Seré esclavo de mis palabras. Razas, etnias, religiones, sexos y genéticas superiores
- Viernes, 11 Octubre 2024 @ 22:55 CEST
- Autor: PPP
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Cuando hablamos de supremacistas, lo hacemos siempre pensando en algunos ejemplos más o menos recientes, que practicaban el supremacismo, entendido, según el diccionario, como Ideología que defiende la preeminencia de un sector social sobre el resto, generalmente por razones de raza, sexo, origen o nacionalidad.
Seguimos repitiendo frecuentemente el problema que el mundo tuvo con Hitler , en nazismo y su raza aria. Podríamos extender esta consideración a muchos europeos en las conquistas de África y de América. Hay una amplia variedad de matices e intensidades en todo esto.
Por ejemplo, sin condonar los múltiples abusos y barbaridades cometidas contra los nativos de aquel continente de los españoles como pioneros en la llegada al continente americano, debemos recordar que si se llegó allí por primera vez en 1492, ya en 1550-1551, se debatió en el Colegio de San Gregorio de Valladolid la llamada ”polémica de los naturales”, que eran los indígenas americanos o indios). Si bien una parte importante ya afilaba los colmillos para esclavizarlos o hacer la guerra a los que se opusieran a la “evangelización” en 1512 , allá se debatió si eran seres humanos o salvajes susceptibles de ser domesticados como animales. Los dominicos debatieron sobre el sí o el no. El debate sirvió al menos para confirmar que eran seres humanos, actualizar las Leyes de Indias y se considera algo muy inusual en la historia este tipo de escrúpulos en la concepción de un imperio.
Especialmente, si lo comparamos con actuaciones mucho más recientes, como la de los belgas, organizando en la Exposición Universal de Bruselas de 1958 (yo estaba haciendo la Primera Comunión, o sea, no hace tanto), junto al Atomium como muestra del control del átomo, un verdadero zoológico de congoleños, para disfrute de los visitantes. Esto no es para exculpar lo que hicieron los españoles o siguieron desde luego haciendo pese a la voluntad de Fray Bartolomé de las Casas y algún otro. Pero advierte mucho contra los que bajo otros aspectos, siguen mostrando aspectos claramente supremacistas.
Todos recuerdan a Hitler negándose a saludar al medallista de oro Jesse Owens, por ser negro. Sin embargo, aquello fue en agosto de 1936. En el propio país que fue representado por Jesse Owens, los Estados Unidos, todavía en 1962, con Kennedy de presidente, los negros tenían que viajar en la parte de atrás de los autobuses, ceder asientos a los blancos y no podían entrar en los aseos o urinarios públicos de los blancos y desde luego, no podían ir a la Universidad. Es decir que mucho después de Hitler, todavía me quedan dudas de que EE.UU. no estuviese utilizando a Jesse Owens como un “animal domesticable” de los que se debatían en Valladolid en 1550, que podían aprovechar para competir por medallas para el país con seres humanos blancos de otras nacionalidades, como el que utiliza el burro para sacar agua del pozo con la noria.
En fin, hay múltiples ejemplos de estas prácticas deleznables, donde determinados países (desde que existe el moderno concepto de nación Estado) se han considerado a sí mismos superiores a los demás, dueños del llamado “destino manifiesto”, por ejemplo, en los Estados Unidos, para considerarse nación elegida. O bien la etnia elegida, o la religión verdadera (y generalmente única) o una genética indiscutiblemente superior. Sea en la Sudáfrica del Apartheid, en el Japón imperial, en la Francia napoleónica o en la Grecia o Roma clásica validando la utilización de esclavos.
Y esto me ha movido a escribir sobre algo que no soporto, ahora que se están concediendo los galardones de los Premios Nobel de la Academia Sueca.
Estoy muy harto de oír que los judíos, que son apenas el 0,2% de la población del planeta, han conseguido el 22% de los premios Nobel. Es decir, unas 100 veces más galardones que todo el resto de etnias o confesiones, como prefieran definir a los judíos. Son sutiles a la hora de justificar este porcentaje en características que los harían únicos,, como la victoria sobre la adversidad (como si los demás pueblos, etnias o religiones no hubiesen pasado y sigan pasando por momentos adversos) o por el enorme énfasis en educación y en erudición, como si los demás pueblos aborreciesen de la educación.
He oído esta monserga cientos de veces de judíos conocidos. Y he visto que goza de una aceptación generalizada entre los no judíos, que les confiere a los judíos esa suerte de “supremacismo”. No lo acepto. No acepto que haya un grupo humano superior a los demás, ni el mío ni el de los arios, por mucho Von Braun que muestren, ni el de ningún pueblo, nación o etnia del mundo.
Así que sugiero empezar a reconsiderar estas concesiones. Y no porque obviamente haya vicios de gran calado, como los de conceder el Premio nobel de la Paz a sujetos como Henry Kissinger, Menahem Begin, Yitzhak Rabin o Simon Peres, que están mas del lado del genocidio masivo y los crímenes de lesa Humanidad que de la Madre Teresa de Calculta. Es que hay algunos otros como el de Milton Friedman en Economía, que dan también mucha grima, viendo como va la economíadel mundo, gracias a sus dictados.
Ya está bien, señores.
Hay que empezar a plantearse si no será más bien que los que gozan de poder e influencia, sobre todo económica y financiera, no se dedican al autobombo y a la promoción de sus perfiles. Hace muhco que la Academia Sueca dejó de premiar a médicos por sus esfuerzos por la salud humana y se dedicó a otorgarlos a jefes de grupos de investigación del Big Pharma, solo al alcance de grandes fortunas en investigación y que no siempre van encaminadas a la mejora de la salud humana, por más que esa sea la razón del galardón, sino sobre todo a aumentar la tasa de ganancia de la multinacional en cuestión. Y así todo.
Ya está bien. Los judíos no son superiores a los demás EN NADA. Como no lo eran ni los nazis y arios, ni nadie, ni siquiera en los momentos de mayor esplendor y dominio de su grupo, pueblo raza, etnia o religión sobre las demás. Son iguales que los demás. Somos todos iguales que los demás. Y no como decía Orwell en Rebelión en la granja: “todos somos iguales, pero algunos son más iguales que otros”.
Hoy decían en un telediario que apenas hay un porcentaje minúsculo de mujeres entre los premios Nobel, apenas 119 galardonadas. Apenas un 14,3% del total. Una mujer por cada nueve hombres. ¿Podría hoy presumir alguien de que los hombres son esencialmente superiores a las mujeres por esta forma de adjudicar los premios Nobel? ¿No se deberá más bien a una viciada forma de entender las adjudicaciones?
Si nos han enseñado eso y creemos eso, si realmente somos todos iguales, hay que despreciar y reducir a su justa medida el superlativo porcentaje de judíos galardonados por el Nobel y concluir que los premios llevan décadas rifándose y algunos llevan casi todos los boletos para el sorteo. Y en todo caso, preguntarse por qué pueden comprar tantos boletos para la rifa. Y nada más.