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Sobre cómo negar la existencia de lo que no existe

  • Lunes, 20 Febrero 2012 @ 16:26 CET
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Artículos

En los años prevíos a la crisis financiera y económica se trataba poco menos que de estúpidos a quienes ponían en duda los sofisticados modelos matemáticos que señalaban los credit default swaps y otros derivados financieros como productos financieros sólidos y provistos de niveles de riesgo totalmente aceptables. Al fin y al cabo, las mejores mentes de un Wall Street siempre triunfante no podían equivocarse, pues en ello les iba, en teoría... el dinero. Finalmente resultó que incluso Greenspan tuvo que admitir en 2008 frente al congreso que "había encontrado un fallo en el modelo", ya que "los datos introducidos en los modelos de gestión de riesgo cubrían generalmente solo las dos décadas pasadas, un periodo de euforia". Afortunadamente para Wall Street y para los responsables intelectuales de esta crisis, ahora todos los esfuerzos se están dirigiendo a proteger el statu quo de los que permitieron llegar a esta situación y a mirar hacia otro lado cuando el sufrimiento causado por la crisis se extiende entre el 99% restante.

Esta introducción viene a cuento del artículo que presentamos, "Sobré cómo negar la existencia de lo que no existe" (pdf, MB), escrito por el coeditor de esta página Pedro Prieto. En su artículo, Pedro Prieto nos destapa otro truco contable, otra manipulación de los modelos, esta vez a cuenta de las estadísticas que presentan la producción de petróleo crudo mezclada con una serie de sustancias que acaban convirtiéndose en petróleo o sus derivados, pero que no son exactamente lo mismo que el petróleo convencional. Según Prieto, esta nueva manera de denominar el petróleo, "todos los líquidos", esconde algunos hechos claves para entender qué es lo que ha pasado en el mercado petrolero en los últimos años:

Un barril de petróleo contiene alrededor de 5,8 millones de BTUs, mientras que un barril de líquidos de gas natural contiene 4,2 M BTUs. Esto supone un potencial energético de un 25% menos que el petróleo “regular convencional”. La conversión a BTUs muestra que la energía realmente disponible en enero de 2010, a nivel mundial, con estas equivalencias, era un 3,3% inferior a lo que indican las estadísticas contabilizadas en barriles de “todos los líquidos combustibles”.

Gracias a estas nuevas metodología contable, el mundo parece seguir pudiendo saciar la demanda de petróleo, pese a que en términos energéticos reales, todo lo que no sea petróleo crudo convencional, está aportando menos energía por barril. Gracias a artificios como este la realidad energética se esconde una vez más, de manera que realizar un diagnóstico certero de la situación se hace más difícil, porque los indicadores dicen, una vez más, que no hay problema alguno.

En estos días se habla de déficit, de austeridad, de volver al crecimiento mediante una reforma laboral brutal que causará más paro y que no arregla el problema de fondo, que es la falta de demanda. Sin embargo, y pese a que son públicas y fácilmente consultables, muy pocos señalan a que tenemos un sangrante déficit comercial con el exterior, de más de 35.000 millones de euros, más del 4,5% del PIB, y que se llama factura petrolera. Si los datos internacionales sobre la coyuntura del petróleo son ofuscados por la terminología, si nadie es capaz de ver porqué la factura petrolera solo puede crecer, ¿cómo demonios vamos a realizar una interpretación de la realidad que nos permita, al menos, saber dónde estamos y cuál es el mal que nos aqueja?

De estas y otras importantes cosas respecto al comercio mundial del petróleo habla el artículo de Pedro Prieto, de la caída de las exportaciones por el aumento del consumo de los países productores, del pobre retorno energético de los biocombustibles (y cuya aportación neta a la categoría de "todos los líquidos" tampoco se explicita), de la inelasticidad del suministro frente a los vaivenes de los precios, o del eterno recurso a Arabia Saudí como la solución a cualquier imprevisto petrolero. De nuevo nos encontramos con lo mismo, de camino a otra nueva crisis, más bien un nuevo episodio de la misma crisis sistémica, y con los ojos vendados.