima década. Pero insisten en la falsa realidad de la “violencia sectaria” en la zona, que nos “obliga” a seguir allí, pacificando a esos salvajes, que se matan entre sí, como se ve todos los días en los mercados de Bagdad, aunque se callen que un tal John Negroponte ha sido designado embajador en Bagdad. Este señor, que también ha tenido un cargo como director nacional de la Inteligencia de los EE.UU., ostenta un siniestro registro de intervenciones sangrientas en Latinoamérica. Allá donde fue nombrado responsable en al´gun lugar latinoamericano y fueron bastantes, florecieron como por encanto las violaciones masivas de derechos, los escuadrones de la muerte y las desapariciones. Su llegada a la capital iraquí como embajador del país invasor, ha ido seguida de un brutal aumento de bombazos en mercados, convenientemente coreado por la prensa del pesebre como actos repudiables de “violencia sectaria” entre iraquíes, de los que los “aliados” no saben nada y que éstos intentan evitar.
Los medios occidentales se llenan de artículos e informes lamentando esa “violencia sectaria”. Las televisiones occidentales se llenan de “expertos” en el área, que analizan los conflictos tribales, étnicos y religiosos en el área hasta la época del mismísimo Mahoma, para certificar, como no podía ser de otra forma, que esa violencia es consustancial a Oriente Próximo y a sus salvajes gentes. El falso debate se centra sobre si los chiítas terminarán dominando en Irak, bajo la hégira de los ayatolás iraníes, o si los chiítas saudíes de la zona del golfo tienen capacidad de rebelarse contra la casa reinante saudita, de confesión sunnita y quizá “desestabilizar” (jerga favorita para decir con suavidad que nos podemos quedar sin “su” petróleo). También se oyen, leen y ven con frecuencia debates sobre si los sunnitas saudíes ayudan a los sunnitas del “triángulo sunnita” de la provincia iraquí de Al Anbar, que tan activa se muestra, según occidente, en la lucha contra sus invasores. Y así vamos pasando el trago de justificar unas veces y silenciar otras una invasión y una ocupación flagrante.
Por supuesto, en todos estos debates, se oculta muy bien que nosotros, los civilizados occidentales, somos igualmente tribales, violentos, salvajes o destructivos, puestos ante situaciones semejantes, como puede ser la guerra civil estadounidense o española, las dos guerras civiles europeas, convertidas en mundiales por el empeño europeo y su influencia colonial mundial en la época y tantos y tantos otros ejemplos. Esto es, que no se trata de una cuestión intrínseca a un determinado pueblo, región, etnia o religión de Oriente Medio, sino que es un triste patrimonio de la Humanidad, que suele estar promovido por quien tiene más fuerza y suele quedarse entre bastidores, beneficiándose de la carnicería.
Por todo lo anterior, a la hora de estudiar qué está sucediendo y que puede suceder en Oriente Medio, respecto de las luchas por el dominio de las reservas estratégicas del petróleo (y del gas), conviene primero echar un vistazo a la situación, según la ofrece, por ejemplo, la British Petroleum, en sus estadísticas de 2006.
Aquí se ofrecen los datos en millones de toneladas equivalente de petróleo (MTpe’s)
Primero analicemos la producción nacional o propia:
CUADRO 1
País o región Producción en 2005
EE.UU. 310,2
Europa 252,8
Japón 0
China 180,8
India 36,2
Fed. Rusa 470
Luego vemos el consumo
CUADRO 2
País o región Consumo en 2005
EE.UU. 944,6
Europa 727,3
Japón 244,2
China 327,3
India 115,7
Fed. Rusa 130,0
Después, su balance en exportaciones o importaciones (en negativo) y su porcentaje sobre el consumo:
CUADRO 3
País o región Exp./Imp. y % s/consumo
EE.UU. -634,4 <> 67,2%
Europa -474,5 <> 65,2%
Japón -244,2 <> 100%
China -146,5 <> 44,8%
India -79,5 <> 68,7%
Fed. Rusa +340 <> Cero patatero
De ellas, analizaremos las importaciones que provienen de Oriente Medio (OM) en cada país o región analizado y su porcentaje, primero sobre el petróleo importado y luego sobre el petróleo total consumido en el país o región, como sigue:
CUADRO 4
País o región Imp. de OM <> % imp. OM s/total Imp.<>% Imp. OM sobre total cons.
EE.UU. -116,5 <> 18,4% <> 12,3%
Europa -156,1 <> 32,9% <> 21,5%
Japón -211,7 <> 86,7% <> 86,7%
China -67,4 <> 46,0% <> 20,6%
India -40,1 <> 50,4% <> 34,7%
Fed. Rusa Cero
Estos datos ayudan mucho a extraer algunas ideas y a descartar algunas manipulaciones informativas, muy generalizadas en este mundo. Analicemos, pues, paso a paso esta realidad, según la muestra una propia empresa occidental energética de primer orden.
Se ofrecen los datos de la Federación Rusa, aunque separados del resto de los grandes consumidores de hidrocarburos mundiales, porque quizá ayuden a explicar la confortable situación energética en que se encuentra y expliquen de alguna forma o medida, la enigmática sonrisa del líder ruso Putin. Quizá también ayuden a entender la abrumadora cobertura informativa que los medios occidentales están dando al asunto de unos miligramos de polonio 210 y la poca que conceden a los muchos miles de toneladas de plutonio 239 y uranio en sus diferentes variantes, en tanto en cuanto productos radiactivos igualmente peligrosos.
Los datos de los cuadros 1, 2 y 3 anteriores, muestran lo que los lectores de Crisis Energética suelen ya saber de antemano: que el mayor consumidor per capita y en volumen de todos los monstruos consumistas señalados, es sin lugar a dudas, los EE. UU., que necesita importar cerca del 70% de su consumo. Solo Japón, con cifras relativas de consumo algo menores, tiene una dependencia absoluta de las importaciones, superior a la de los EE. UU. Europa está en una situación de dependencia similar a la de EE. UU. de las importaciones de petróleo.
Sus últimas tasas de declive de sus producciones locales son muy preocupantes, y de similar magnitud: EE. UU. cae a un 5,5% anual y Europa oscila entre el terrible 11% del Reino Unido y el 3,3 de Dinamarca, pasando por el también preocupante 7,5% de Noruega, que son los productores fundamentales. Europa tiene como agravante, una alarmante falta de cohesión interna en política energética y es de esperar que en caso de crisis su tan cacareada Unión salte en pedazos, en contra de los mensajes “blandi-blup” de sus dirigientes y empresarios, llamando todos (especialmente los más dependientes energéticamente) a la “unidad de acción” en materia energética; y por otro lado, el laod de la realidad, un sálvese quien pueda, como presagian ya los acuerdos unilaterales firmados hace poco por Alemania con Rusia, para el suministro de gas por tubo exclusivo que va por el Báltico y se salta a Polonia y el de hoy mismo, anunciado entre Gaz de France y Gazprom.
En un hipotético, aunque quizá no tan lejano caso de cierre del Estrecho de Ormuz (las declaraciones del moderado y sometido secretario saliente de Naciones Unidas, Kofi Annan, apenas ayer y en su mensaje navideño de despedida, advirtiendo de que un ataque a Irán tendría unas consecuencias catastróficas para la Humanidad, dejan mucho lugar a la inquietud), cierre que podría ser total y sería la consecuencia inmediata de un ataque occidental sobre Irán, previsiblemente liderado por los EE.UU. y/o Israel, si éste durase varios meses o incluso más de un año, conviene preguntarse cual sería la situación más probable. Esto, independientemente de los falsos debates que insisten, una y otra vez, en que los EE. UU. “quieren” marcharse de Irak, pero que “ahora” no creen que sea el mejor momento. Independientemente de los falsos debates que señalan que los EE. UU. serían los principales perdedores en este escenario de conflicto generalizado en el golfo Pérsico. Falso debate que dice que los ocupantes no tienen interés en agitar el avispero religioso o el étnico y hacer que el conflicto se generalice en todo el área.
Falso debate también a mi juicio, el que dice, cree o promueve que lo importante en él para el actual gobierno de los EE.UU. son los tres mil muertos estadounidenses y sus decenas de miles de heridos. A su gobierno de mentirosos (basta acudir a las hemerotecas para saber que atacaron, invadieron y ocuparon con motivos falsos y falsos pretextos; para saber que desde 2003 dicen cada año que saldrán al siguiente y ya vamos por la salida en 2008, que ya se está cuestionando una vez más, apenas sin haber nacido el 2007), no les importa un rábano la muerte de 3.000 soldados suyos, porque el temor que aducen para decir que por este baldón se verán obligados a corregir el rumbo, por el posible cambio electoral de demócratas a republicanos, no se compadece con que ambos partidos están de acuerdo en las esencias de la ocupación de Irak y ahí no es de esperar cambios. Les llevó 40.000 muertos salir de Vietnam. Hasta llegar ahí, con muchas más necesidades energéticas en la actualidad, pueden pasar perfectamente cuarenta años más, desde el punto de vista de bajas propias de soldados que voluntariamente aceptan el enrolamiento. No. Ese no será un motivo impulsor de una política de cambio o de salida militar estadounidense del golfo Pérsico.
Veamos con las cifras en la mano si eso es cierto, porque algunos nos tememos que en este caso, el mal de muchos que puede suponer agitar el avispero étnico y religioso en toda la zona, puede ser consuelo de tontos (o de excesivamente listos) consumistas y que la lucha, en este caso, no es tanto de soldados estadounidenses contra resistentes iraquíes, sino de lucha mucho más telúrica, por los recursos energéticos menguantes entre los monstruos devoradores de la misma que hemos listado en los cuadros, incluyendo si ustedes quieren a los grandes recién llegados de moda, China e India, de los que los monstruos mucho más devoradores que ellos hablan como de la “amenaza” de China e India.
Un cinismo difícilmente soportable para un análisis sensato; que alguien diga que “el crecimiento” de China e India es amenazante desde las alturas de consumo total y per capita que muestran los cuadros, es una ofensa al sentido común, porque implica un reconocimiento implícito de que nuestro modelo de vida, nuestro sistema económico y de consumo no es extrapolable al resto; esto es, que está viciado, no es generalizable, pero que a nosotros nos da gustirrinín y como no queremos prescindir de él, los demás no deben poder tener acceso a él, porque se acabaría para todos. Así de sencillo y cínico. Así pues, lo que se empieza a vislumbrar en el futuro, no es una lucha EE. UU. con Irak o Irán, sino más bien, una lucha final de monstruos consumidores por lo que queda en el golfo Pérsico. Y ya hay un monstruo que ha desplegado sus alas y clavado sus garras en cuatro puntos estratégicos del golfo, como son Arabia Saudita, Kuwait, Emiratos e Irak. Y está levantando la zarpa para clavarla en Irán, mientras los demás monstruos consumistas apenas tienen presencia en la zona.
En estas circunstancias, si finalmente se produce un cierre total y prolongado en el tiempo en el Estrecho de Ormuz, que vaya mucho más allá de las magras reservas estratégicas que ahora todos esos grandes monstruos viven afanados en aumentar, en la medida de sus capacidades (algo curioso también), la pregunta a hacerse, a la vista de los datos del cuadro 4 anterior, es:
¿Quién de esos grandes monstruos consumistas quedaría en pie o menos dañado de entre todos ellos? Aquel, como Japón, cuyo consumo total de petróleo depende en un 86,7% de un Estrecho de Ormuz abierto? ¿Quizá India, China o Europa, cuyos consumos actuales dependen en un treinta y tantos o en un veintitantos por cien de que ese Estrecho siga abierto? ¿O los EE.UU., que apenas dependen en un 12,3% del petróleo de la zona?
Existe una razón poderosa por parte de los EE. UU. para tener intereses en que la zona se desestabilice mucho y se pueda dar un cierre total del Estrecho de forma prologada. Esta se puede simular con la imagen, común en las películas de acción, en la que en una lucha con un enemigo feroz, uno acaba en un precipicio o en el alero de un rascacielos, colgado del brazo del otro, que se balancea, inestable en el vacío y que se aferra al brazo enemigo: o caemos los dos o me salvas. En más de una ocasión, la solución fílmica consiste en cortarse uno mismo el brazo para acabar con el enemigo. Sin duda es una solución dolorosa, pero el enemigo mortal desaparece y uno se plantea poder vivir manco, mejor que estar muerto.
En el caso del golfo Pérsico y sus vitales reservas de petróleo para la humanidad, se da la circunstancia de que el mayor consumista del mundo, los EE.UU.; el mayor importador, es el que menos depende (a excepción de la confortable Federación Rusa, que se frota las manos con el espectáculo) de Oriente Medio en el corto plazo, aunque sus constantes vitales de consumo hacen ver que es el que más lo necesitará a largo plazo.
Volviendo al símil de Hollywood y al cuadro 4, está claro que la situación de, por ejemplo, Japón no es aplicable, porque es el caso en que el potencia y mortal enemigo le tuviese cogido por el cuello. Cortarse el propio cuello para acabar con el enemigo, no le conduciría a nada.
Y los casos de China, India o Europa, son también menos claros en cuanto al símil de Hollywood, porque su depedencia del petróleo que fluye por el Estrecho de Ormuz hoy es tal que es como si el enemigo colgando sobre el precipicio les tuviese agarrados firmemente por el tronco, o las dos piernas o las partes pudendas y la duda sobre si cercenar las partes atrapadas para salvar el resto es mucho más angustiosa.
Un país que se pone en economía de guerra, puede muy bien prescindir del 12,3% de sus suministros a largo plazo si consigue que sus competidores que dependen en un veintitantos o en un treinta y tantos por cien, quiebren sus sistemas sociales y doblen la cerviz mucho antes que ellos. Su poderío militar actual en la zona y sobre todo, asegurando las largas líneas de suministro marítimo, no tiene parangón. Agitar, pues el avispero de Oriente Medio hasta conseguir el cierre total de Ormuz puede ser una jugada dolorosa, pero maestra. Siendo más esclavos que nadie del largo plazo en dependencia energética, son los amos de la menor dependencia energética en el corto plazo.
Porque la pregunta clave es: aunque sus enemigos estratégicos (no los resistentes iraquíes, que son enemigos circunstanciales) fuesen conscientes de que los EE. UU. fueron los responsables directos con un ataque sobre Irán, del cierre de Ormuz, que podría provocar el propio Irán como respuesta, ¿sobre quien disparar sus arsenales nucleares en venganza y qué resolvería eso? ¿Sobre Irán; sobre EE. UU.?
Apenas una pequeña sombra de duda aparece sobre el horizonte de actuaciones estadounidenses: el presidente venezolano aseguró, durante su visita a Irán de hace unos meses, que si los EE. UU. atacasen a Irán, su gobierno dejaría de exportar petróleo a los EE. UU. Y eso representa aproximadamente un 8% del consumo estadounidense, además de productos bastante refinados, colocando así a los EE. UU., en caso de que pudiesen cumplir su amenaza durante el suficiente tiempo, en una posición de dependencia energética del petróleo ajeno tan delicada como la de Europa o China: esto es, con el enemigo agarrándole de los dos brazos, no de uno, mientras pende en el vacío. Y así es muy difícil hacer el esfuerzo titánico de cortarse miembros para sobrevivir.
En fin, ojalá estos datos sean solo productos de un visionario catastrofista, porque si tengo razón y la estrategia de “cuanto peor, mejor” se impone entre los halcones petrolíferos que pululan por los pasillos del Pentágono, me temo que ni los supercomputadores de sus “war rooms” podrán simular adecuadamente la catarata de efectos secundarios que pueden darse si deciden cortase finalmente el brazo. Incluso para ellos.
Madrid, 21 de diciembre de 2006.