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Más propaganda pronuclear en El País con Ana Palacio

  • Viernes, 20 Marzo 2009 @ 11:21 CET
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Artículos El diario español El País sigue con su cruzada pronuclear, está vez de la mano de Ana Palacio, ex ministra de Asuntos Exteriores durante el segundo mandato de José María Áznar al frente del gobierno español. El artículo que firma hoy, "Nucleares: la cuestión de los residuos" lo escribe en calidad de vicepresidenta del grupo francés de energía nuclear Areva.

El artículo se centra en la cuestión de los residuos, e intenta presentarlos como "combustible usado", cuyo reciclaje sería un hecho consumado y la solución a su gestión.

Reproduzco a continuación el artículo, con mis comentarios en cursiva y con sangría, para poder responder mejor a este breve publirreportaje sobre la industria nuclear, lleno de falsedades, omisiones y medias verdades, de manera que este ejercicio de sonrojante propaganda no quede, al menos en estas páginas, sin respuesta:

TRIBUNA: ANA PALACIO
Nucleares: la cuestión de los residuos

El debate sobre la energía nuclear se ha abierto en España: no hay día que los medios de comunicación no lo aborden, mientras se multiplican declaraciones de líderes de opinión sindicales, empresariales y políticos. Es una buena noticia. En efecto, España, la sociedad española, no puede mantenerse al margen del debate energético, de trascendental importancia para el futuro de la UE; y en este orden de ideas destaca, como recogía este diario recientemente, la evolución de la opinión pública en nuestro país (Más miedo al clima que al átomo, EL PAÍS, 18-2-09).
Efectivamente, los medios de comunicación pronucleares, vayan ustedes a saber si por convicción o para rendir pleitesía a anunciantes o avaladores financieros, siguen con su chorreo de notas de prensa redactadas como si fuesen noticias. Y el artículo de la Sra Palacio es otro de estos publireportajes, ¿qué va decir la empleada de una empresa nuclear?
Pero la ecuación energética no puede plantearse en términos nacionales, ni siquiera regionales de UE. Ha de resolverse con perspectiva mundial; y la solución que demos colectivamente a la ecuación energética mundial es elemento clave para el éxito del proceso de globalización que para no descarrilar debe ser incluyente (promoviendo el desarrollo económico de los miles de millones de seres humanos que hoy viven en la pobreza abyecta y la exclusión) y sostenible, en el doble sentido de afrontar eficazmente el cambio climático y mantener nuestra competitividad. En este contexto, no podemos olvidar que, incluso desde las proyecciones más optimistas en cuanto a avances tecnológicos, no hay hoy por hoy solución a esa ecuación que no pase por incluir la energía nuclear en el arco tecnológico.
Hay que darle la razón a la Sra Palacio cuando identifica el problema energético como un problema mundial. Y también cuando recuerda a los que viven en la pobreza. Pero no ofrece más que eslóganes para justificar que la inclusión de la energía nuclear sea siquiera parte de la solución. Debería haber leído el artículo de Yves Bamberger (director del departamento de I&D de Électricité de France) y Bernard Rogeaux, (asesor de prospectiva del mismo departamento). Ambos llegan a la conclusión de que incluso con más nucleares, más renovables, mucho más ahorro y eficiencia y electrificación del transporte, en 2040 la demanda energética mundial no se puede cubrir. Tampoco explica la Sra Palacio cómo y quién va a construir las centrales nucleares en los países pobres.
Distintos aspectos de la energía nuclear requieren nuestra atención. Entre ellos, destaca la cuestión de los residuos; o más propiamente, la cuestión del combustible usado. En España, unas 4.000 toneladas de combustible nuclear usado se encuentran hoy depositadas "provisionalmente" en el perímetro de las seis centrales nucleares, mientras se halla en fase de proyecto la creación de un "Almacén Temporal Centralizado" (ATC).
La propaganda nuclear es especialista en tergiversar el lenguaje. Después de más de 50 años de operación durante los cuales la inmensa mayoría de los residuos nucleares se han tratado como tales, ahora se les rebautiza como "combustible usado". ¿Para qué? Pues para hacer creer a la opinión pública que lo que no han hecho durante 50 años lo van a hacer en el futuro inmediato.
La lógica pregunta sobre el porqué del carácter transitorio del depósito enmascara otra aún más fundamental: ¿es el combustible usado un "residuo", en el sentido que a esta voz da el DRAE: "material que queda como inservible después de un trabajo u operación"? Pues bien, la realidad tanto científica como económica es que no se puede calificar de residuo; no se trata de combustible "gastado", sino solamente "usado" al que todavía se le puede sacar mucha utilidad. Contando verdades: un 96% del combustible de uranio es reciclable. O dicho de otra manera, si se recicla el combustible usado, se reduce el volumen del desperdicio a solamente un 4%, con la ventaja añadida de su estabilidad, menor radiotoxicidad a largo plazo, y no contener material fisible. Además, se genera un nuevo combustible (reciclado) para utilizar otra vez en elreactor y producir más electricidad, sin tener que extraer otro kilo de uranio de una mina (hablando con mayor precisión, el combustible reciclado permite ahorrar hasta un 25% de uranio natural).
He aquí el meollo del asunto: efectivamente, las varillas de combustible gastado solo han generado apenas un 1% de la energía potencial que contienen. Podríamos preguntarnos, ¿y por qué hasta ahora no se han aprovechado de manera masiva? La técnica del reprocesamiento del combustible gastado procece de las prácticas para la obtención de plutonio para usos militares, y es la única razón por la que se ha llevado acabo, dado que para su uso comercial civil, el plutonio reciclado mezclado con óxido de uranio para obtener óxido mezclado (conocido como mixed oxide o combustible MOX), es mucho más caro que el combustible de uranio enriquecido.
Así, ¿por qué se argumenta que el gran problema de la energía nuclear, que justifica su abandono, su "gran culpa", es este combustible usado, calificado de "residuo", cuando debería, por el contrario, verse como una gran ventaja? El hecho de poder reciclar el combustible usado para su (re)uso en el futuro es una opción que hoy no existe con respecto a otras fuentes de energía. Uno de los retos más importantes para la energía del carbón, por ejemplo, es el desarrollo de una tecnología que permita aislar el CO2 emitido por ese combustible, capturarlo, y enterrarlo. Pero esa opción, por la que hemos también de apostar y que justifica un importante esfuerzo de inversión en I+D, está todavía en una fase experimental incipiente, con un debate tecnológico y económico sin resolver sobre cómo y dónde sepultar el CO2, determinar cuál es su valor y utilizarlo.
La Sra Palacio se pregunta por qué seguimos considerando a los residuos nucleares como lo que son, y olvida que el proceso que defiende para poder hablar de combustible en vez de residuos no está técnicamente resuelto y es muy costoso y medioambientalmente dañino. De hecho, el informe sobre la energía nuclear del MIT (que propone triplicar el número de centrales) recomienda seguir con el ciclo abierto de combustible, afirmando que "no creemos que se pueda justificar, basándose solo en la cuestión de la gestión de los residuos, que los beneficios de sistemas de ciclos avanzados que separen y transmuten los residuos compensen los consiguientes riesgos y costes" (The Future of Nuclear Power, MIT 2003, pag. 59-61).
La explicación de este planteamiento adverso a reciclar el combustible nuclear usado ha de buscarse en los años setenta, cuando el Gobierno americano promovió la creación de un repositorio definitivo (en el desierto de Nevada: Yucca Mountain), al que se trasladaría el combustible usado de las centrales nucleares del país, evitando así su comercio, y solucionando de manera drástica toda cuestión relacionada con el riesgo de proliferación (esto es, desvirtuar una tecnología civil para obtener material fisible de uso militar). A día de hoy, sin embargo, Yucca Mountain no ha visto ni un kilo de residuos, mientras la mayoría de los americanos (de acuerdo con las encuestas), y el nuevo Gobierno de Obama, consideran que el almacenamiento definitivo no es la mejor solución para América, y empieza a abrirse camino la idea de reciclar, de reciclar hoy.
Respecto a este párrafo, hay que reconocer que la Sra Palacio se ha superado a sí misma en cuanto a la verbalización de despropósitos, mejorando aún sus calamitosas declaraciones a los pocos días de iniciarse la ilegal invasión de Irak en 2003, cuando afirmaba que había indicadores relevantes para opinar sobre la invasión, pues "las bolsas han subido y el petróleo ha bajado". Ahora resulta que la razón por la cual no se ha preferido un ciclo abierto de combustible es la existencia del proyecto de Yucca Mountain, ¡un proyecto que parece fracasado y que no ha albergado un solo gramo de residuos nucleares! ¿No sería el fracaso de Yucca Mountain un acicate para la reutilización de los residuos? Por lo visto, para la Sra Palacio, dos fracasos (Yucca Mountain y el ciclo cerrado del combustible) equivalen a una victoria...
La situación sobre el terreno es, así, similar a la española. En términos generales, los dos países han emprendido ambiciosas políticas de fomento de las energías renovables -en particular eólica y solar-. Allí, como aquí, el 20% de la electricidad consumida es de origen nuclear, y en ambos la nuclear es la fuente principal de electricidad que no emite CO2. En lo que hace al ciclo, las empresas eléctricas americanas siguen almacenando el combustible usado en piscinas dentro del perímetro de las centrales y, cuando éstas ya no admiten más depósitos, en contenedores "secos" en el mismo recinto. Las piscinas se construyeron con la idea de que las plantas operarían durante 40 años, mientras que casi todas tienen, o han solicitado con perspectiva clara de obtenerlos, permisos para seguir operando 20 años más. Esta prolongación de su "vida útil" es, sin duda, el reconocimiento práctico de su eficiencia técnica, pero sobre todo, económica y medioambiental, ya que con el capital de instalación amortizado, el megavatio nuclear es el más rentable de todas las fuentes eléctricas térmicas; y los megavatios nucleares también son los que más contribuyen a la energía sin CO2.
De nuevo se saca a pasear el manido argumento de la ausencia de emisiones de CO2 de las plantas nucleares, algo que no es cierto si se considera el ciclo completo de vida, desde la construcción al hipotético y futuro desmantelamiento total, incluida la custodia durante milenios de los residuos. Pero no hace falta mesurar lo inconmensurable, solo atendiendo al ciclo del combustible, si hay que sacar el uranio de menas inferiores al 0,01% (areniscas) o al 0,02% (roca dura), es probable que se genere más CO2 durante la minería, de manera que finalmente las emisiones serían incluso mayores que las de una central de ciclo combinado alimentada por gas natural.

Menciona también la Sra Palacio la supuesta rentabilidad de las centrales ya amortizadas, ¡y cómo no iban a ser rentables, tras el rescate público de las eléctricas españolas que desembocó en la moratoria nuclear y todas las externalidades que asume la sociedad en su conjunto, empezando por el coste de vigilancia de los residuos o los límites en la responsabilidad civil ante los accidentes! Si tan rentable es esta energía, ¿por qué nunca se ha podido desarrollar al margen de todo tipo de garantías estatales en la financiación y la recuperación de la inversión? Si hay una tecnología de generación eléctrica menos competitiva en un entorno de liberalización de los mercados energéticos, es la nuclear.
En paralelo a este estado de opinión en plena evolución en EE UU, franceses, japoneses, ingleses, holandeses, entre otros, han comprendido que el combustible nuclear usado es una fuente de energía limpia, y no un "material inservible", y lo reciclan. Reciclan hoy, sin esperar a tecnologías futuras que los pronósticos más favorables no prevén en funcionamiento antes de 20 años. Reciclan hoy, porque es una solución económicamente competitiva, favorable al medio ambiente y responsable respecto de nuestros hijos. Y no orillan las cuestiones relacionadas con el riesgo de proliferación, sino que las abordan con protocolos de seguridad similares a los comúnmente aceptados respecto del proceso de enriquecimiento del uranio en la fabricación de combustible "nuevo" a partir de uranio natural (en la polémica con Irán respecto de sus fines "proliferantes", la tecnología analizada es precisamente ésta).
Sigue la propaganda en el artículo de la Sra Palacio (esperamos que al menos este artículo lo haya escrito gratis) presentándonos ahora una serie de países como líderes en el reciclado del combustible, cuando en realidad la experiencia de reciclado ha sido un fracaso, como demuestran el hecho de que en Francia solo un 2% del combustible usado proceda del reciclado, que en los EE.UU. no funciona ninguna planta de reciclado desde 1977, o que en Gran Bretaña el programa de reciclado ha dejado a los contribuyentes británicos un agujero de 2.300 millones de libras
Hoy, a los españoles, sin olvidar la seguridad, nos importan muchísimo (y al mismo tiempo) la economía (la competitividad de nuestras empresas) y el cambio climático, así como las políticas de desarrollo. Por ello, somos cada vez más numerosos quienes nos hemos replanteado el valor de la energía nuclear en general y, en particular, que contrariamente a las ideas recibidas, el reciclaje del combustible usado es una solución tecnológica, económica y medioambiental que echa por tierra el argumento frecuentemente esgrimido para descartar la viabilidad de la energía nuclear.

Ana Palacio, ex ministra de Asuntos Exteriores, es en la actualidad vicepresidenta del grupo francés de energía nuclear Areva.
Como no podía ser de otra manera, la Sra Palacio despide su artículo con un canto a la seguridad, la economía, el cambio climático y el desarrollo, asuntos que ciertamente preocupan a todos, como remate a su defensa corporativista de la energía nuclear. A la vista de los hechos, asistimos a un nuevo publirreportaje pronuclear disfrazado de páginas de opinión, que presenta medias verdades y falsedades evidentes como si fuesen hechos irrefutables, y que no aguantan el más mínimo análisis, lo que demuestra el poco respeto que la Sra Palacio y El País tienen por sus lectores.