Las salvajadas que algunos descerebrados pseudoislámicos están haciendo con estatuas asirias del de 2700 años de antigüedad en el museo de Mosul, no son más graves para mí que los asesinatos que cometen contra el diverso y multicultural pueblo del norte iraquí. Suelo respetar mucho más la vida de las personas que el patrimonio, pero tanta tragedia durante tanto tiempo, ha removido en mi rescoldos de ira antiguos.
Me voy a permitir publicar en esta web sobre energía un documento que escribí en 1981, en plena guerra entre Irak e Irán y que volví a actualizar en el año 2002, cuando la guerra entre Iran e Irak se había acabado y hasta la invasión de Kuwait había temrinado en un horroroso fracaso e Irak estaba sometido a todo tipo de bloqueos y embargos que hacían sufrir a su pueblo. Desde entonces, el pueblo iraquí ha seguido sufriendo de forma indecible, primero con la segunda invasión estadounidense, esta vez para quedarse y después, rematada por el mal llamado Ejército Islámico, que está terminadno de destrozar lo poco que quedaba en la mitad norte del país.
Si me quedan ganas, quizá termine de publicar más adelante una segunda actualización de este documento, que tiene un interés más bien histórico y arqueológico.
Dedicado con especial cariño para los ciudadanos iraquíes de toda condición, shiies, sunnies, cristianos ortodoxos, cristianos católicos caldeos, yazidíes, judíos iraquíes, árabes, kurdos, persas, turcomanos, armenios, en fin a toda esa amalgama humana, a muchos de los cuales, desde gentes sencillas a ingenieros cualificados tuve el privilegio de conocer y tratar en persona y que tanta hospitalidad me ofrecieron. Para ayudar a desdibujar la insultante imagen que se ha construido de ellos como terroristas, fanáticos, integristas y sectarios. No lo son. Nunca lo fueron conmigo y en aquellas épocas. Dedicado también a los niños de la chabola de adobe frente a mi casa, que juegueteaban con los míos y a los que tenía que despiojar, deseando que sigan vivos hoy. A su madre, aquella anónima mujer con abaia, que cocía diariamente con enorme experiencia y primor las tortas de pan ácimo, en un rústico horno de arcilla troncocónico con bosta de camello y hojas de palmera seca y que daba a mis hijos el pan recién salido del mismo con la misma generosidad que lo hacía con los suyos.
Torre en espiral de Samarra