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El petróleo llega a una encrucijada

  • Jueves, 29 Mayo 2008 @ 13:26 CEST
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Artículos Traemos a las páginas de Crisis Energética un artículo publicado en el Financial times de 28 de mayo, por Daniel Yergan. Dado su interés y novedad de algunos postulados, respecto de lo que él y la sociedad que preside, la Cambridge Energy Research Associates (más conocida por Cera), últimamente comentan sobre recursos petrolíferos, lo consideramos de interés publico y lo comentamos, como es habitual, entre líneas y en negrita.

Yergin es autor, entre otros, del excelente libro titulado ‘The Prize: the Epic Quest for Oil, Money and Power’, que en español se titula “La historia del petróleo. La lucha voraz por el dinero y el poder desde 1853 hasta la guerra del golfo” (Editorial Vergara), que fue premio Pullitzer en 1992 y que es un compendio muy recomendable sobre las principales vicisitudes por la que ha ido pasando esta industria y sus principales personajes, desde Rockefeller hasta “Mr. Five Per Cent”.

Sin embargo, sus últimas posiciones han sido de crítica constante a los que creen cercano el cenit de la producción mundial del petróleo y en un nivel de entre 90 y 100 millones de barriles diarios, ya que Cera lo ve más hacia el 2030-2050 y como una “meseta ondulante” entre los 120 y 130 millones de barriles diarios de producción máxima diaria, sin caídas apreciables hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XXI. La situación mundial parece haberles obligado a dar algunos suaves retoques al maquillaje.

He aquí el artículo, traducido al español. Por Daniel Yergin

Publicado el 27 de mayo de 2008 18:50 |Última actualización: 27 de mayo de 2008 18:50

Al nivel actual, los precios nos colocan en un Nuevo mundo –en un punto de ruptura-, en el que la pregunta no es sólo “¿Hasta dónde pueden llegar los precios?”, sino también a “¿Cuál será la respuesta?”. ¿Es este el momento en el que el petróleo comienza a perder su papel casi absoluto en el transporte?

Si, los altos niveles de precios actuales pueden ser una crisis de la demanda, disparada por lo que han sido varios años de un excelente crecimiento económico global, y por tanto, más benignos que la crisis de oferta, que fue causada por las interrupciones del tipo que hubo en los años 70. Esto se ha amplificado por una crisis del dólar y por el abrazo de los inversores financieros al petróleo (y otros bienes) como activos de calidad.

Lo que ahora aparece es una crisis del petróleo. El hecho de que el mundo pudiese tomarse con calma los 80 US$/barril, en el contexto de un fuerte crecimiento económico, no significa que un precio que es un 60 por ciento superior pueda ser fácilmente asimilado en un momento de desplome de los créditos. El desastre económico va en aumento. Las líneas aéreas están desde luego en crisis y empiezan a cargar por el equipaje facturado, por buscar una forma de trasladar sus mayores costes. Los fabricantes de automóviles están rebobinando. Los pequeños comerciantes buscan con lupa en los empequeñecidos bolsillos de sus clientes. Los altos precios de los alimentos, reflejan en parte el impacto de los mayores costos energéticos.

Yergin comienza a utilizar las explicaciones al uso de la economía tradicional para justificar una crisis petrolífera que ya reconoce, pero a la que va a buscar razones puramente coyunturales. Incluso admite que los precios de los alimentos se pueden ver afectados por los mayores costes energéticos

Se podría pensar que la oferta de petróleo debería responder. Pero hay tres obstáculos. El primero es el tiempo. Los altos precios no llevan tanto tiempo (presentes) y el desarrollo de los nuevos suministros lleva muchos años. El segundo, es el acceso a los nuevos recursos. Y el tercer factor es lo que está sucediendo a los costes. El público se centra en el precio en la gasolinera, pero la industria del petróleo está preocupada y de hecho, en cierta forma bloqueada, por la rapidez con que los costes han crecido, sobrepasando de lejos a la inflación general. El último índice de coste de capital de exploración y producción del IHS/Cambridge Energy Research Associates (Cera), muestra que los costes de desarrollo de un nuevo campo de petróleo o gas natural se han más que duplicado en los últimos cuatro años. Algunos costes han crecido aún más: una perforación en aguas profundas podía costar unos 125.000 US$ diarios de alquiler, hace unos cuatro años. Hoy cuesta más de 600.000 US$ diarios, si es que se puede encontrar una.

El diagnóstico de Yergin tiene tres causas. Y como era de prever, ninguna de ellas se refiere a las crecientes dificultades por encontrar petróleo fácil. Eso sería reconocer una debilidad, respecto de sus posiciones anteriores, desde que empezó a dirigir Cera. Uno de los obstáculos, el tiempo, nunca había sido una excusa, en los 150 de historia del petróleo, que el tan bien conoce y ha documentado, para justificar subidas de precios de este combustible de seis órdenes de magnitud en menos de una década. Desde comienzos del siglo XX, con mucha menos tecnología y conocimientos, la industria siempre había sabido prever con la antelación necesaria para el desarrollo de un campo petrolífero, las previsibles subidas de la demanda mundial. Incluso dos guerras mundiales, de repentino estallido, también pudieron ser servidas energéticamente.

Esa excusa es poco sólida. No es aceptable decir que a una industria tan desarrollada y en la que, por otra parte, tanto cree, pueda ser pillada tan a trasmano. La segunda razón, “el acceso a los nuevos recursos”, aparte de no documentarla y pasar sobre ella de puntillas, es también muy poco solvente. Si hay tanto petróleo como para conseguir con petróleo convencional (el más fácil de extraer), como para llegar a los 100 millones de barriles diarios hacia 2030 ó 2040 (ver la gráfica de Cera en el artículo publicado por EdgarMex, titulado Por fin: "El pico del petróleo" en la prensa económica de Francia, no se entiende, en absoluto, que haya ahora de repente problemas para “acceder a los nuevos recursos”.

Y la tercera razón son los costes. ¿huevo o gallina? Habitual refugio del que carece de explicaciones más serias y fundadas. No tiene sentido achacar a la rapidez de la subida de los costes (en vez de hacerlo a la escasa disponibilidad de la oferta que no puede satisfacer una demanda que hasta ahora llevaba 150 años siendo prevista en sus aumentos, por repentinos que fuesen), de una materia que se supone según el autor que es todavía muy abundante, incluso en su vertiente de petróleo convencional y fácil de conseguir.

Pero sí es interesante que hable de que los costes en estos últimos cuatro años para las actividades petrolíferas, se han duplicado o casi cuadruplicado en algunos casos, como en el coste de los pozos de exploración submarina en aguas profundas. Sin quererlo, Yergan está admitiendo una caída espectacular de la Tasa de Retorno Energética (TRE) del petróleo ahora disponible. Está admitiendo, sin proponérselo y mientras trata afanosamente de encontrar justificaciones a sus yerros, que sólo se encuentran bolsas significativas en lugares poco accesibles, mientras siguen calientes y frescos sus gráficos que dicen que hay “petróleo convencional” hasta llegar a los 100 millones de barriles diarios. Y estamos ahora en los 75-80 millones de petróleo convencional. ¿En qué quedamos Sr. Yergin? Si no hay escasez, “el mercado debería proveer” ¿no dice eso la economía clásica? Algo huele a podrido en estas tres razones que baraja como deshilvanadas hipótesis de trabajo.

Ahora todo es escaso: el personal, el equipo, el conocimiento de ingeniería. Debido a las contracciones que siguieron a los colapsos de 1986 y de 1998, se ha perdido una generación en la industria petrolífera. Más de la mitad de los profesionales del petróleo están a menos de 10 años de la jubilación. Un ingeniero del petróleo que se gradúe este año, tiene posibilidades de recibir un salario inicial mayor que el de un graduado en la Liga Ivy (1) que vaya a Wall Street. Esta competición por el personal y el equipo, ha disparado los costes de forma dramática. Esos costes y escasez (de equipo) son los que están causando retrasos a los nuevos proyectos.

De nuevo Yergin bailando en la cuerda floja de explicaciones poco convincentes. Los colapsos de 1986 y de 1998 fueron nimios (ver la caída de la producción mundial) como para hacer perderse a una generación de expertos en el ramo petrolífero. Esas dos supuestas crisis hubieran dado lugar, en todo caso, a un par de promociones de geólogos o ingenieros de minas en cada caso, que tienen además 12 años de separación entre sí. No. Por esa razón no se pierde toda una generación. Se pierden pocos elementos. Por otra parte, los crecimientos posteriores que llevaron al mundo a los 85 millones de barriles diarios, de los que más de 10 son no convencionales ya, deberían haber creado una nueva generación muy joven y muy bien preparada en geologías de difícil acceso. La razón, aunque Yergin pretenda esconderla, es otra. Es la falta de interés de una industria en crear nuevas infraestructuras ( y reponer y renovar las existentes: ver las últimas declaraciones de Matt Simmons sobre el lamentable estado de la infraestructura petrolera mundial en El Óxido nunca descansa…y los costes tampoco) que posiblemente sabían no se iban a amortizar. Ha sido un abandono calculado y motivado precisamente por ahorro de costes y dominio del pensamiento economicista sobre el técnico y productivista,, aunque ahora se quiera vestir esa mona de seda.

Sin embargo, es muy de agradecer para los jóvenes que estudian geología o minas o ingeniería industrial, que ese sector de la exploración de petróleos no convencionales -.si están dispuestos a ir a plataformas marinas o al polo o al Orinoco o al norte de Canadá) está desesperad, ofreciendo salarios muy jugosos a los que quieren trabajar ahí y cuentan con un mínimo de experiencia.

La demanda ya está respondiendo a estos nuevos precios, excepto en aquellos sitios del mundo en los que los precios de los combustibles al por menor están controlados o subsidiados. ¿Qué puede hacerse para mejorar la imagen de la oferta? Llama la atención el trabajo de la Agencia Internacional de la Energía en la oferta futura. Pero el mensaje de la AIE no es que los recursos no existan. Es más bien que hay un riesgo probable de que las inversiones exigidas se puedan “diferir” (que no se lleven a cabo en tiempo y forma), por los altos costes y porque los gobiernos restringen el acceso o posponen sus decisiones.

Mucho se cuida Yergin de asegurar que existen recursos suficientes, colocándolo en boca de la AIE, que por otra parte, no parece tener tan claro ese hecho. Todo es cuestión de matices. En el artículo Outside View: We can't cling to crude: we should leave oil before it leaves us (No podemos aferranos al petróleo: deberíamos dejarlo antes de que nos deje), el economista jefe de ese organismo también dice que hay bastante petróleo todavía bajo tierra (lo mismo que han asegurado siempre los geólogos de ASPO), pero no parece tan tranquilo en cuanto a las expectativas de poder sacarlo como Cera. Y como siempre, larga la responsabilidad del problema del abastecimiento a los intransigentes productores, que después de 150 años de obediencia extrema a los grandes consumidores, ahora de repente, ponen trabas insuperables. Verdaderamente poco creíble a poco que se analice.

Esto subraya la necesidad básica de promover inversiones en las crisis de petróleo, a su debido tiempo, para aliviar las presiones. Significa incentivar a los países que poseen los recursos para que tomen decisiones eficientes y faciliten los proyectos complejos que puedan aportar más suministros. Un ejemplo de la diferencia que estos compromisos pueden acarrear es el del apoyo que el gobierno estadounidense dio al oleoducto Baku-Tbilisi-Ceyhan. Sin este oleoducto no tendríamos un millón diario de barriles nuevos llegando al Mediterráneo.

Otra salida de pata de banco. De nuevo la vieja teoría de que las inversiones, más inversiones todo lo resolverán. Y ello, apenas cuatro párrafos más debajo de que confiese que la misma perforación hoy cuesta cuatro veces más que hace cuatro años. Es magnífico. El aumento de la producción con la máquina de hacer billetes. Y como ejemplo, pone el oleoducto de Baku a Ceyhan. Seguro que si todos fuesen igual de obedientes que los países por los que pasa y diligentes a la hora de aprobar los proyectos sin mucho papeleos, ahora estaríamos nadando en oro negro. Es increíble que hay gente que viva de hacer pronósticos tan poco asentados.

El impacto de los costes crecientes de los pozos de petróleo y la importancia de animar las inversiones tiene que considerarse a la luz de los impuestos sobre las ganancias atípicas u otros nuevos impuestos. Siendo políticamente muy atractivos, el efecto podría ser el de restringir las inversiones y llevar a unos niveles de producción menores que en cualquier otro caso.

Por si faltaba algo, Cera pide también que esas cosas molestas de los impuestos, que tanto perturban la tranquilidad exploratoria de las grandes corporaciones, dejen también de existir o se reduzcan al mínimo, para agilizar nuevas exploraciones y desarrollos de campos. Sin embargo, hay algo de razón en este planteamiento tan capitalista: si las grandes corporaciones o países que poseen la propiedad pública de los yacimientos posibles o probables, no obtienen jugosos e importantes beneficios con que renovar la infraestructura petrolera existente y con que afrontar las nuevas y cada vez más costosas instalaciones, la caída de la producción puede ser todavía más radical de la que algunos esperamos con posterioridad al propio cenit mundial. Es una llamada a la reflexión. Si las ganancias de las corporaciones del petróleo y de los países petroleros que han nacionalizado su industria, van a alimentar otros sectores y no se renuevan estructuras y se crean nuevas, la caída puede ser de vértigo. Algo de razón tenía Yergin al final.

Hace dos años, Cera creo su Escenario del punto de ruptura, para explorar como las interrupciones del suministro y los retrasos en los desarrollos podrían llevar el petróleo a los 120-150 US$/barril. Lo que no pudimos predecir completamente fue el impacto repentino de los precios crecientes. Y lo que no se pudo anticipar en absoluto fue la caída del dólar y cómo ello ha estimulado una carrera de los inversores hacia el petróleo. La pregunta real en el Escenario era cual sería la respuesta a estos altos precios. ¿Podría el petróleo perder su fuerza motriz?

La respuesta está todavía por desvelarse, en términos de políticas públicas, tecnología, respuesta de los consumidores y estrategias corporativas. A finales de 2007, mientras el petróleo caminaba hacia los 100 US$/barril por primera vez, el Congreso de los EE. UU. aprobó la primera ley en 32 años que exigía una aumento de la eficiencia en el consumo de los automóviles. Los consumidores desean comprar ahora vehículos eficientes, no de tracción a las cuatro ruedas. Los híbridos han pasado de ser marginales a ser prioritarios y se ha lanzado un asalto concertado para tratar los problemas de la tecnología de las baterías.

Mucha especulación con informaciones de dominio público y poca sustancia informativa real con datos en la mano. Primero, parece ahora que en Cera fueron pioneros en adivinar que el petróleo se pondría en 120-150 US$/barril. Y en segundo lugar, datos deslavazados y sin posibilidad de concluir nada provechoso sobre mejoras de eficiencia y coches híbridos en los EE .UU. o con mejoras de eficiencia de baterías.

Aunque el contragolpe a los biocombustibles ha ganado en intensidad, con las subidas de precios de los alimentos, la biología está ahora afanada en el sector energético como nunca lo había estado; y los biocombustibles serán una parte cada vez mayor de la cesta de combustibles para motores. Si “Etanol” fuese un país, tendría que haber ocupado el número cinco entre los países, en términos de crecimiento de la producción.

El punto de ruptura ya está aquí. El petróleo está en proceso de perder su casi absoluto dominio en el transporte terrestre. No va a decaer pronto; debido a la escala de su utilización y a su idoneidad, seguirá manteniendo su posición dominante durante muchos años. Pero compartirá el mercado con otras fuentes como no lo había hecho hasta ahora, reforzado por un nuevo empuje hacia la eficiencia energética.

Y concluye con una vaga loa en defensa de los biocombustibles, como el reemplazo de una parte, sin definir ni en volumen ni en tiempo, del petróleo, del que Cera siempre ha dicho que había suficiente como hasta para llegar a los 130 millones de barriles diarios (de los 85 actuales) hasta mediados de este siglo. ¿Por qué ese interés repentino en el etanol y en clasificarlo en un ranking de excelencia en el crecimiento anual? Artículo, en fin, para ponerse el parche antes de que le salgan las heridas de una durante muchos años anunciada posición de abundancia petrolífera, ya muy comprometida.

(1) Grupo de instituciones educativas elitistas privadas, generalmente del nordeste de EE. UU., que forman una suerte de selecto club, del que se supone que sus graduados salen automáticamente colocados en buenos cargos desde el principio. N. del T.