La producción de etanol con maíz está provocando rápidos movimientos en los gobiernos con el objetivo de compensar el descenso en los excedentes internacionales de cereal y un cierto grado de desabastecimiento. A las últimas medidas para poner en producción las tierras de retirada obligatoria (
1 y
2), se debe añadir la
reciente aprobación[*1] de algunas variedades de maíz transgénico por la UE, con el objetivo de que los subproductos de las plantas americanas de bioetanol, como los
Dried Distiller Grain[*2] (DDG), puedan entrar en los procesos de fabricación de piensos.
De este modo, la ganadería europea acudiría al DDG aliviando la demanda de cebada y maíz. Una solución a corto plazo, porque es evidente que si el DDG tiene ahora un precio relativamente interesante es porque se producía más de lo que se demandaba, debido principalmente a bloqueos legales como los que acaba de romper la UE. Pero una vez se ha abierto el mercado, los importadores van a acudir rápido (muchos de ellos ya tenían casi preparados embarques porque esperaban una resolución positiva) y el precio subirá en pocos meses.
El principal beneficiario de la nueva normativa vuelve a ser de nuevo el productor americano de etanol, pues verá abaratarse algo su materia prima y obtendrá mayores beneficios por los subproductos según aumente la demanda, recuperando parte de los márgenes perdidos por la pérdida de valor de su producto principal: el etanol.