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¡Que siga la fiesta, el Peak Oil es un mito!

  • Miércoles, 11 Julio 2012 @ 06:42 CEST
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Fuente: gráfica utilizada en el informe de Leonardo Maugeri sobre la capacidad productiva global de petróleo en 2020.

Cuando en 1998 los dos geólogos retirados Colin Campbell y Jean Laherrère publicaron el artículo "El fin del petróleo barato" en Scientific American, el precio medio del petróleo ese año fue de 12$/barril (unos 17$/barril en dólares de 2011). Al año siguiente, The Economist publicaba su famosa portada con el titular "Drowning on oil" (ahogados en petróleo) y un artículo en el que proclamaba que el precio del petróleo podría llegar a caer hasta los 5$/barril. Ese mismo año la Agencia Internacional de la Energía (AIE) en su World Energy Outlook 1999 (WEO 1999) afirmaba que "los precios del petróleo se mantendrían planos hasta 2010, en la media de 17$/barril del periodo 1991-1995, para después incrementarse gradualmente hasta 2015, reflejando una esperada transición hacia el petróleo no convencional" (página 26).

Pero lo que sucedió a partir de ese momento dió la razón a Campbell y Laherrère: el petróleo dejó de ser barato (el precio medio anual del petróleo Brent aumentó un 774% entre 1998 y 2011), y también se cumplió la afirmación de la entradilla de su artículo en Scientific American: "la producción global de petróleo convencional empezará a declinar antes de lo que la mayoría espera, probablemente dentro de los próximos diez años".

De cuando se le dio la razón (discretamente) a ASPO
Muchas cosas han cambiado desde entonces. En su WEO 2010, la AIE reconocía que el pico del petróleo convencional ocurrió en 2006, con una media anual de 70 millones de barriles diarios (mbd). Hay que aclarar que el "petróleo convencional" comprende básicamente los hidrocarburos que se extraen como líquidos, para distinguirlos de petróleos no convencionales como las arenas asfálticas, las pizarras bituminosas, el petróleo ultrapesado (que tiene la consistencia de una melaza) o los biocombustibles. De un tiempo a esta parte, las estadísticas del petróleo suelen referirse a una nueva categoría, llamada "todos los líquidos", que incluyen no solo el petróleo convencional, sino también el petróleo no convencional, incluyendo también los condensados asociados a la extracción de gas natural (etano, propano, butano y otros que pueden sustituir al petróleo como matería prima en las refinerías) e incluso las llamadas ganancias de refinería (ganancias en volumen al refinar el petróleo, aunque el contenido energético sea el mismo). De esta manera, juntando en una misma categoría volúmenes de sustancias con contenidos energéticos muy diferentes (los líquidos del gas natural contienen entre un 60 y un 70% de la energía calorífica del petróleo convencional), obtenemos una medida correcta del volumen extraído, pero no de su contenido energético (ajustada a la energía calorífica los volúmenes de extracción podrían ser hasta 5 mbd menores que los actuales).

Por tanto, Campbell y Laherrère estaban en lo cierto en 1998, y las predicciones de la AIE y de The Economist de la misma época se demostraron erróneas. De hecho, la AIE inició en 2004 un importante cambio de actitud y de metodología en sus análisis. Si hasta ese momento habían calculado el futuro suministro de petróleo de acuerdo a las proyecciones de crecimiento económico, asumiendo que la demanda siempre sería satisfecha, a partir de ese momento empiezan a introducir requisitos para que se cumpliesen sus previsiones, como por ejemplo que las inversiones fuesen "las necesarias", o que se confirmasen las estimaciones de reservas de petróleo del United States Geological Survey (USGS), ya que de lo contrario, "el pico del petróleo podría llegar el 2015 o antes" (WEO 2004, página 102).

En 2005, ya en plena crisis de precios del petróleo, la agencia publica su informe "Saving Oil in a Hurry: Measures for Rapid Demand Restraint in Transport", en el que ofrece consejos a los estados miembros de la OCDE para mejorar su capacidad de "manejar la volatilidad de los mercados y posibles interrupciones del suministro" (página 3). A partir de ese momento, la AIE, y especialmente su economista jefe Fatih Birol, se embarcan en una campaña para advertir al mundo de que "podemos sufrir una crisis de suministro petrolero de aquí a 2015 si no hay suficiente inversión en los mercados, si no hay un crecimiento de la producción a un nivel que compense la demanda, y si el crecimiento de la demanda no se amortigua en los países de la OCDE, China y la India".

Llegados a 2008, los altos precios del petróleo, consecuencia de una fuerte demanda frente a una producción estancada, como sostiene el economista James Hamilton de la Universidad de San Diego, contribuyen al inicio de la recesión en los EE.UU., y por extensión, en el resto del mundo. Los precios se desploman por un tiempo, y la demanda de petróleo empieza a descender en los países de la OCDE (un 7,4% en el periodo 2007 - 2011), aunque esto se ve más que compensado por el crecimiento en el resto de países (cuya demanda de petróleo crece en el mismo periodo un 14,7%). A nivel global, la demanda desciende en un 1,9% entre 2008 y 2009, pero vuelve a aumentar un 3,5% entre 2009 y 2011 gracias de nuevo a los países en desarrollo. Con la producción de petróleo convencional estancada en una meseta oscilante entre los 72 y los 76 mbd desde 2004 (estas son cifras medias anuales) y la demanda neta aún aumentando pese a la crisis financiera y económica en los países industrializados, han sido los petróleos no convencionales y los líquidos asociados a la extracción de gas natural los que han permitido seguir satisfaciendo la demanda, eso sí, a unos precios cada vez mayores. Precios, por cierto que lastran considerablemente las posibilidades de volver al crecimiento económico experimentado en las décadas pasadas y que tan necesario se presenta para salir de la crisis de crédito en la que nos encontramos actualmente.

Frente a estos antecedentes, ¿cómo es posible entonces que en los últimos tiempos se hayan publicado numerosos artículos en los que se da por muerta la idea del cenit del petróleo? ¿Cómo es posible que reconocidos medioambientalistas como George Monbiot hayan dicho recientemente que "estábamos equivocados acerca del pico del petróleo: hay suficiente petróleo para freir el planeta"?

Antes de proseguir, es conveniente echarle un vistazo a los argumentos y a las afirmaciones que se utilizan para justificar que hay que olvidarse del cenit del petróleo, para entender exactamente qué es lo que ha pasado y si está justificado que las evidencias presentadas al principio de este texto y la propia misión de ASPO y AEREN deban ser revisadas. Y una de las primeras reflexiones que producen la lectura de algunos de los artículos en prensa aparecidos últimamente, que presentan el cenit del petróleo como una teoría marginal, es que no merecen siquiera una crítica. La razón es que cuando se discute un argumento la primera obligación del crítico es entender ese argumento. Así, todo aquel que utilice la cifras de reservas para desacreditar el cenit del petróleo merece que se le ignore. Igual suerte debería merecer todo aquel que describa el cenit del petróleo como una teoría. El cenit del petróleo es un fenómeno observado en todos los yacimientos maduros, se puede considerar como "teoría" discutible (en eso no nos ponemos de acuerdo ni siquiera los que reconocemos el cenit del petróleo global como algo que nos afectará en el medio plazo) sus efectos, pero nunca se debe cometer el error de poner en duda que los yacimientos petrolíferos llegan a una tasa máxima de extracción para luego declinar. No obstante, la desinformación no descansa, y no está el nivel de la discusión como para renunciar a clarificar las cosas, incluso cuando los argumentos van cargados de falacias argumentativas.

El optimismo petrolero vende bien cuando bajan los precios
The Wall Street Journal publicó el pasado 26 de junio el artículo "Has Peak Oil Peaked?", en el que se afirma que "si estamos en el cenit del petróleo, entonces las reservas globales no deberían estar aumentando y la capacidad de producción debería haber llegado a su máximo o estar descendiendo". La afirmación demuestra que el autor del texto es de los que no comprenden la verdadera naturaleza del cenit del petróleo, este no depende del volumen total de reservas, sino de los flujos de petróleo que llegan al mercado, de la velocidad a la que lo hacen y de su coste (tanto dinerario como energético). Baste un ejemplo para demostrarlo. Si comparamos la evolución de las reservas de petróleo mundiales en el periodo 1998 - 2011 con la evolución de la extracción (se escoge un periodo lo suficientemente largo como para permitir que un descubrimiento se desarrolle comercialmente, lo que puede llevar de 7 a 10 años), veremos que mientras que las reservas han aumentado un 51%, la extracción lo ha hecho en un 13%. Si esta diferencia indica simplemente que el mercado "no necesita más petróleo", ¿por qué ha aumentado el precio un 774% en el mismo periodo? Y frente a la realidad del precio, ¿por qué los productores no han corrido a poner esas reservas en el mercado y aprovechar así los altos precios? Por tanto, el volumen de las reservas no debería ser un argumento válido para desestimar la realidad del cenit del petróleo, existen ingentes recursos de hidrocarburos en el subsuelo del planeta, pero el criterio para convertirlos en reservas no es ni mucho menos universal y a menudo responde a motivos políticos (en el caso de las compañias estatales, que controlan la mayor parte de las reservas mundiales), o económicos (en el caso de compañias privadas que cotizan en bolsa).

Esto pone de manifiesto otro problema: ¿son fiables los datos de las reservas? Los datos utilizados aquí provienen del British Petroleum Statistical Review of World Energy, publicado anualmente. Pero la petrolera británica incluye esta advertencia en su informe estadístico anual:

La serie de datos de reservas probadas de petróleo y de gas del BP Statistical Review of World Energy de junio de 2011 no necesariamente cumple con las definiciones, normas y prácticas utilizadas para la determinación de las reservas probadas a nivel de empresa, por ejemplo, bajo las normas contables del Reino Unido que figuran en la Declaración de Prácticas Recomendadas, "Contabilidad para la exploración de petróleo y gas, desarrollo, producción y actividades de clausura" (SORP Reino Unido ) o según lo publicado por la Comisión de Bolsa y Valores estadounidense, ni representan necesariamente la opinión de BP de las reservas probadas por país. Por el contrario, las series de datos se ha compilado utilizando una combinación de fuentes oficiales primarias y datos de terceros.

Dicho de otra manera, los datos que publica BP no son los mismos que la compañía utiliza a nivel interno. Cuando BP habla de "fuentes primarias" se refiere a datos oficiales proporcionados por compañías y estados. Dado que el 72,4% de las reservas probadas de petróleo están en manos de la OPEP y esta explota sus reservas a través de compañías nacionales, esto quiere decir que simplemente BP acepta los datos ofrecidos por estas sin realizar más indagaciones. Para tener una idea de la fiabilidad de estos datos, hay que recordar un episodio de mediados de los años 80 del pasado siglo cuando Arabia Saudita, Irak, Irán, Kuwait y otros miembros de la OPEP doblaron sus reservas sin que hubiese mediado ningún nuevo descubrimiento. En apenas cuatro años las reservas de petróleo de la OPEP crecieron un 62%, unos 300 Gb (Gb = gigabarriles, equivale a mil millones de barriles). ¡En el año 1989 esto supuso que las reservas probadas mundiales de petróleo aumentaron un 29,2%! (hoy esa cantidad de petróleo sigue suponiendo un nada despreciable 18%).

Figura 1: Reservas probadas de petróleo de los países de la OPEP 1980-2011

Fuente: British Petroleum Statistical Review of World Energy 2012

El pasado 19 de junio, en la web de la BBC se publicó el artículo "Shortages: Is 'Peak Oil' Dead?". En este, su autor aduce que en 2008 el mundo alcanzó un nuevo récord de producción de petróleo convencional de 73,5 mbd, aunque si consultamos la referencia que proporciona, veremos que este récord se ha superado en 2011 con 74 mbd. Aún así, si tomamos como año inicial 2004 por ser el año en el que la demanda y los precios empiezan a dispararse, ¿tiene alguna relevancia estadística un aumento de la extracción de un 2,2%, cuando en el mismo periodo los precios han crecido un 192% (Brent)? En todo caso estamos en una meseta técnica de la producción, y no se puede hablar de un récord significativo, si la extracción hubiese respondido a la demanda con su misma fuerza, no hubiésemos experimentado el mismo nivel de precios.

En Business Insider, el pasado 28 de junio se hicieron eco de un informe de Citigroup publicado en febrero de 2012 titulado "Resurging North American Oil Production and the Death of the Peak Oil Hypothesis" (que fue seguido de otro titulado "Energy 2020: North America, the New Middle East?"). Y aquí nos encontramos con uno de los principales motivos, sino el único, de esta avalancha de artículos e informes que desacreditan el fenómeno, que no teoría, del cenit del petróleo: el resurgir de la producción de petróleo en norteamérica.

Otro informe, "Oil: The Next Revolution" se ha sumado recientemente al de Citigroup. Su autor es Leonardo Maugeri, economista y antiguo ejecutivo de la petrolera italiana ENI. Maugeri, junto con otros economistas como Morris A. Adelman o Michael Lynch, no es un recién llegado al debate sobre el cenit del petróleo. Ya en 2006 publicó "The Age of Oil: The Mythology, History, and Future of the World's Most Controversial Resource", un libro sobre la historia del petróleo en el que ya expuso sus argumentos en contra de la escasez de petróleo.

Maugeri gana en optimismo a los optimistas (pero no convence)
El reciente informe de Maugeri, para cuya elaboración ha contado con el apoyo económico de British Petroleum a través de su Geopolitics of Energy Project, afirma que en 2030 la capacidad de producción global de petróleo alcanzará los 110,6 mbd. Vale la pena detenerse en la distinción entre "producción" y "capacidad de producción". Según el informe de Maugeri, Arabia Saudí tiene actualmente una capacidad de producción de un poco más de 12 mbd, sin embargo nunca ha alcanzado ese volumen de producción, lo más cerca que ha estado ha sido en 2005 con una media de 11 mbd y en 2011 con una media de 11,1 mbd. Los principales productores que contribuirán a esa capacidad de producción de 110,6 mbd en 2030 son, de mayor a menor, Irak, EE.UU., Canadá y Brasil.

Sin duda Irak es el país más prometedor en cuanto al crecimiento de su capacidad productiva, no solo posee las terceras mayores reservas mundiales de petróleo convencional por detrás de Arabia Saudí e Irán, sino que a causa de sus problemas geopolíticos (guerra Irak - Irán, guerra del Golfo, invasión de EE.UU.), sus reservas no han sido explotadas con la misma intensidad que las de sus vecinos. Maugeri pronostica que Irak podrá resolver sus problemas de seguridad y que su industria petrolera podrá alcanzar una capacidad de casi 8 mbd en 2020. De hecho, Irak está muy cerca de alcanzar el nivel de extracción anterior a la invasión estadounidense de 2003, y en 2009 se inició un ambicioso proceso de subastas para atraer inversores extranjeros por un volumen total de 12 mbd. Nadie duda de que Irak tiene un gran potencial, pero su futuro petrolero está condicionado a su estabilidad política, y a la de la región entera.

Por su parte, el resurgir de la extracción de petróleo en los EE.UU. se está convirtiendo en un espectáculo mediático en torno a la ansiada "independencia energética", y esto se refleja tanto en los informes de Citigroup como en el de Maugeri. Según Citigroup, los EE.UU. podrían estar produciendo 15,6 mbd en 2020, ¡superando su cenit de extracción de 11,2 mbd en 1970! Maugeri es algo más cauto y "solo" prevé una capacidad de producción de casi 12 mbd en 2020, superando también el cenit nacional de 1970. Estos enormes aumentos en la capacidad de producción (en 2011 los EE.UU. promediarion una extracción de 7,8 mbd) se basan fundamentalmente en la explotación de las enormes reservas de petróleo de esquistos, y otros yacimientos situados en estratos de baja permeabilidad como areniscas o calizas (no confundir con los esquistos de petróleo, estos son roca generadora de petróleo inmadura, mientras que aquellos son petróleos líquidos atrapados en formaciones de pizarra u otros estratos de muy baja permeabilidad).

Figura 2: Producción de petróleo y líquidos del gas natural en los EE.UU. 1949-2010.

Fuente: http://peakenergy.blogspot.it

El problema del petróleo de esquistos de las formaciones Bakken y Eagle Ford es el de todos los petróleos no convencionales. Las características de los yacimientos (en este caso la baja permeabilidad del estrato que contiene el petróleo atrapado entre los poros de la roca) hacen que para poder extraer el petróleo se requiera un mayor número de perforaciones y técnicas más costosas como la hidrofractura o las perforaciones horizontales. Tanto los yacimientos de Bakken y Eagle Ford son conocidos desde hace décadas, y lo mismo sucede con las técnicas necesarias para su explotación, lo único que ha cambiado es que ahora los precios del petróleo sí hacen rentable, de momento, su extracción.

Otra de las características de las operaciones de explotación de este tipo de yacimientos, característica que comparten con los yacimientos de gas de esquistos, es que las tasas de declino en los primeros años de explotación son altísimas, de hasta un 90%. Este hecho, combinado con la baja productividad de cada pozo (entre 60 y 150 barriles diarios) obliga a un ritmo incesante de perforación si se quiere mantener el nivel de extracción, y por ende, un nivel de precios adecuado (que Maugeri estima para el West Texas Intermediate de 70$/barril. muy por debajo de los costes que CERA ha estimado anteriormente, sobre los 90$/barril). Y no es la única cuestión en la que Maugeri se muestra incluso más optimista que los tradicionalmente optimistas. Si la Energy Information Administration estadounidense ha pronosticado que la producción de petróleo de esquisto puede alcanzar los 1,2 mbd en 2035, Maugeri afirma que en 2020, el nivel de producción puede ser de 3,6 mbd.

¿Son estos desarrollos suficientes para justificar las esperanzas de que los EE.UU. alcancen la independencia petrolera? ¿Justifican estos volúmenes la afirmación de que hay que olvidarse del cenit del petróleo? La siguiente gráfica pone un poco de perspectiva:

Figura nº 3: Producción de petróleo en los EE.UU. 1990 - 2010 y proyección hasta 2035.

Fuente: http://peakenergy.blogspot.it

EE.UU. es un excelente ejemplo del cenit del petróleo, dado que no han existido grandes obstáculos para el desarrollo de sus recursos, ni ha faltado tampoco tecnología ni dinero. En la figura nº2 un se puede observar un cenit principal en 1970 seguido de un repunte cuando se empiezan a explotar los yacimientos de Alaska, y otro menor cuando se desarrolla la extracción de aguas profundas en el Golfo de México. Esto es, la tecnología y los nuevos descubrimientos que esta habilita no le dan la vuelta a la situación (no se vuelve a los niveles de extracción anteriores), aunque sí extienden la extracción en el futuro. La gráfica muestra un tercer repunte gracias a la suma del petróleo de esquistos y el petróleo de aguas profundas del Golfo de México, pero aún muy lejos de darle la vuelta a la situación. E incluso con los hiperoptimistas supuestos de Maugeri, en los que los EE.UU. podrían estar produciendo casi 12 mbd en 2020, actualmente los estadounidenses consumen 18 mbd, de los que 11 mbd son importados, por lo que difícilmente puede hablarse de independencia energética respecto al petróleo (a no ser que la demanda descienda de manera abrupta, algo que en el medio plazo solo puede conseguirse mediante la destrucción forzada de la demanda causada por una crisis económica).

En resumen, los argumentos utilizados para intentar desacreditar la idea de que estamos en una meseta de extracción petrolera cuya más que probable evolución a la baja será muy difícil evitar en los próximos 5 o 6 años están basados en la extrapolación del crecimiento de la extracción de petróleos no convencionales mediante técnicas muy costosas y que dependen de un alto precio del petróleo. Esto es básicamente lo que la AIE había defendido hasta 2004, momento en el cual cambiaron radicalmente su visión del asunto.

De hecho, para defender sus argumentos, Maugeri tiene que retorcer los datos para escapar de las nuevas estimaciones que la AIE ha hecho en los últimos años. Como demuestra Steve Sorrell (del Sussex Energy Group y uno de los autores del informe de la UKERC) y Christophe McGlade (UCL Energy Institute) en un breve comentario, "Maugeri ha realizado unas asunciones muy optimistas sobre las tasas de declive medio global, sin aportar una justificación adecuada y ha tergiversado las estimaciones hechas por otros". Y esto lo ha hecho fundamentalmente presentado estimaciones de la tasa de declive de los yacimientos extremadamente optimistas si las comparamos con las ya de por sí optimistas estimaciones de las principales agencias y consultoras en la materia.

Cuando un yacimiento de petróleo alcanza el máximo de producción (comúnmente porque la presión natural del yacimiento desciende o porque ya no se considera rentable compensar esta pérdida de presión mediante métodos de recuperación como la inyección de agua o gases) esta empieza a declinar inmediatamente. El término "tasa de declive" se refiere a la reducción en la extracción de un pozo o yacimiento de un año a otro, expresado en tanto por ciento. Cuando se calcula la tasa de declive global, hay que tener en cuenta que algunos yacimientos ya están en declive (han pasado su cenit particular) y otros no. También se distingue entre la "tasa de declive real o observada" y la "tasa de declive natural", la que se observaría si no se tomasen medidas como la perforación de más pozos, o la utilización de técnicas de recuperación mejorada (como el aumento de presión mediante la inyección de líquidos o gases). Es una práctica común en este tipo de cálculos compensar la tasa de declive de cada yacimiento dependiendo de su contribución al total, ya que no es lo mismo una tasa de declive del 5% en un pozo que produce 20.000 barriles diarios (bd) que en uno que produce 500.000 bd.

En su informe, Maugeri afirma que la AIE proyectó un incremento del 10% en la tasa de declive media mundial del petróleo hasta 2010, cuando IHS-CERA predijo una tasa del 4,5% de declive, pero la tasa de la AIE se refiere al declive natural de los yacimientos que han pasado su cenit, mientras que la tasa de IHS-CERA se refiere a la tasa de declive observado en todos los yacimientos en 2008. Maugeri no explicita qué asunciones para la tasa de declive usa en sus cálculos, aunque afirma que no hay evidencia de que sea mayor que un 2-3%. De la tabla que Maugeri incluye (tabla 1) se puede deducir (si se resta la columna de "Producción neta adicional o pérdida" de la columna "Producción adicional ajustada") las asunciones hechas en cuanto a la tasa de declive: restando los 18,6 mbd resultantes de las adiciones (o restas en la capacidad de producción) de los 27,4 mbd que se esperan que se añadan entre 2012 y 2020 se obtiene 11 mbd de pérdida de capacidad causada por el declive de los yacimientos que ya han pasado su cenit petrolero. Estos 11 mbd resultan en una tasa de declive media de 1,6% durante el periodo, menos de la mitad de las estimaciones de la AIE y CERA para 2008 (4,1% y 4,5% respectivamente). Si aplicasemos las asunciones de la AIE al análisis de Maugeri, el resultado final sería una capacidad productiva de petróleo para 2020 de 95,1 mbd, en línea con las estimaciones del escenario continuista de la AIE para 2020 (94,6 mbd).

Tabla 1: Capacidad de producción mundial de petróleo hasta 2020 (mbd).

País Capacidad de producción finales 2011 Producción adicional sin restricciones Producción adicional ajustada Producción neta adicional o pérdidas* Capacidad de producción 2020
Arabia Saudí 12,3 0,9 0,9 0,9 13,2
EE.UU. 8,1 7,6 4,7 3,5 11,6
Rusia 10,2 1,2 0,8 0,4 10,6
Irak 2,5 10,4 5,1 5,1 7,6
Canadá 3,3 6,8 3,4 2,2 5,5
Brasil 2 6 3,3 2,5 4,5
China 4,1 0,7 0,5 0,4 4,5
Irán 3,8 0,5 0,2 -0,4 3,4
Kuwait 3 1 0,4 0,4 3,4
EAU 2,7 0,86 0,8 0,7 3,4
Venezuela 2,7 2,3 1,2 0,5 3,2
Nigeria 2,4 1,7 0,8 0,4 2,8
Angola 1,9 1,38 1 0,7 2,6
Kazajstán 1,6 1,6 0,9 0,9 2,5
Qatar 2,1 0,7 0,5 0,3 2,4
México 3 0 0 -0,7 2,3
Argelia 2,1 0,7 0,5 0,2 2,3
Líbia** 1 1,2 1,2 1,2 2,2
Noruega 2,3 0,4 0,2 -0,4 1,9
Azerbayán 1,1 0,4 0,3 0,1 1,2
India 0,9 0,6 0,3 0,2 1,1
Indonesia 1 0,4 0,3 0 1
Reino Unido 1,2 0,2 0,1 -0,5 0,7
Subtotal 75,3 47,54 27,4 18,6 93,9
Otros 17,7 2 1,2 -1 16,7
Total mundial 93 49,54 28,6 17,6 110,6
De los cuales:          
Petróleo 78       86
GNL 15       24,6

* Se incluye el agotamiento y el crecimiento de las reservas.
** La producción de Líbia en 2011 se vió limitada por la guerra civil. Antes de la guerra civil la capacidad de producción era de 1,9 mbd.

Fuente: Maugeri 2012

En definitiva, la proliferación de barriles especulativos se está convirtiendo en una de las garantías preferidas ahora que el crédito se ha vuelto precavido, y la opinión fabricada acerca del mito del cenit del petróleo sirve de aliado a petroleras y petroestados (y sorprendentemente a algún ecologista despistado, como veremos a continuación). Se están vendiendo las bondades de los barriles no convencionales como se vendieron en su día los productos financieros que están acelerando el colapso del sistema financiero mundial: como un triunfo de la tecnología y los mercados. No es de extrañar que la mayoría de sus voceros sean economistas y no geólogos.

Monbiot, un ejemplo perfecto (más una opinión personal)
George Monbiot es un conocido escritor y comentarista sobre temas de medioambiente que suele escribir artículos en el diario británico The Guardian. Recientemente publicó un artículo, "We were wrong on peak oil, there is enough oil to fry us all", en el que afirma literalmente que una "explosión en el suministro de petróleo se ha burlado de nuestras predicciones". Utilizando el informe de Leonardo Maugeri y las expectativas creadas en EE.UU. por los petróleos de esquistos Monbiot declara que el problema "no es que haya poco petróleo, sino que hay demasiado". Recientemente Monbiot ya había sufrido otra dolorosa caída del caballo cuando afirmó declararse partidario de la energía nuclear en otro artículo, "Why Fukushima made me stop worrying and love nuclear power", argumentando que abandonar ahora la energía nuclear supondría un alto precio para la lucha contra el cambio climático, pues, como sucedió en Japón tras el accidente de Fukushima, las centrales cerradas se sustituirían con gas natural pero sobre todo con carbón.

Polémicas nucleares aparte, el caso de Monbiot es el ejemplo perfecto de la complicada relación que tienen muchos militantes ecologistas respecto al fenómeno del cenit del petróleo. Para la corriente principal del ecologismo, que bien podría estar representada por Greenpeace, el cenit del petróleo es un problema inexistente. ¿Cómo puede ser un problema que el petróleo vaya a disminuir su participación en el mix energético de manera inesperada? ¿Cómo puede ser un problema que el precio del petróleo se dispare si esto beneficia a las alternativas? ¿No son acaso buenas noticias? En mi opinión, la cuestión del cenit del petróleo introduce una molesta complicación en las estudiadas campañas diseñadas por el ecologismo mayoritario (y que conste que algunas son excelentes y prestan un gran servicio a la sociedad, como las campañas antinucleares de Greenpeace).

Y la razón, siempre en mi modestísima opinión, es que con el cenit del petróleo se empezó a hablar de cuestiones que no formaban parte del catálogo de argumentos utilizados hasta el momento por las corrientes del ecologismo mayoritario. Se empezó a hablar de la Tasa de Retorno Energético (TRE), es decir, de la energía que hay que invertir para captar, transformar, transportar y almacenar energía, de la necesidad de contar con suficientes reservas minerales para una transición energética (lo que supone en el fondo disponibilidad de energía), y también de la imposibilidad de seguir creciendo en lo material y energético de manera indefinida, poniendo en duda de paso las teorías macroeconómicas dominantes. Cuestiones todas ellas que supongo son conocidas por los expertos, pero que nunca protagonizan las campañas de concienciación del ecologismo mayoritario.

Exceptuando a Ecologistas en Acción en España, quiénes han asumido en su programa la imposibilidad del modelo de crecimiento y toda las derivadas que afectan a la obligada transición a un modelo 100% renovable, el ecologismo en general (y pido perdón por el trazo grueso de esta afirmación) ha ignorado el cenit del petróleo, centrándo su mensaje en la cuestión del cambio climático. Esto posiblemente ha hecho más fácil las campañas de concienciación, pero es una simplificación que a mi juicio conlleva más perjuicios que ventajas. Centrar la problemática energética solo en la cuestión de las emisiones es como solo preocuparse de lo que sale por el tubo de escape sin entrar a valorar lo que ocurre en el resto del motor.

El cambio climático es un síntoma, posiblemente el más preocupante y el que requiere una actuación más urgente, de un problema mayor: la crisis del modelo energético actual. Más de un 80% del mix energético mundial está alimentado por los combustibles fósiles, que son finitos y además su combustión contribuye a la emisión de gases de efecto invernadero que calientan el planeta. Según la AIE nuestra trayectoria actual de emisiones nos llevará a un aumento de 6ºC sobre la temperatura media global anterior a la industrialización, un escenario a todas luces catastrófico. Frente a esto, el cenit del petróleo, el del gas natural y el del carbón pueden parecer bendiciones del cielo: como habrá menos gas, menos carbón y menos petróleo las emisiones se reducirán.

Pero lo que no se suelen plantear los que prefieren centrarse en las emisiones, o bien se lo plantean pero entorpece sus inmaculadas campañas, es que una inesperada carestía de combustibles fósiles también perjudicaría el despliegue de las energías renovables. Con el aumento del precio del petróleo y el gas aumentan también el precio de las materias primas necesarias para la fabricación de las instalaciones que captan los flujos de energías renovables (recordemos, el sol es renovable, los paneles solares y los molinos eólicos no). Ya se ha visto la capacidad del precio del petróleo de poner patas arriba la economía mundial y cómo algunos países pioneros en la implantación de las energías renovables se han visto obligados a recortar drásticamente estos programas (si bien, como sucede con en el resto de recortes, la elección de dónde recortar es una decisión política, y en este caso profundamente desacertada).

El único impacto negativo que parece reconocerse del cenit del petróleo es que la situación de las emisiones empeoraría porque el cenit del petróleo y de otros combustibles fósiles no significan su agotamiento total sino una disminución de los flujos, debido a que cada vez más estos se componen de combustibles fósiles no convencionales, más caros, de un acceso más dificultoso y sobre todo, con unas emisiones asociadas mucho mayores, es decir que incluso con una menor extracción de petróleo las emisiones podrían ser mayores.

Personalmente siempre he luchado contra el apartheid energético que supone desligar cambio climático del cenit del petróleo, y he procurado alejarme de cierto tufo negacionista frente al cambio climático que algunos activistas del cenit del petróleo demuestran cuando pretenden ganar al juego de "qué es más importante, cambio climático o cenit del petróleo" (yo también he criticado algunos escenarios del IPCC, los más extremos, pero eso importa poco cuando un aumento de la temperatura media global de más de 2ºC parece ya inevitable). Es necesario integrar todas esas realidades, e incluso ir más allá, porque como se ha podido comprobar en los últimos tiempos, en el lado del statu quo fosilista no pierden tiempo a la hora de presentar un futuro que es "más de lo mismo".

Los recientes artículos e informes que desacreditan la "teoría" del cenit del petróleo son una campaña orquestada, no es coincidencia que aparezcan cuando los precios del petróleo se toman un respiro (no hay consuelo posible, el precio del barril baja porque se huele una nueva recesión que dependiendo de lo que suceda en China podría ser realmente global). Esta campaña solo beneficia a las grandes petroleras, a los petroestados y a los que preteden que el moribundo statu quo actual siga arrastrándose unos años más (y seguir enriqueciéndose con él). Pero no hay que detenerse en el desmentido, me preocupa más la dispersión de esfuerzos de aquellos que realmente creen que el problema medioambiental está en la raízde la crisis global. No basta con denunciar al lobby fosilista, hay que conocer bien el problema para poder actuar de manera eficaz.

Los problemas de fondo van más allá de los cálculos sobre reservas de petróleo o si es posible seguir igual sustituyendo chimeneas por molinos eólicos. La obsesión de algunos por convertirse en certeros heraldos del apocalipsis acertando la lotería de la fecha del cenit del petróleo tampoco ayuda a hacer llegar a la población un discurso integral en el que se explique con pelos y señales que nuestros problemas no son meramente técnicos, sino que implican a todo el edificio intelectual en el que se sostiene nuestra sociedad.

No se puede hablar solo de petróleo sin pensar en el carbón y en su pernicioso efecto sobre las emisiones de gases de efecto invernadero. No se puede hablar solo de una solución renovable sin hablar del problema del crecimiento. No se pueden solucionar nuestros problemas medioambientales si no reconocemos antes que nuestro sistema económico está basado en la continua expansión del consumo material y que esté está acercándose peligrosamente a los límites de los recursos y los sumideros planetarios. No se puede fiar todo a la técnica y/o a los mercados porque estos, en el mejor de los casos son solo herramientas que han de servir a nuestros propósitos, y no al revés.

No hay solución al problema medioambiental dentro de este sistema socioeconómico, ese debería de ser el objetivo número uno del movimiento ecologista. Y aunque necesitaremos a la ciencia y a la técnica, idolatrarla, como hacen los que pretenden ignorar las realidades del cenit del petróleo o los límites a la expansión de las renovables, ayudan a posponer el gran debate, que no es técnico, sino político, social, humano, filosófico incluso: la revisión de la idea de progreso frente a los retos de un planeta profundamente desigual en lo económico y lo material, sin un nuevo paradigma, se hace cada vez más difícil ofrecer esperanza material a los pobres del mundo desde una minoría rica que parece preferir la autodestrucción a compartir y cooperar. Y una vez aclarado esto, podemos discutir si son galgos o podencos.