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Todo tiene su límite

  • Jueves, 16 Diciembre 2010 @ 19:19 CET
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(Artículo publicado en www.sostenible.cat)

El pasado junio se celebró en Leeds (Reino Unido) la Steady State Economy Conference, organizada por el Center for the Advancement of the Steady State Economy (CASSE) y Economic Justice for All (EJFA). Recientemente se ha presentado un informe, titulado “Enough is enough: Ideas for a Sustainable Economy in a World of Finite Resources”, y que está basado en las discusiones y ponencias presentadas en el congreso.

La principal premisa del informe es que el crecimiento económico ilimitado no es posible en un planeta finito. Curiosamente esta es una idea que ya aventuraron economistas clásicos como Smith o Mill, que veían deseable alcanzar un estado estacionario en la economía. Aunque estos protoeconomistas consideraron esta idea en base a diversos criterios morales, no fue hasta que el economista rumano Nicholas Georgescu-Roegen reconoció la conexión entre las leyes físicas y el proceso económico que la imposibilidad del crecimiento económico perpetuo estuvo científicamente demostrada.

No obstante, y aún menos en este momento de crisis sistémica de las finanzas internacionales, ni siquiera se están discutiendo estas cuestiones. Y este es precisamente el objetivo del informe y de la CASSE y EJFA, aportar ideas para devolverle la cordura a la economía y poder establecer bases realmente científicas para una economía sostenible de verdad. Sin duda es una tarea ardua, y las propuestas para una “economía estacionaria” suponen cambios políticos radicales cuya “sostenibilidad social” sería compleja.

El informe empieza por aconsejar una limitación en el uso de recursos y la producción de residuos, dado que ya se han sobrepasado los límites ecológicos del planeta. Para conseguir esto se propone establecer límites en el uso de recursos específicos, empezando por los niveles globales y dejando a las regiones, naciones y comunidades locales su gestión. También se invita a estabilizar la población mundial como variable clave para reducir el uso de recursos. Estas políticas no deben ser coercitivas, y deben estar basadas en la educación, el control de natalidad y la igualdad de derechos para la mujer.

Limitar la desigualdad es otra de las propuestas del informe, ya que a menudo se la pone como excusa para promover el crecimiento económico. Una excusa poco creíble cuando la distancia entre ricos y pobres no ha dejado de crecer en los últimos treinta años. Para lograr esto, se propone democratizar las instituciones donde se originan estas desigualdades, promoviendo el cooperativismo, impuestos progresivos y programas sociales generosos, que incluirían un sueldo de ciudadanía.

La necesidad de reforma del sistema monetario parece obvia incluso si no se considera la posibilidad de una economía de estado estacionario, dado que en esta se halla una de las causas de la crisis financiera mundial actual. Pero lo que proponen los partidarios de la economía estacionaria intenta atacar de raíz el problema que crea un sistema monetario basado en la creación de deuda y que por lo tanto alienta tanto el crecimiento económico como la inflación, la inestabilidad y la desigualdad entre países debido a las diferencias entre el poder de las monedas nacionales. Por ello se propone que los bancos privados no puedan crear dinero de la nada y que el suministro de dinero sea controlado por autoridades públicas como los bancos nacionales.

Un posible argumento en contra de una economía estacionaria es que podría detener el progreso, que hoy en día suele ser estar ligado al PIB. Pero este es una pobre medida del progreso real. Por eso se propone un nuevo sistema de indicadores que separe los fines de los medios. El objetivo de este nuevo sistema económico debería ser el bienestar humano sostenible y equitativo, en vez del crecimiento del PIB. Para ello los indicadores deberían incluir aspectos medioambientales, económicos y de bienestar humanos.

Otras propuestas del informe son el pleno empleo mediante la reducción de jornada y la promoción de empleos sociales garantizados por el estado, cambiar los modelos empresariales para que no tengan el beneficio como único objetivo, mejorar la cooperación global, cambiar el comportamiento de los consumidores y por último expandir y mejorar el diálogo social para introducir estas cuestiones el discurso público y político.

Reformar todo un sistema económico mundial no es tarea fácil, y posiblemente las propuestas de este informe deban ser corregidas y mejoradas, pero la alternativa, seguir con el modelo actual, no parece mucho mejor. En una entrevista radiofónica, Raimon Pannikar describió muy bien la situación: “no sé si otro mundo es posible, lo que sí sé es que este mundo es imposible”.