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The Independent y el cenit del petróleo: suma y sigue

  • Lunes, 12 Noviembre 2007 @ 08:14 CET
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Artículos El periódico británico The Independent, ha publicado un artículo el pasado domingo 11 de noviembre, titulado "Visión económica: el agotamiento: el cenit del petróleo a la vista; la oferta mundial menguará y los EE. UU. están por primera vez mal preparados", en el que habla abierta y claramente de la inminente llegada al cenit del petróleo.

Las declaraciones de altos directivos y representantes de las grandes corporaciones e instituciones mundiales petrolíferas se suceden en cascada. Se va haciendo realidad, para los que vaticinaban el inminente cenit de la producción mundial de petróleo, la famosa frase de Ghandi: “Primero te ignoran; luego se ríen de ti; luego luchan contra ti; y luego vences”. Ahora estamos en la fase en la que dejan de reírse de uno y empiezan a criticarlo, aunque se ve, por las últimas declaraciones, que quizá estén tratando de convertir su propia derrota en victoria, pues que para eso disponen de los medios.

Analizamos en esta web el artículo de The Independent y lo comentamos, por su indudable interés público y su estrecha relación con el aluvión de declaraciones recientes y muy sincronizadas sobre el tema. Los comentarios de CE en cursiva, entre el texto del artículo.

A las declaraciones más o menos veladas de altos directivos de Repsol-YPF, el ENI o ExxonMobil de hace algún tiempo, sobre “problemas con la oferta y la demanda”, pero muy vinculadas a la imposibilidad física de cumplir con ésta última, se ha sumado el reciente aluvión de declaraciones del economista jefe de la AIE y del director ejecutivo de TOTAL que hemos traído a colación en estas páginas. Y siguen los cantos, de forma graneada. Esta vez de los directores ejecutivos de BP y ConocoPhillips, Tony Hayward y James Mulva, respectivamente, que declaran al espacio financiero de la CNN (CNNMoney.com)sus cuitas sobre el delicado equilibrio de la oferta y la demanda del petróleo mundial. Todos ellos han adoptado una política de vestir de seda a la mona del agotamiento, disfrazándola, de momento, de empuje irresistible de China o de problemas puntuales de abastecimiento en algún productor, por alguna causa particular, cuyos resultados en el precio mundial luego resultan llegar para no marcharse, aunque el efecto puntual se haya ya desvanecido, y por otra parte, con el mantenella y no enmendalla de un aumento de producción, que algunos incluso empiezan a dudar que se pueda dar sobre las bases de la iglesia de la AIE, pero avisando ya de que no puede seguir de forma indefinida.

Vayamos al artículo de The Independent, para un mejor avistamiento de lo que está sucediendo entre bastidores.

El rápido crecimiento del consume de China podría succionar todo el crudo extra que se pueda bombear el próximo año, lo que dejaría a otros países con menos combustible.

Hamish McRae

El precio del barril va a llegar al nivel de los 100 US$ en algún momento en los próximos meses o quizá en los próximos días. Ya sufrimos una consecuencia de ello con la gasolina a una libra el litro. La subida es sorprendente, al menos para las compañías petrolíferas, que hace un par de años todavía confiaban que el precio del petróleo estuviese por debajo de los 50 US$ el barril y planificando sobre estas bases. Pero es todavía más sorprendente, de alguna forma, que la economía mundial se las haya apañado para seguir creciendo con fuerza a pesar de esta subida, puesto que el precio del petróleo no sólo afecta a los precios de la energía, sino que también es la materia prima de los plásticos y otros productos que utilizamos a diario.

Aunque hay reconocimiento de que las grandes instancias económicas y petrolíferas mundiales estuvieron prediciendo durante varios años que los precios bajarían, su absoluta falta de visión de futuro y sus equivocados pronósticos, que han comprometido seriamente la posibilidad de acciones preventivas con la antelación suficiente, no ha sido explicitada todavía por los grandes medios ni por los sectores financieros e industriales del petróleo, a los que todavía falta reconocer esta grave omisión, lanzar un mea culpa y sobre todo, empezar a poner los medios para un cambio duro del sistema.

Esto ha resultado ser una constante desde que los precios del petróleo comenzaron a subir a finales de 2004, pero este año ha visto tres vueltas de tuerca más. La primera es una creciente toma de conciencia de los límites y finitud de la producción mundial de petróleo. No es solamente que se esté produciendo a toda máquina, sino que además hay dudas de que exista capacidad de aumentar la producción a medio plazo. La segunda es el aumento de la demanda de las economías emergentes, principalmente China. Y la tercera son las crecientes pruebas de que los EE. UU. están en recesión y la relación entre ese frenazo y los altos precios del petróleo. Explicaremos un poco cada una de estas tres vicisitudes.

Aunque sea dramático, no deja de ser reconfortante, que todo un corresponsal de The Independent reconozca ¡al fin! que empieza a haber conciencia de los límites y de la finitud de este recurso esencial y aunque sea indirectamente, que esos límites están a la vuelta de la esquina. Por otra parte, se ven todavía las inercias; aunque reconoce que no se puede “aumentar la producción” esto es, la oferta, lo pone con sordina añadiendo un extraño “a medio plazo”, como si hubiese todavía algún as energético guardado en la manga de los grandes. Sabemos que es duro aceptar y digerir que el cenit está aquí y sobre todo, que es irreversible. Solo eso lo disculpa. Luego, volvemos a la cantinela del peligro amarillo. Los 1400 millones de chinos deben tener una paciencia infinita con los occidentales. Ellos, que consumen 2,5 barriles de petróleo por habitante y año, ven como los europeos, que consumen más de 10 barriles al año y los estadounidenses, que consumen más de 20 barriles por habitante y año, les echan las culpas de este desaguisado, por “crecer demasiado” y “demasiado deprisa”. Esta muletilla les está sirviendo de maravilla a todos los grandes declarantes occidentales de la crisis energética de la última hornada, para justificar el problema del agotamiento. Son los chinos, no es la geología, ni el abuso previo y actual de los occidentales. Inconcebible.

La disponibilidad fundamental del petróleo mineral en el mundo no ha cambiado de forma significativa en los últimos años. No se han hecho nuevos grandes descubrimientos, aunque han ido viendo la luz una serie de pequeños descubrimientos y ha crecido el interés por las fuentes no convencionales de petróleo, como las arenas asfálticas. Lo que ha cambiado es la conciencia de la presión (sobre los recursos). La principal organización que ha advertido sobre una falta de oferta es la Asociación para el Estudio del Cenit del Petróleo (en inglés the Association for the Study of Peak Oil, o ASPO), que había sido vista por los principales productores de petróleo como inconformista y equivocada hace cuatro años; ahora se debaten seriamente sus postulados, incluso aunque muchos geólogos consideran que siguen siendo demasiado pesimistas. ASPO dice que el cenit de la producción se alcanzará en los próximos cinco años.

Colin Campbell y Jean Laherrere, junto con los demás miembros de ASPO, pueden darse por satisfechos. Ya han pasado de ser ignorados o ridiculizados, a ser considerados simplemente pesimistas de una tesis cierta. Pero son tomados en serio. Algo es algo.

Este cambio en las percepciones es importante por una serie de razones. Ha estimulado la búsqueda de alternativas, incluida la de los biocombustibles, algunas veces con consecuencias imprevistas. El aumento mundial de los precios de los alimentos se debe, en parte, al resultado de utilizar el maíz como combustible, más que como alimento. También ha cambiado el equilibrio del poder: Rusia y Oriente Medio se han vuelto más importantes; Europa Occidental y EE. UU. lo son menos.

No queda muy claro si el “cambio de percepción” de que habla el articulista de The Independent, que dice haber lanzado a no se sabe muy bien qué entidades, a la búsqueda de biocombustibles, con consecuencias claramente desastrosas sobre los precios de los alimentos, ha sido motivado por la percepción promovida por los miembros de ASPO sobre la llegada al cenit de la producción mundial, o más bien, por la toma de conciencia de las grandes del petróleo de que el crecimiento del consumo de este combustible fósil está dando las últimas boqueadas y la obsesión enfermiza por mantener un modelo de consumo imposible e insostenible a todas luces. A los de ASPO que nos registren.

Este cambio de poder, se ha hecho inmediatamente evidente en el tamaño de las balanzas de capital que han quedado disponibles para inversiones: la subida de los Sovereign Wealth Funds. Si la oferta de petróleo sigue siendo ajustada en el futuro, lo que es muy probable, estas balanzas seguirán aumentando. Esto hace cambiar las percepciones de las inversiones. Los países que dispongan de dinero desearán utilizar dicho dinero en su propio beneficio nacional.

El articulista de The Independent parece haber descubierto aquí la pólvora. Pues claro que a medida que los gobiernos de los principales países productores vayan teniendo más ingresos por las subidas de los precios, procurarán utilizar esos ingresos en sus propios intereses. Parece como si los principales países consumidores durante décadas, que han hecho de su capa energética (y de la ajena proveniente de las importaciones que han controlado siempre) un sayo, ahora se rasgasen las vestiduras porque otros intenten hacer lo mismo que ellos han estado haciendo durante décadas. Otra pose insólita y egocentrista, tan del gusto occidental.

El Segundo asunto, el aumento de la demanda, es el otro lado de la ecuación. No sólo se ve que la oferta estará ajustada en el futuro, sino que la demanda seguirá siendo fuerte en el futuro. Se podrá argumentar que el principal consumidor mundial en la actualidad, los EE. UU. podrían hacer cambios en su economía que diesen como resultado una menor utilización de este bien. Por ejemplo, el proveer de un parque de vehículos mucho más eficiente en consumo de combustible. La mecánica de los precios ya está haciendo que esto suceda. Pero una mayor eficiencia en el mundo desarrollado no va a compensar la creciente demanda de China.

Interesante planteamiento. No se cuestiona el crecimiento continuo (“la demanda seguirá siendo fuerte”). Pero se empieza a reconocer, aunque sea indirectamente, que la oferta posiblemente no pueda aumentar. Y la primera idea es que los EE. UU. cuyo consumo de petróleo es el 25% del total mundial y cuyos coches privados se llevan el 40% de ese total (esto es, sólo la movilidad frenética del modelo estadounidense quema el 10% del petróleo mundial), bien podrían reducir sus niveles de consumo. Admite que el “mercado” ya lo está haciendo. Como siempre, la fe en el mercado y en los precios, como única arma de cambio. Pero por otra, no analiza lo que tiene de insostenible. Si un auto norteamericano pasase de consumir 10 litros a los 100 Km. a 5 litros a los 100 Km., es cierto que el mundo dejaría de quemar el 5% del petróleo mundial. Pero si no se toca el modelo, esa reducción se iría en dos años de crecimiento económico (y por tanto energético), como los que se han jaleado durante los últimos 50 años. En vez de enfrentar esa cruda realidad del modelo agotado, el articulista vuelve a cargar con las responsabilidades sobre los hombros de los chinos, que simplemente están copiando un modelo que nadie está diciendo o admitiendo todavía que es inservible. Esto de echar las culpas a los chinos empieza a ser un comodín insufrible que insulta a cualquier mediana inteligencia que se ponga a pensar en ello.

El actual aumento del precio del petróleo ha coincidido con la creciente demanda de China. Pongámoslo de esta manera: China utilizó unas tres cuartas partes del aumento de la oferta mundial de suministro del año pasado. El grupo económico ING Bank dice que China puede llevarse todo el aumento de la oferta mundial de este año. Si China llega a utilizar todo este petróleo adicional, o incluso más, el resto del mundo tendrá que apañárselas con menos. Esto convierte el actual aumento de precios diferente de todas las anteriores crisis petrolíferas: está causado por la creciente demanda más que por una oferta restringida.

De nuevo el comodín chino, la percha de los golpes de la impotencia energética occidental. Veamos esta aseveración en cifras de las propias estadísticas de BP de 2007: El mundo pasó de 3.896,8 MTpe en 2005 a 3.914,1 MTpe en 2006. Un muy moderado crecimiento (ya muy probablemente con el síntoma de meseta o cenit pendiendo sobre nuestras cabezas) del 0,4% anual. El mundo creció en producción en unas 117,3 MTpe. China, con todo su espectacular crecimiento, pasó de consumir 327,8 MTpe en 2005 a consumir 349,8 MTpe en 2006. Un aumento de 22 MTpe. Por tanto, no es cierto que China utilizase las tres cuartas partes del aumento de la oferta mundial. Apenas utilizó el 18,7% de ese pequeño aumento entre 2005 y 2006. Si China llega a consumir todo el aumento de la oferta mundial de 2007 y se supone que China va a consumir este año digamos que un 10% más que el año pasado, China estaría consumiendo en 2007 unos 24 ó 25 millones de toneladas más de crudo que en 2006. Y si eso va a ser todo lo que la industria va a poder aumentar, ahora que ya agrega desesperadamente todo tipo de petróleos no convencionales (provenientes de los líquidos combustibles extraídos del gas natural, de las arenas asfálticas y los esquistos bituminosos y de las aguas ultraprofundas y zonas polares), entonces es que definitivamente, no es un problema de que China consuma mucho: es que hemos llegado al cenit de la producción mundial. Es curioso que el articulista no evalúe los consumos actuales de EE. UU. o de la Unión Europea, que fueron nada más y nada menos que de 938 MTpe en 2006 Unas tres veces más que China, siendo de cuatro a cinco veces menos personas). O de Europa, que consumió unos 750 MTpe en 2006; unas dos veces largas el consumo de China, siendo casi tres veces menos población. El hábil articulista, al igual que todos los grandes representantes de los organismos y corporaciones petrolíferas que empiezan a cantar, relativizan a su manera y gusto las cifras, para el consumo de su orondo y satisfecho público y buscando criminalizar a los chinos por su elevado consumo. Aprovechando que en los dos últimos años, el crecimiento de estos dos grandes espacios económicos en consumo de petróleo, se ha paralizado virtualmente, pero más por impotencia que por ganas. Y de ahí que se busque una forma de agravio comparativo con China, que sigue creciendo a base de servir de gigantesca maquiladora de los bienes de consumo occidentales. Se le carga la contaminación y se le cargan los consumos de combustibles que exige la producción que terminará en nuestros acomodados hogares occidentales. Feo vicio, este de echar sistemáticamente las culpas a China y no reconocer, de una vez por todas, que es el modelo económico el que está agotado.

Esto nos lleva a la tercera cuestión. La economía de los EE. UU. está desacelerándose, pero es difícil distinguir entre las muchas razones posibles. Una es la drástica caída de los precios inmobiliarios que está teniendo lugar en la mayoría de los Estados. Otra es la crisis financiera causada parcialmente por las hipotecas de alto riesgo, que valen mucho menos que lo que los bancos habían estimado. Pero el consumo estadounidense se ha mantenido bastante fuerte a pesar de lo sucedido a los precios de la vivienda y la pregunta es si, en algún momento, los altos precios del petróleo harán que la gente sienta que debe reducir en otros capítulos.

El precio del petróleo se ha disparado en los EE. UU. y el precio de los bienes de capital de importación también se ha disparado. Pero el precio de los bienes de consumo importados se ha mantenido bastante estable. Esto puede ser resultado de efectos diferenciados en el tiempo: los precios del petróleo golpean con inmediatez, mientras que los de los bienes de consumo tardan un tiempo en aumentar sus precios. O puede simplemente suceder que China (que es de dónde proceden la mayoría de los bienes que se importan) es un productor tan barato que todavía puede ganar dinero exportando a esos bajos precios.

Esta apreciación es impecable. Los precios del petróleo vienen antes y los de los bienes afectados por el petróleo (prácticamente todos) vendrán irremisiblemente después. Un reconocimiento al hecho de que esta sociedad nada en petróleo y bebe y come petróleo. Y otro reconocimiento a la labor de gran maquiladora que es China para satisfacción del ego consumista ilimitado de Occidente. Ambas cosas tienen sus días muy probablemente contados.

Es difícil atribuir a una energía más cara la mayor parte del frenazo estadounidense. Esto genera una pregunta importante. En general, unos costes mayores de energía y de materias primas pueden alimentar la inflación en los EE. UU. Un dólar débil puede acelerar esta tendencia. Por tanto, ¿puede la Reserva Federal de los EE. UU. reducir los tipos de interés de forma creíble a la vista de esta presión inflacionaria? Bastantes escépticos han puesto en duda la bondad del último recorte de tipos y ni el Banco de Inglaterra ni el Banco Central Europeo han seguido esta dirección y hasta puede que el BCE aumente los tipos en este mismo año. Aunque el mundo parece haberse adaptado sorprendentemente bien a un precio de 100 US$ el barril de petróleo, los EE. UU. puede que encuentren más dificultades en hacerlo.

El aumento de los precios del petróleo es sólo uno de los elementos de presión en la economía mundial. Los países que están creciendo fuertemente se lo pueden permitir. Los países que ya se encontraban bajo presión, como los EE. UU. pueden tener más dificultades. ¿Y qué pasa con los países que se encuentran a mitad de camino? Pues que unos precios más elevados pueden representar un viento en contra de su economía, lo que supondrá un menor crecimiento el próximo año. El dinero que se emplea en bombear el petróleo, es dinero que no se emplea en otras cosas.

Un aplauso al articulista, que reconoce implícitamente el concepto de TRE. Dinero (o energía) que se emplea en bombear petróleo (energía), no se emplea en otras cosas. Lo suscribimos calurosamente.