Algo más que basura
- Miércoles, 16 Junio 2010 @ 12:01 CEST
- Autor: Redacción CE
- Lecturas 2.332
Presentamos un artículo del sociólogo Alfonso de Val, titulado "Algo más que basura". En este artículo el autor reflexiona sobre el consumo material de las sociedades industrializadas y lo que significa para la justicia social y la salud medioambiental del planeta y sus habitantes.
Alfonso de Val fue fundador de la revista El Ecologista en el año 1979. Como consultor ambiental es una eminencia en energía renovable y lleva más de tres décadas dedicado a la elaboración y ejecución de proyectos sobre energías renovables, agua y residuos. Es además consultor ambiental y ha sido profesor de numerosos cursos de posgrado y seminarios en Universidades españolas y latinoamericanas.
Cuenta con medio centenar de publicaciones en el campo de la gestión sostenible de los residuos, destacando "El libro del reciclaje" (Barcelona, 1997, 3ª edición). Es miembro fundador de Gea21, con sede en Madrid.
Algo más que basura
Nuestro planeta, el de todos aunque se lo hayan apropiado unos pocos, tiene límites, es finito. Consumimos demasiado unos pocos: 50.000 kg de recursos naturales al año cada ciudadano de la UE. La aparentemente avanzada sociedad tecnológica actual, transforma esos recursos en un 93%, en residuos. En comparación con el modo de producción de la biosfera, en que se aprovecha todo y por lo tanto no hay residuos, nuestra sociedad consumista, es un fracaso. Pero las consecuencias de de este exacerbado e imprescindible consumismo, como lo estamos comprobando en esta fase crítica del sistema, son mucho mas trágicas y devastadoras en aquellos territorios lejanos, que no vemos ni queremos saber, que albergan los recursos naturales que creemos absolutamente necesarios para mantener y aumentar nuestro consumismo.
Nuestra aparente vida placentera de consumidores compulsivos sin saberlo, se ve alterada dolorosamente por las noticias de las terribles guerras que siempre se desarrollan en el otro mundo, Ése que constituye el 80% de la Humanidad y que consume el 20% de los recursos disponibles, aunque en sus territorios se encuentren la mayoria de los recursos naturales que nosotros consumimos para reducirlos a residuos.. Las guerras que destrozan sus sociedades y arruinan aún mas sus economías, se nos presentan causadas por diferencias étnicas o religiosas, por la pobreza o la falta de democracia. Curiosamente, ha tenido que ser el Banco Mundial, institución poco sospechosa de ser antisistema, la que, tras estudiar 47 guerras civiles desde 1965, nos recuerde a Carlos Marx al asegurar que las causas son siempre económicas: cuando una de las principales fuentes de riqueza del país es la exportación de alguna materia prima sin elaborar, el riesgo de conflicto es máximo.
Pero es Africa, el continenete que sirve de almacén de los recursos naturales necesarios para nuestro consumismo, el mas perjudicado por el saqueo..Sólo las guerras del Congo para robar de su riquísimo territorio diamantes, oro, cobalto, cobre, manganeso y, sobre todo, columbita y tántalita, de las que deriva el término coltán, han causado mas de tres millones de muertes. De estos dos minerales, coltán, que en un 80% de los conocidos están en Congo, se extraen los dos metales mas valorados que el oro e imprescindibles para que podamos disfrutar del iPhone, del PS3 o del portátil. Y de su renovación según las modas y ofertas comerciales, lo que permite que, sólo en USA,se desechen 426.000 móviles cada dia y con ellos millones de muertos y de toneladas de residuos. .
Cuando en África y en otros continentes, miles de personas mantienen a sus familias y a sus ganados, con lo que consiguen de la recuperación de todo tipo de residuos, o recursos, de los vertederos, están siendo una especie de ingenieros de minas sin saberlo y sin que nadie se lo reconozca porque en los vertederos suele haber mas materias primas, sin el mineral original y sus residuos, que en muchas minas. Lo que éstos mineros rescatan, son recursos naturales escasos y no renovables (cartones, plásticos, metales, alimentos para el ganado, combustibles,…) que, gracias a ello se reciclan y evitan nuevos saqueos. Pero nuestra cultura judeo-cristiana siempre ha satanizado la basura, la mácula, la suciedad asociada al mal olor, hedor, para marginar al basurero. Lo bello no huele, afirmaba Emmanuel Kant. Así hemos llegado a la virtud de lo inmaculado A desechar lo que no somos capaces de valorar, sean recursos, sacrificio o personas. A ignorar la valiosa labor de estos basureros, ecologistas sin saberlo, protagonistas del desarrollo sostenible sin Premio Príncipe Asturias, que nos ayudan a diario a que sigamos despilfarrando y para ello causando, sin querer saberlo, guerras y crueldades para obtener recursos que apenas nos sirven durante escaso tiempo.
Alfonso de Val.
Noviembre de 2009.