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La cantidad de población óptima

(Original en inglés en Die Off)

Por Gretchen C. Daily, Universidad de California (Berkeley), Anne H. Ehrlich y Paul R. Ehrlich, Universidad de Stanford – Julio 1994

Traducido por Sol y revisado por Ricardo Jiménez.

A pesar de que la imponente cantidad de la población y su crecimiento afectan prácticamente a todas las áreas de la sociedad, muy pocas veces se debate en público, o incluso se tiene en cuenta, cuál sería la cantidad óptima de población para cada momento histórico del planeta. Si partimos desde criterios biofísicos y sociales, la palabra “óptima” puede tener diferentes acepciones, pero existen bases científicas sólidas para determinar el límite de nuestras posibilidades. La cantidad óptima debe situarse entre la cantidad mínima viable -MVP por sus siglas en inglés– (Gilpin & Soule, 1986, Soule, 1987) y la capacidad biofísica del planeta (Daily & Ehrlich, 1992).

La cantidad mínima (MVP) tendría como mínimo entre 50 y 100 personas para cada uno de los 500 grupos humanos.

El otro extremo vendría a ser los 5.500 millones que somos ahora (6.300 millones en la actualidad, N. del T.), con patrones de consumo de recursos y de tecnología que han rebasado claramente la capacidad planetaria para poder mantenerlos. Este hecho es evidente debido al agotamiento y a la descomposición del patrimonio esencial, irrepetible e insustituible, es decir, los recursos con los cuales esta gran empresa humana se alimenta (ver Ehrlich & Ehrlich, 1991; Daily & Ehrlich, 1992). Muchos argumentan que la capacidad de la tierra es mucho mayor que la que utiliza la población actual. Por ejemplo, hace unos años, un grupo de arzobispos católicos malinterpretaron un trabajo de Roger Revelle (1976) y afirmaron que el planeta puede alimentar 40.000 millones de personas (Anónimo 1988), mientras que varios científicos sociales llegan a la cifra de 150.000 millones (Livi-Bacci, 1989). Estas afirmaciones se basan en presunciones descabelladas y no serán tratadas en este trabajo.

Sin embargo, debemos resolver el problema que se presenta cuando queremos determinar una cifra óptima dentro de un rango amplio. Una vez superada la cantidad mínima viable, y siempre dentro de los límites biofísicos, el problema es sólo de preferencia social. Los debates sobre dichas opciones que se llevan a cabo a un nivel local, nacional e internacional son decisivos dado que, para poder lograr dichos niveles, se deben implementar políticas sociales que afecten las tasas de fertilidad. La población humana nunca se ha equilibrado, y nunca se equilibrará, de forma automática a ningún nivel. No existe un mecanismo de realimentación para poder mantener tasas de nacimientos y fallecimientos idénticas. . Desde tiempos prehistóricos, las sociedades controlaron las tasas de fertilidad y mortalidad mediante diversas prácticas culturales sólo hasta cierto punto (Harris & Ross, 1987). En el futuro, las sociedades deberán continuar manipulando estas tasas para poder alcanzar los objetivos demográficos deseados. También es importante que las sociedades alcancen cuanto antes un consenso acerca de cuáles serán esos objetivos, porque debido al impulso del crecimiento actual de la población ésta se duplicará antes de que sea posible una disminución (UNFPA, 1992 – Fondo de Población de las Naciones Unidas).

Estos comentarios son una contribución al diálogo y fueron expuestos en el Primer Congreso Mundial sobre Población Optima -First World Optimum Population Congress- (Londres, Reino Unido, 1993). Lo que sigue es una exposición que hacemos en conjunto, acerca de cómo puede lograrse esa cantidad óptima (sin un orden en especial).

  1. Una cantidad óptima no equivale a la cantidad máxima de personas que puede amontonarse en la Tierra de forma simultánea. Para que la cantidad máxima fuera viable, se debería proveer de vivienda y alimentos con métodos parecidos a los que se utilizan para la producción de pollos, y en el procesoinevitablemente se perdería la capacidad de carga del planeta a largo plazo.. Podrían existir muchos más seres humanos en el caso de que se mantuviera un crecimiento poblacional sostenible por miles de millones de años, pero no en el caso de que la actual población hiciera explosión y la capacidad del planeta para soportar las futuras generaciones fuera rápidamente consumida. Por lo tanto, la cantidad óptima dependerá de la calidad de vida deseada y de los impactos del consumo per-cápita correspondientes al estilo de vida de los sistemas del planeta.
  1. La cantidad óptima de población debe ser lo suficientemente pequeña como para garantizar los elementos físicos mínimos indispensables para que todos alcancen un nivel de vida decente (ver Ehrlich et al., 1993)aunque de todas formas haya una distribución de riqueza y recursos injusta y exista incertidumbre acerca de las tasas a largo plazo, la extracción de recursos y el impacto medioambiental. Estamos de acuerdo con Nathan Keyfitz (1991): “Si hay algo que sabemos a ciencia cierta basándonos en conocimientos empíricos, es que las malas políticas son generalizadas y persistentes. La ciencia social es la responsable de ellas”. La grosera e injusta distribución de riqueza y recursos básicos imperante es extremadamente desestabilizadora y conflictiva. Si bien a todos nos conviene acortar la brecha entre ricos y pobres, somos escépticos ante la posibilidad de que se puedan superar las desigualdades sociales y económicas. Por lo tanto creemos que la cantidad óptima debe ser fijada teniendo en cuenta el egoísmo y la miopía mental que caracteriza a los seres humanos. Se debe realizar un ajuste en la cantidad óptima para resguardarnos de las caídas del flujo sostenible de recursos que se lleva a cabo desde el medioambiente hacia la economía, tanto naturales como las que son inducidas por el hombre y contra el aumento de residuos producidos por los humanos, que claramente nos perjudican.
  1. Los derechos humanos básicos en el ámbito social (como la libertad contra el racismo, el sexismo, la persecución religiosa, y la desigualdad económica) deben resguardarse de los problemas generados por la existencia de demasiados seres humanos. Todos deben tener acceso a la educación, asistencia médica, higiene y oportunidades económicas; pero estos derechos fundamentales son difíciles de garantizar a grandes poblaciones, especialmente a aquellas que crecen muy rápido. Los derechos políticos también dependen del crecimiento poblacional, a pesar de que esto se reconoce muy pocas veces (Parsons, 1977). Las democracias parecen funcionar mejor cuando la población es pequeña en relación con sus recursos; la libertad individual tiende a restringirse en áreas densamente pobladas y/o con recursos escasos.
  1. Creemos que la cantidad óptima de población debe ser lo suficientemente alta como para asegurar la viabilidad de poblaciones dispersas en el globo y así preservar y fomentar la diversidad cultural. Es harto obvio que la cultura “occidental” dominante y en expansión no cuenta con todos los secretos para la supervivencia a largo plazo (Ehrlich, 1980), ni que hablar de la monopolización del mercado. Creemos que la diversidad cultural es una característica importante de nuestra especie. Desafortunadamente muchas culturas practicadas por pequeños grupos están en peligro o siendo absorbidas por la cultura dominante con su tecnología de avanzada y sus medios de información seductores, o en el peor de los casos, están siendo destruidas deliberadamente debido a la intolerancia social o conflictos sobre los recursos.
  1. La cantidad óptima de población debería ser lo suficientemente alta como para permitir la existencia de una “masa crítica” en cada área densamente poblada en donde se estimule la creatividad intelectual, artística y tecnológica. Si bien la creatividad puede sucederse en áreas escasamente pobladas, muchos emprendimientos culturales requieren un nivel de especialización, comunicación y apoyo financiero que se ve facilitado por la infraestructura social característica de las ciudades.
  1. La cantidad óptima de población debe también ser lo suficientemente pequeña como para asegurar la preservación de la biodiversidad. Este criterio está motivado tanto por consideraciones egoístas como éticas. La humanidad se beneficia de otras especies de forma directa, incluyendo los placeres estéticos y de recreación, la industria farmacéutica y la mismísima base y seguridad de la producción agrícola. Asimismo, la actividad humana se sirve de una enorme variedad de servicios gratuitos provistos por ecosistemas naturales sanos, cada uno de ellos con diferentes componentes claves de la biodiversidad (Ehrlich & Ehrlich, 1992)., Somos la especie dominante del planeta, y creemos que proteger la existencia de los únicos seres vivos que nos acompañan en este universo es un deber moral del Homo Sapiens.

En términos generales, la cantidad de población que elegimos es una que sea capaz de maximizar las opciones medioambientales y sociales de los individuos. Por ejemplo, la población estadounidense debería ser lo suficientemente pequeña como para asegurar vastos espacios tanto a ermitaños como a excursionistas, pero lo suficientemente alta como para permitir la edificación de grandes ciudades en donde se pueda desarrollar el arte, la educación y otros emprendimientos culturales que enaltecen el espíritu humano.

Por supuesto, existen innumerables dificultades en esta pequeña lista de preferencias personales. Pero dado que la población mundial actual es mayor a cualquier opción óptima (salvo que suceda una catástrofe) y sin lugar a dudas será mucho mayor (UNFPA, 1992 – Fondo de Población de las Naciones Unidas), aparentemente contamos con algunas décadas para poder debatir opciones alternativas óptimas antes de frenar el crecimiento poblacional, y con mucho menos tiempo para poder alcanzar el objetivo de cantidad óptima. Durante ese proceso, los objetivos y la tecnología cambiarán, y dichos cambios podrían afectar enormemente esa opción óptima.

De todas formas es necesario hacer un cálculo rápido y tentativo teniendo en cuenta los niveles de consumo y tecnología actual y futuros. Dado que la población no está frente a un peligro inminente de desaparecer debido a la falta de procreación, nos centramos aquí en el límite superior del óptimo. Comenzamos teniendo en cuenta el consumo de energía humana como una medida indirecta y aproximada del impacto total que la civilización inflige a los ecosistemas terrestres de los que nuestra vida se sirve (Holdren & Ehrlich, 1974). La energía, y especialmente la que se deriva de los combustibles fósiles y la biomasa, es el pilar fundamental de muchas de las actividades que dañan al medioambiente y que ahora son reconocidas: contaminación del aire y el agua, lluvia ácida, agotamiento del suelo, emisión de dióxido de carbono y otros gases invernadero y la producción de materiales y deshechos tóxicos y peligrosos.

En la actualidad, el mundo utiliza cerca de 13 teravatios de energía (TW = 1012 vatios), de los cuales cerca del 70% es utilizado por alrededor de mil millones de personas en los países ricos y el 30% restante por más de cuatro mil millones de personas en los países en desarrollo. Debido a la gran disparidad entre las sociedades ricas y pobres y también al daño que se realiza al medioambiente, este modelo no es ético ni tampoco biofísicamente sostenible. El consumo de 13 TW de energía para poder usar la tecnología actual traerá aparejado el impacto ecológico antes descrito, que a su vez provocará cambios mundiales nocivos, incluyendo el agotamiento de ecosistemas y los servicios esenciales que éstos prestan a la civilización (Ehrlich & Ehrlich, 1991 ; Ehrlich et al., 1993).

El estudio de las posibles tendencias futuras nos lleva a conclusiones sombrías. Se estima que la población mundial aumentará de 5.500 millones en 1993, a ser entre 10.000 y 14.000 millones en el próximo siglo. Supongamos que el crecimiento se interrumpiera en los 14.000 millones y todos estuvieran satisfechos con el consumo de energía per-capita de 7,5 kilovatios (kW), que es la medida promedio de los países ricos y de casi dos tercios de estadounidenses a principios de 1990. La humanidad en su conjunto estaría utilizando 105 TW, ocho veces más de lo que se utiliza hoy en día, lo que significa una clara receta para el colapso ecológico.

Un esquema que probablemente evite dicho colapso fue propuesto por John Holdren del Grupo Energía y Recursos de la Universidad de California en Bekerley. El escenario que Holdren propone (Holdren 1991) postula la expansión de la población humana a sólo 10.000 millones y la reducción del uso de energía per capita en los países industrializados de 7,5 a 3 kW y al mismo tiempo aumentarlo en los países en desarrollo de 1 a 3 kW. Para que este escenario fuera viable se necesitaría, entre otras cosas, que los ciudadanos estadounidenses “rebajen el uso promedio de energía de 12 kW a 3 kW”. Esta reducción podría lograrse gracias a tecnologías eficientes en el uso de energía que ahora están al alcance de todos y con una mejora en la calidad de vida de la mayoría.

Si bien el acuerdo para un consumo per cápita promedio de 3 kW para una población de 10.000 millones acortaría la brecha entre ricos y pobres, implicaría un consumo total de energía de 30 TW, más del doble del que utilizamos hoy en día. Holdren reconoce que con ese nivel de consumo no queda claro si la humanidad puede sobrevivir sin consecuencias ecológicas devastadoras. Esto dependerá esencialmente de las tecnologías futuras, a medida que los combustibles fósiles, especialmente el petróleo, comiencen a escasear. Quizá ante hechos que provoquen temor y a la implementación generalizada de tecnologías más benignas (varias formas de energía solar y energía derivada de la biomasa), el agotamiento ecológico pueda interrumpirse hasta llegar a un cenit de actividades humanas y mantenerse en el nivel actual.

¿Qué se puede decir acerca de los límites máximos de población óptima, teniendo en cuenta las tendencias actuales de comportamiento y la tecnología?

En vista del impacto ecológico que la civilización inflige al utilizar los 13 TW actuales, y sin tener en cuenta las perspectivas futuras de la humanidad, visualizar una población que use menos que 9 TW con la tecnología actual y futura es muy difícil.

Podríamos afirmar que a condición de que las fuentes de energía y la tecnología se usaran prudentemente, se podrían utilizar 9 TW sin degradar al medioambiente y sin derrochar recursos no renovables tan rápido como para que no puedan ser repuestos. Bajo las mismas condiciones, un mundo que consuma 6 TW nos daría un margen de error del 50%, algo importantísimo si tenemos en cuenta las consecuencias inesperadas que generalmente se presentan incluso con las supuestas tecnologías benignas (la invención y el uso de clorofluocarbonos es el caso más claro hasta la fecha). Una cifra óptima más conservadora podría ser 4,5 TW, teniendo así un margen de error del 100%. El límite máximo dependerá en parte de algún tipo de aversión al riesgo social promedio junto con una evaluación científica sobre las consecuencias que impliquen consumir 9 TW.

En el mundo real, la población máxima sostenible podría determinarse a medida que se reduce el número de personas y se estudia su impacto (descubriendo la cantidad de humanos que los ecosistemas y los recursos pueden soportar). En cuanto a nuestro experimento, tomemos como ejemplo un mundo que utilice 6 TW. Si partimos sabiendo que contamos con un acuerdo de todos los países para mantener un consumo per cápita de 3 kW, la cantidad óptima será de 2.000 millones, más o menos la cantidad de personas vivas en 1930. A primera vista esa cifra parece razonable y mucho mayor al mínimo requerido para poder beneficiarnos social y económicamente. Durante la primer mitad del siglo XX había muchas grandes ciudades, enormes plantas industriales y seres y parias que prosperaban. Había una gran diversidad cultural y muchas culturas no estaban en contacto con las que estaban industrializadas. Todavía existían amplios espacios vírgenes en muchas partes del mundo. Creemos que un mundo con 1.500 millones de personas y que utiliza 4,5 TW de energía parece plausible y nos deja un amplio margen de error. Ésa era la cantidad de personas que vivían a fines del siglo XIX.

Resumiendo este pequeño ensayo, para poder determinar una cantidad “óptima” se necesitan tomar decisiones sociales acerca de estilos de vida posibles y su puesta en práctica. Nosotros creemos razonable dar por sentado que, hasta que las culturas y la tecnología no cambien de forma radical, el número óptimo de personas que puedan existir simultáneamente se ubica aproximadamente entre 1.500 y 2.000 millones de personas. En caso de lograrse dicho número en un período razonablemente corto, también permitiría una mejor calidad de vida para el máximo número de Homo Sapiens a largo plazo. Pero supongamos que calculamos mal y la cantidad óptima es de 4.000 millones. Dado que la población actual es mayor a los 5.500 millones y crece a pasos agigantados, las implicaciones políticas de nuestras conclusiones son claras..

Reconocimientos

Este trabajo tuvo contribuciones de W. Alton Jones, Winslow y Heinz Foundations, y la generosidad de Peter y Helen Bing.

Referencias

Anónimo (Nov. 19, 1988) La Agricultura puede alimentar a 40.000 millones de personas. Washington Post, p. C-15

Daily, G.C., & Ehrlich, P.R. (1992). Population, sustainability, and Earth's carrying capacity. BioScience 42:761-771.

Ehrlich, P.R. (1980). Variety is the key to life. Technology Review, 82(5):58-68. Massachusetts Institute of Technology, Cambridge, Mass.

Ehrlich, P.R., Daily, G.C., & Goulder, L.H. (1992). Population growth, economic growth, and market economies. Contention 2:17-35.

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Harris, M. & Ross, E.B. (1987). Death, sex, and fertility: Population regulation in preindustrial and developing societies. New York: Columbia University Press

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Keyfitz N. (1991). Population and development within the ecosphere: One view of the literature. Population Index 57:5-22

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Soule, M. (Ed.). (1987). Viable populations for conservation. Cambridge: Cambridge Univ. Press.

UNFPA (United Nations Fund for Population) (1992). State of the world population 1992. New York: United Nations.

Para escribir al Dr. Daily dirigir la correspondencia a: Energy Resources Group, Bldg. T-4, Room 100, University of California (Bekerley), Bekerley, CA 94720 o bien Drs. Anne o Paul Ehrlich, Department of Biological Sciences, Stanford, CA 94305

Population & Environment: A Journal of Interdisciplinary Studies Volumen 15, Número 6, Julio 1994, 01994 Human Sciences Press, Inc.

Última Edición: Lunes, 14 Junio 2004 @ 19:43 CEST| Hits: 32.088 Ver la versión para imprimir