Interesante entrevista a Eduardo Blasina, consultor agropecuario y periodista uruguayo. Exposición de tendencias tomando en cuenta muchos de los fenómenos que analizamos en CE: pico del petróelo, teoría malthusiana, inflación alimentaria. Blasina y Tardáguila escriben regularmente en el semanario Agropecurario del Obervador, pero en este caso los entrevistan en el suplemento Economía y Mercado de El País.
Economía y Mercado (El País
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TENDENCIA | Los inversores internacionales están ávidos por adquirir campos uruguayos pues consideran que sus precios son aún accesibles
Uruguay continuará siendo un país fundamentalmente ganadero
Actualmente la ganadería ha ingresado en una fase de meseta, ya que se produce lo mismo pero utilizando un área menor
Apostar sólo a la agricultura es jugarse a mercados que históricamente son mucho más inestables y a precios que son mucho más dependientes del clima, sostuvo el ingeniero agrónomo Eduardo Blasina, socio director de Blasina & Tardáguila Consultores. En diálogo con ECONOMIA & MERCADO, el entrevistado analizó, entre otros aspectos, la actual relación de los precios de los granos y el petróleo, la producción de alcohol a partir de maíz y de otros granos, el valor de la tierra y las perspectivas de crecimiento de la agricultura y la ganadería en Uruguay. A continuación se publica un resumen de la entrevista.
-¿Cuáles son las perspectivas de la agricultura en Uruguay?
-El panorama es muy promisorio, tanto en el corto como en el mediano plazo, ya que la economía mundial va a seguir enviando señales para que se aumente la producción agrícola. No obstante, han surgido algunos riesgos mayores a los que percibíamos el año pasado. Si bien los precios de los commodities han tenido subas sustanciales, habiéndose llegado quizás al techo en algunos granos, específicamente trigo y soja, hay un aumento considerable en los costos de fertilizantes y de algunos herbicidas -como, por ejemplo, el glifosfato- que han encendido una luz amarilla para el sector.
-¿No están los precios de los commodities exportables uruguayos muy expuestos a la actual volatilidad de los mercados internacionales?
-Sin duda nuestra producción agropecuaria, que se ha integrado a la realidad global, está expuesta a la volatilidad de los mercados y las variaciones que se registran son muy agudas, como ha ocurrido con el trigo y la soja, cuyos precios cayeron aproximadamente un 10% en las últimas semanas. Es preferible estar asociados a las fuertes subas y bajas de los precios internacionales que funcionar en un contexto como el de Argentina, ya que las experiencias de regulación de precios a los productores siempre han resultado muy negativas.
-Hay cifras realmente impactantes que indican que el negocio de commodities no respaldado por transacciones físicas es muchísimo mayor a los volúmenes reales que se comercializan. ¿Qué incidencia tiene ese mercado virtual en los actuales niveles de precios de los commodities?
-Por cierto esa actividad virtual tiene una clara incidencia en el aumento de la volatilidad de los precios de los commodities. En las ocasiones en que la Bolsa de Nueva York ha caído significativamente también se han producido fuertes descensos en los precios de los granos que no tenían un correlato en los fundamentos del mercado. De todos modos, el componente fundamental en la suba que se ha dado en los precios de los granos durante los últimos cuatro o cinco años, ha sido la oferta y demanda y no un azar especulativo, es decir que el motivo principal del aumento de las cotizaciones es la persistente baja en los stocks de granos en el mundo. Este incremento notable de sus precios no es producto de una burbuja que puede estallar en cualquier momento, sino que es una cuestión estructural. Mientras el petróleo se cotice a US$ 110-120 por barril y China continúe creciendo a tasas en torno al 10% anual, la tendencia alcista del precio de los granos no va a experimentar mayores cambios.
-¿Es previsible que se mantenga la actual relación entre los valores de los granos y el crudo?
-Ambos valores están indisolublemente atados. La suba del precio del petróleo incide en forma inmediata en los costos de producción agrícola a través de los combustibles que se utilizan en el proceso productivo y en las tarifas de los fletes, pero también tiene un gran impacto estimulando el uso de la tierra para la producción de combustibles alternativos. Si el precio del crudo se mantuviera en sus elevados niveles actuales, pero bajase la cotización de los granos, inmediatamente se produciría una reducción muy importante del área sembrada de esos cultivos porque no cerraría la relación costos/rendimiento, especialmente el de los fertilizantes que se han disparado. En caso de que el precio del trigo, que fue normalmente de US$ 120 por tonelada en Uruguay y que ahora cuesta más de US$ 400, volviera a sus niveles anteriores, sería imposible plantarlo en nuestro país.
-¿Evolucionaron del mismo modo los precios de los commodities agrícolas y del crudo durante las crisis del petróleo en 1973 y 1980?
-Sí. Lo que sucede es que el actual pico del precio del barril de petróleo responde a razones muy diferentes a las que causaron las crisis anteriores. Su precio actual es estructural ya que la suba ha avanzado progresivamente durante cinco años consecutivos porque la oferta disponible no puede cubrir la demanda. Indudablemente este es el fin de la era del petróleo, lo cual constituye un desafío para la humanidad que le cuesta asumir que tiene que adaptarse a movilizarse sin energía fósil.
-¿No son atribuibles las actuales subas de precios a la caída del valor del dólar y a la especulación de los inversores?
-Si bien esas razones son valederas, no constituyen el fenómeno central del aumento de los precios del crudo y los alimentos. Son fenómenos accesorios que hacen más aguda la tendencia. La explicación central está en que no se puede extraer petróleo infinitamente ni se puede expandir el área de siembra de manera infinita y el cambio tecnológico en la producción de alimentos tiene tiempos biológicos que son mucho más lentos que los que se dan en otras áreas. Basta observar que el rendimiento de la soja en Uruguay es de 2.000 kilos por hectárea desde hace veinte años porque no se puede inventar un tipo de soja que aumente su rendimiento un 200% de un año a otro. Son procesos que tienen una gradualidad muy marcada que no se condice con lo que es la expansión del consumo en China e India.
-¿No podrían los transgénicos acelerar esos procesos?
-Los transgénicos no han cambiado los rendimientos. Han abaratado los costos y han permitido sembrar en zonas de suelos mucho más frágiles donde antes no era posible hacerlo; pero no han tenido un gran impacto en lo que es estrictamente rendimiento. Es indudable que la biotecnología es una de las áreas que puede contribuir a solucionar el problema del cambio tecnológico. Sin embargo, no es magia. Es un proceso muy lento que implica investigación, testeo, etc. y parece poco probable que en un plazo de diez años logre una solución.
Valor de la tierra
-En los últimos años el litoral uruguayo ha recibido fuertes capitales de productores agrícolas argentinos así como de inversores locales que rara vez habían colocado sus fondos en el agro. ¿Qué consecuencias tienen esas inversiones?
-Se está dando un proceso de concentración de la tierra no sólo en el litoral, sino en todo el territorio nacional porque han llegado empresas argentinas muy fuertes que captan fondos internacionales y, por tanto, manejan varios miles de hectáreas de tierra en algunos casos. Por consiguiente, hoy la agricultura abarca todo el país. El cambio tecnológico generado por la siembra directa, los cultivos de soja transgénica y el uso de herbicidas ha levantado buena parte de las limitaciones para la agricultura de los suelos del centro y norte del país. Es paradigmático el caso de Durazno, tradicionalmente un departamento ganadero, en donde hoy están proliferando las inversiones agrícolas y forestales.
-¿Qué factores determinan ese repliegue de la ganadería en Uruguay?
-La agricultura es hoy significativamente más rentable que la ganadería, lo cual es un fenómeno mundial. Lo que más incide es el valor de la renta porque es muy difícil obtener más de US$ 100 por hectárea con una explotación ganadera. En cambio, los agricultores ofrecen entre US$ 200 y US$ 300 por el arrendamiento. Por lo tanto, resulta más conveniente para un productor agropecuario arrendar su campo ya que sin trabajar va a ganar el doble o el triple. Por lo tanto, el hecho de que la ganadería esté siendo desplazada por la agricultura tiene mucha relación con el valor de la renta.
-Pero, ¿sigue siendo un buen negocio invertir en la compra de campos dado el mayor valor de la tierra en Uruguay?
-A menudo la rentabilidad neta resulta muy baja en relación con el precio que se paga por la compra de un campo, pero también hay que tener en cuenta el efecto de la rentabilidad de la inversión inmobiliaria. Muchos economistas cuestionarán a Malthus, pero los inversores internacionales tienen muy claras sus ideas y están ávidos por adquirir tierras en Uruguay pues consideran que sus precios son todavía accesibles. Un campo que hoy vale US$ 5.000 la hectárea parece caro, pero la percepción que existe a nivel mundial es que va a valer US$ 10.000 en poco tiempo. Por eso, a veces se adquieren tierras ganaderas cuyo valor indica claramente que ese negocio no es rentable; pero su rentabilidad inmobiliaria compensa con creces la escasa o nula rentabilidad productiva, lo cual hace que esa inversión sea muy atractiva, sobre todo en un momento en que el riesgo es tan alto en otros negocios.
Sojización
-¿Cuál ha sido el mayor impacto de la expansión del cultivo de soja en Uruguay?
-En el año 2000 se habían plantado 7.000 hectáreas de soja y se estima que supere con creces las 500.000 hectáreas en la próxima siembra. Su mayor impacto está dado en el aumento del precio de la tierra, al haber pasado la hectárea de campo a valer, en promedio, US$ 2.000 cuando un año y medio atrás valía US$ 500. Eso se debe a que hoy se pueden obtener rentas enormes por el uso del suelo, habiéndose pagado hasta US$ 401 la hectárea por un arrendamiento anual en el litoral.
-¿Se tiende al monocultivo de soja en el litoral uruguayo como está ocurriendo en la provincia de Buenos Aires?
-Eso sólo el tiempo lo va a decir dependiendo, sobre todo, de que quienes son a la vez agricultores y propietarios actúen profesionalmente incorporando otros cultivos de verano. De hecho hoy tenemos un doble cultivo. En invierno se planta trigo o cebada que se cosecha en noviembre/diciembre e inmediatamente después se siembra soja. El inconveniente de arrendar tierras a los argentinos es que vienen con su receta de plantar soja todos los años, lo cual conlleva un grave riesgo de hacerle perder materia orgánica al suelo y, por tanto, el arrendatario tiene un margen que descontar de la renta.
-¿Hasta dónde llegará el avance de la agricultura en nuestro país?
-Algunos analistas prevén que hay cuatro millones de hectáreas que pueden ser destinadas a la agricultura en Uruguay. Por lo pronto, es seguro que el área destinada a los cultivos continuará creciendo sustancialmente este año y el próximo. Hay también problemas de costos que, en el mediano plazo, podrían poner un freno en el mediano plazo.
Ganadería
-¿Seguirá siendo Uruguay un país fundamentalmente ganadero?
-Por cierto que sí. Actualmente la ganadería ha ingresado en una fase de meseta: se produce lo mismo, pero en un área menor. El cambio operado logra compensar el área que ha ganado la agricultura, ya que la cifra de faena está estabilizada en unos 2,2 millones de vacunos por año. La ganadería tiene una función muy importante como estabilizador de los riesgos en el agro. Apostar sólo a la agricultura es jugarse a mercados que históricamente son mucho más inestables y a precios que son mucho más dependientes del clima.
-¿Incluye esa fase de meseta de la ganadería al subsector lechero?
-No. La lechería es una excepción dentro del sector ganadero. Su diferencial respecto al subsector cárnico consiste en que puede competir en niveles de ingresos con la agricultura. Sin embargo, es previsible que se extienda más el área de los cultivos a que se instalen nuevos tambos. La razón es que resulta más sencillo hacer agricultura porque la lechería requiere una inversión elevada y un know-how considerable.
-¿Qué complementos necesita la ganadería para producir más en una menor superficie de tierra y de esa manera lograr una mayor rentabilidad que la actual?
-Una estrategia muy frecuente de los ganaderos es arrendar una cuarta o quinta parte de sus tierras para cultivos o hacer agricultura ellos mismos. En general, los suelos uruguayos no son exclusivamente agrícolas ni todos los campos son sólo ganaderos y, por tanto, se puede dedicar una parte a los cultivos y otra a la explotación pecuaria.
-Dado el creciente valor de la tierra y la necesidad de generar mayor rentabilidad de los establecimientos agropecuarios, ¿qué posibilidades existen de que se generen nuevas formas de explotación ganadera en Uruguay?
-Algunos años atrás el sistema de "feed lot" amagó a instalarse en Uruguay, pero el precio de los granos y de los terneros subió tanto que los números no cerraron. En este momento, el precio del ternero está bastante bajo y, por tanto, es posible que reactive el uso de los "feed lots". Si se produjera una explosión en la producción de sorgo, que es un grano que viene creciendo sostenidamente, podría destinársele para el consumo del ganado uruguayo.
Llenar el tanque de nafta o alimentar a la gente
-La creciente demanda de granos para producir biodiesel juega en contra de la disponibilidad de alimentos. ¿Qué tiene prioridad en la economía globalizada: el combustible para los automotores y la industria o la alimentación de la población mundial?
-En una economía de libre mercado, la prioridad la tienen los automóviles. Mejor dicho, la primacía es de quienes disponen de dinero para llenar con combustible el tanque del auto y no de las masas famélicas de los países pobres como Haití. En la búsqueda de soluciones para este dilema ético, que hoy está planteado a nivel mundial, lo que ayuda a clarificar el panorama es saber que existen distintos tipos de biocombustibles. Una posibilidad es producir alcohol a partir de la caña de azúcar como se usa en Brasil, lo cual no le impide seguir siendo una potencia en la producción de alimentos. Otra alternativa muy cuestionada es producirlo a partir del maíz, dado que genera una suba de precios en cascada al quitarle vastas áreas al cultivo de otros granos y, por consiguiente, encarece muchísimo la producción de carne y lácteos como lo ha reconocido la propia Condoleeza Rice.
-Con ese panorama, ¿hasta cuándo podrá seguir aumentando la demanda de maíz para producir etanol?
-Cada vez va a ser más cuestionada la habilitación de refinerías para hacer etanol a partir de maíz ya que el precio de los alimentos continuará disparándose y puede provocar estallidos sociales muy difíciles de sofocar en varios países, como ya ha ocurrido en Egipto, Pakistán, etc. Por otra parte, difícilmente podrán cumplirse las metas fijadas por la Ley de Energía aprobada en Estados Unidos el año pasado, ya que implica un aumento altísmo de la producción de etanol para lo cual se requiere quintuplicar la producción de maíz.
Hay ideas de Malthus que deben ser rescatadas pues todavía tienen vigencia
-La máxima autoridad del FMI, Dominique Strauss-Kahn, ha advertido que cientos de miles de personas pueden dejar de comer por la política de generar energía a partir del maíz, la soja, etc. ¿Vuelve el malthusianismo por sus fueros en el siglo XXI?
-Hay que volver a reflexionar en torno a las ideas de Malthus. Es obvio que el economista inglés fallecido hace 174 años no pudo prever muchos fenómenos, sobre todo el descenso de la tasa de natalidad y el cambio tecnológico. Sin embargo, aún tiene vigencia su tesis de que la demanda de materias primas no puede crecer indefinidamente.
-Hasta ahora hemos vivido la ilusión de que el planeta tiene recursos infinitos...
-Justamente el fenómeno malthusiano se cumple porque hay un crecimiento exponencial de la demanda que no puede ser cubierto y que obliga a la humanidad a realizar un cambio cultural muy difícil de llevar a la práctica. En el plano energético, estamos en una situación malthusiana dado que la demanda por combustibles fósiles ha llegado al límite de la disponibilidad de los recursos. A pesar de que no se pueda aumentar la oferta de petróleo, China produce 170.000 automóviles nuevos diariamente.
-¿No es la sustentabilidad del ambiente un discurso propio de los ecologistas?
-Así como las ideas de Malthus omitieron procesos que eran imposibles de visualizar hace doscientos años, la economía del siglo XX no tomó en cuenta factores que son propios del carácter biológico de la producción de alimentos y del carácter biológico y geológico de la producción de energía que hoy tienen que ser asumidos urgentemente. Esas son ideas de Malthus, que luego planteó el Club de Roma en 1972 y que ahora tendrán que ser ajustadas y repensadas porque el modelo de desarrollo basado en que cada persona conduzca su propio automóvil que funciona con un motor de explosión a nafta es inviable de futuro. A su vez, el modelo de aumentar la producción de alimentos mediante el uso de biocombustibles, que implica la tala de los bosques del planeta, genera desastres cada vez más visibles, como es el caso del proceso de desertificación de Australia. Esos cambios muy graves que está atravesando el mundo actual tienen un componente malthusiano.
-Entonces, hay que releer el "Ensayo sobre el principio de la población" que Malthus publicó en 1798...
-Eso no quiere decir que es un texto sagrado que debe ser aceptado literalmente. Sí hay que atender lo que sostenía con respecto a que la demanda iba a crecer exponencialmente -como es el caso de China, cuyo crecimiento es del 10% anual- y que la tierra y el petróleo son recursos absolutamente finitos. Allí estamos cruzando un límite. En realidad, el concepto importante es el de capacidad de carga a nivel global. (N.del R.: Capacidad de carga es la cantidad de población que un ecosistema puede soportar.) Si la demanda a escala planetaria de recursos energéticos y no energéticos continúa creciendo ilimitadamente, va a afectar la oferta futura de los mismos, que va a ir disminuyendo. El petróleo y la pesca son dos ejemplos diferentes de un mismo fenómeno. Se localiza mucho menos petróleo del que se extrae y se pesca más de lo que se puede reponer. El cambio climático genera un efecto similar: la alteración a la naturaleza es tal que algunos países se desertifican y quedan limitados o incapacitados de exportar determinados productos. Por ejemplo, Australia dejó de ser estructuralmente un país exportador de arroz y no puede crecer más en lácteos.
-¿Cómo se debería encarar ese tema?
-Estamos ante límites que hay que pensar cuidadosamente si los queremos cruzar manteniendo intacto el actual patrón de consumo o si debemos reformularnos algunas ideas al respecto. Tenemos que definir si consumir más es siempre sinónimo de vivir mejor o si podemos cambiar las pautas de consumo y tratar de mejorar la calidad de vida, buscando minimizar los daños colaterales. Por lo tanto, hay varias ideas de Malthus que se deben rescatar porque le dan el carácter estructural a la situación de precios del petróleo y los alimentos.