Ante el declive del fósforo para la agricultura
- Miércoles, 09 Enero 2008 @ 13:59 CET
- Autor: Redacción CE
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Estos datos, recogidos a partir de la entrada publicada en Energy Bulletin “Peak phosphorus: readings” presentan la menor disponibilidad de fosfatos como un techo para la producción alimentaria y la población mundial. De hecho, según los datos mostrados, el mundo se encuentra en declive de extracción de fósforo, desde el año 1989.
Los artículos y datos recogidos por Juan Jesús son un ejemplo de la aplicación de la curva de Hubbert a otros recursos naturales no renovables, así como de técnicas matemáticas inspiradas en el trabajo de Hubbert, como la Linearización de Hubbert, que permite trazar una serie de datos para poder estimar la tasa de crecimiento logístico y la cantidad de recurso que se recuperará finalmente (conocido como URR por sus siglas en inglés: Ultimate Recoverable Resource).
La importancia del fósforo para la agricultura es evidente: el fósforo es uno de los tres nutrientes principales que se requieren en la agricultura industrializada para el crecimiento de las plantas: nitrógeno (N); fósforo (P), y potasio (K). La mayoría del fósforo se obtiene de las minas de rocas de fosfato. El fosfato en crudo se usa hoy en la agricultura orgánica, mientras que los fosfatos tratados químicamente, como los superfosfatos, trifosfatos o fosfato de amonio, se usan en la agricultura convencional.
Según el United States Geological Survey (USGS), “no hay sustitutos para el fósforo en la agricultura”. No obstante, sí que es posible reciclar el fósforo, recreando el ciclo de nutrientes para las plantas, y devolviendo el estiércol animal (incluyendo también el humano) a los suelos cultivados.
El artículo concluye con algunas conclusiones del autor de la compilación: El desarrollo de la agricultura orgánica tradicional, pese a todo, es la vía más humana de afrontar ese natural descenso en la disponibilidad de los fosfatos a nivel mundial, porque es la fórmula más local, que menos precisa de insumos del exterior, y la que es, por tanto, más sostenible.
El mundo ha emprendido un uso intensivo de un recurso no renovable como los fosfatos, hasta llegar a su cenit de extracción y posterior declive. Es el momento de las estrategias de “ahorro y eficiencia”, que se prodigan en tiempos de creciente escasez. La fuente “renovable” de fósforo, a través de la agricultura tradicional y las heces de los animales y humanos tiene un poder importante pero, previsiblemente, muy inferior a la hora de incrementar el rendimiento agropecuario, en relación con la “inyección” de minerales fósiles extraídos a través de la minería mundial. Así pues, la Ley de Liebig actúa para hacer del límite físico de fosfatos un verdadero cuello de botella del crecimiento y reproducción de la población mundial.
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