Contributed by: Amon_Ra on Jueves, 14 Mayo 2009 @ 11:53 CEST
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Antes del próximo día 5 de junio, el gobierno deberá tomar la decisión de cerrar la central nuclear de Santa María de Garoña, en la provincia de Burgos, o de extender su licencia unos años más. El calendario es cruel y los días pasan inexorablemente, así que la segunda parte sobre el Protocolo de Kyoto deberá esperar. No tenemos más remedio que calentar el debate.Con estas frases se inicia el artículo[*1] que a cualquiera que este al tanto y siga los avatares de la CE no puede dejar indeferente.
Obituario. 5 de Julio del año 2009.
La central nuclear de Santa María de Garoña apaga su reactor. No volverá a producir energía nunca más. Unos lo celebran. Otros lloran. Todos velan a la difunta. ¿Qué hacemos ahora?
A partir de ese momento alguien tiene que verter a la red la electricidad que la central fallecida ya no va a volver a generar. ¿Quién? Veamos: las centrales nucleares restantes ya están produciendo todo lo que pueden, a plena capacidad, es lo que se llama electricidad de base, así que descartadas, no pueden dar más. A las de carbón les pasa lo mismo, fuera. Las centrales hidroeléctricas producen electricidad cuando quieren, cuando hay agua, no cuando queremos nosotros, son muy volubles. Los molinos van allá donde les lleva el viento; cuando empiezo a escribir estas líneas, jueves 7 de mayo por la mañana, apenas está produciendo un 2% de la energía demandada; Eolo está un poco vago, llevamos el mes así, se nota que es primavera.O eso o se está dispuesto a admitir y defender la clásica máxima de que la mejor energía es la que no se usa o no se necesita.
Cuando llegue la noche del día de autos, la energía solar descansará después de una cara jornada de trabajo diurno; ni con voluntad política podrá el Sol sustituir a la difunta central durante las noches desapacibles –ni ninguna otra-. Buena parte de las centrales llamadas de régimen especial, de cogeneración, residuos, biomasa, etc. también tienen tendencias anárquicas, les gusta ir por libre, se enganchan a la red cuando les apetece a ellas, no a nosotros, sufridos consumidores, luego no podemos confiar en su buen hacer como nos gustaría. ¿Qué nos queda? El gas natural.