Contributed by: Amon_Ra on Jueves, 07 Mayo 2009 @ 13:38 CEST
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El concepto que subyace lo intentaremos explicar con un ejemplo, y para ello utilizaremos el artículo de la semana pasada[*2] . Tenemos un producto como el corcho, ecológico, sostenible, renovable, sumidero de CO2, capaz de mantener viejas pero sanas tradiciones, parajes y paisajes únicos. En definitiva, socialmente y económicamente es un buen producto… pero más caro que la competencia.
Su competencia son los tapones de aluminio y los de plástico, más baratos, y por tanto, según las duras leyes del mercado, en teoría más útiles para el mismo fin, otras consideraciones aparte. Sin embargo tanto el aluminio como los plásticos necesitan ingentes cantidades de energía para su fabricación, cuyos efectos perniciosos –la contaminación que provocan y las emisiones a la atmósfera- no los pagan los causantes ni los beneficiarios de los productos, sino los que los sufren, aunque en muchos casos acaben siendo los mismos.
Desgraciadamente, esos costes ocultos producidos por los perjuicios que causan las emisiones, así como la contaminación adicional que producen, no se imputan a los tapones de plástico ni de aluminio, lo mismo que los beneficios intangibles adicionales significan ningún ingreso adicional para la industria del corcho.