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Comentarios al informe “SOLAR GENERATION IV-2007” De Greenpeace y la EPIA

  • Jueves, 06 Septiembre 2007 @ 23:18 CEST
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Artículos El informe en cuestión fue traído a nuestras páginas por un lector de CE, Nirgal y se puede encontrar libremente en la web en Solar Generation IV-2007

Está elaborado de forma conjunta entre el grupo ecologista Greenpeace y la Asociación Europa de la Industria Fotovoltaica (EPIA, por sus siglas en inglés).

Se trata de un voluntarioso estudio que promueve, como posible y deseable, que la generación solar fotovoltaica pueda proporcionar electricidad para al menos mil millones de personas en 2020 y al mismo tiempo, crear empleo en ese sector para esa misma fecha.

Lo que sigue es un análisis sobre los datos que el informe aporta.

En términos generales y en referencia a la introducción, el informe introduce el cambio climático como justificante principal de la necesidad de ir a instalaciones masivas de campos fotovoltaicos. Es una posición clásica, convertir el problema global en una solución, que además permite seguir engrasando la rueda del sistema económico prevalente, que no discute, como suele ser ya habitual en Greenpeace.

Para ello, todo el informe está impregnado de una visión economicista, como suele ser también habitual, en la que se mezclan los intereses económicos con los rendimientos energéticos y se ofrecen resultados muy positivos, siempre la modo empresarial clásico (el llamado “business as usual”)

Además, ofrece, en línea con los sindicatos establecidos, una preocupación prioritaria por el empleo (también en el modo habitual y economicista), una visión laboralista del negocio.

Y prepara, como suele ser moda, un par de “escenarios” posible para las dos próximas décadas: el llamado “avanzado” y el “moderado”, moderación que en contraposición a los datos de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), que Greenpeace ofrece como “escenario de referencia” en algún lugar del informe, resulta ser extremadamente revolucionaria, con respecto al de la AIE.

Esto de ofrecer escenarios posibles y alternativos, siempre abre un margen cómodo al error, aunque en la sociedad actual, parece que no hay que preocuparse nada por cometer errores gruesos en las predicciones, siempre que se utilicen mecanismos economicistas, ya que la memoria histórica del ciudadano se ha acortado hasta no reconocer en la mayoría de los casos fallos garrafales en los pronósticos dados antesdeayer. Los expertos no necesitan saber si la bolsa se desplomará mañana; lo que necesitan es poder explicar con razonamientos y procedimientos estandarizados, por qué ayer tuvimos un colapso.

El informe señala que a finales de 2006 hubo 6.500 MWp instalados en todo el mundo. Y lo presenta como una victoria, al compararlo con los meros 1.200 MWp que había apenas en el año 2.000. No dice que aunque el crecimiento ha sido sin duda espectacular, el mundo avanza consumiendo fósiles en órdenes de magnitud totalmente diferentes. Permítasenos enfriar algo (sin malicia) las optimistas cifras ofrecidas, en referencia al consumo mundial de electricidad (siempre mucho menor que el de energía primaria)

Por ejemplo, los 6.500 MW instalados en todo el mundo hasta la fecha, representan una producción posible de la centésima parte de energía eléctrica que la subió el consumo eléctrico, solo en el año 2006. Repito, cien veces menos, no que el consumo total de energía primaria; no que el consumo total de energía eléctrica; sino apenas la centésima parte del aumento de consumo de energía eléctrica en 2006 respecto de 2005.

Y si analizamos la capacidad de instalación anual en 2006, que fueron 1.467 MWp (tabla 3.2, página 33), resulta que la capacidad mundial en 2006 fue de unas 400 veces menos potencia de generación que la que se hubiese necesitado para cubrir solo el aumento de consumo eléctrico de ese año. Es decir, poniéndonos en una fría y aplastante perspectiva numérica, si las fábricas actuales de módulos fotovoltaicos multiplicasen 400 veces su producción, llegarían a cubrir el aumento del consumo de electricidad de cada año, no a reemplazar la actual electricidad fósil o nuclear existente. En consecuencia, creo que no nos debemos dejar llevar por falsos optimismo y parece razonable empezar a exigir a una organización ecologista que se centre más en los problemas de un consumo imparable y desaforado, que en promocionar juguetes caros para ambientalistas de postín.

La tabla de la página 8 desarrolla las capacidades de instalación de plantas solares desde 2001 hasta la fecha y hace un pronóstico de aumentos hasta el 2010, aunque no cita los elementos con que se han hecho estas predicciones, que desde luego, parecen voluntaristas. Tampoco ofrece con claridad los datos segregados de las clasificaciones por generaciones solares, de la I a la IV, que permitan evaluar los avances que cada paso representa.

Sin embargo, se resalta al principio del resumen ejecutivo, como un dato de la importancia más extrema, que la industria factura ya unos 9.000 millones de US$ al año con una suerte de orgullo economicista, digno de mejor causa. Esto es, muy bueno para la causa empresarial y muy malo para el común de las gentes que no se pueden permitir juguetes tan extremadamente caros. Porque si se dividen los 9.000 millones de dólares, por los 1.467 MWp de capacidad, viene a resultar un coste de 6,13 US$ (4,50 €) el vatio pico instalado. El informe extrapola los datos de crecimiento anteriores hacia el futuro, porque los de los últimos años andan por el 40% de incremento acumulativo anual y eso son datos muy positivos, para todo aquel al que le guste el crecimiento en espiral, pero no necesariamente el crecimiento espiral es sostenible ad infinitum, ni a veces llega a ser recomendable, en según qué condiciones, como veremos.

En primer lugar, conociendo el mercado español, de los más dinámicos del mundo en este momento, este volumen de negocio no parece incluir las actividades auxiliares para la construcción de plantas. Las grandes granjas fotovoltaicas, que mejoran costes por volumen y concentración de recursos, están costando entre 7 y 8 €/Wp REALMENTE instaladas.

Aún así, sean 4,5€/Wp o sean 8 €/Wp, el coste del kWh sigue saliendo, en un país bien iluminado, solarmente hablando (entre 1.600 y 1.800 horas al año y hay muy pocos países así en el mundo) extremadamente caro, inabordablemente caro para el 99% de los habitantes del planeta. Veamos. Suponiendo (que es mucho suponer) que un módulo dura los 25 años del marketing que lo publicita, cada vatio pico instalado; es decir cada inversión de entre 4,5 y 8 € en fotovoltaica, genera en 25 años la cantidad de 1x1600 a 1.800x25 = entre 40 y 45 kWh. Con lo que 1 kWh cuesta entre 10 y 17 céntimos de euro por kWh. Eso estaría muy bien, si no fuese porque hay que pagar los 10-17 céntimos de euro por kWh de forma adelantada a los constructores por los 25 años siguientes de generación, más el coste de mantenimiento de estas plantas, que puede ascender, por todos los conceptos, entre el 7 y el 10% anual de la inversión. Esto es, hoy se trata de invertir por adelantado (el que tenga posibilidades económicas para ello, que son los menos en este mundo) entre 30 y 60 veces más que el coste de la energía que produce una unidad de potencia fotovoltaica instalada.

Esto, en un mundo en el que dos mil millones de personas no tienen todavía electricidad y miles de millones sueñan con tener una aspirina, saber lo que es un doctor, o viven con una bombilla de 40 W. por habitáculo, porque no pueden pagarse más infraestructura, ni nadie les da crédito para hacer instalaciones de este tipo, porque no pueden respaldar con su falta de patrimonio dichas instalaciones. Por lo que se desprende del informe, parece que hay mas alegría en la casa del Señor por 9.000 millones de euros de negocio (y los que se ven venir), que por cinco mil millones de justos que ni siquiera pueden pagarse el recibo de la luz. A eso se le puede llamar eurocentrismo, revestido de voluntarismo y “wishful thinking” para ayudar a los pobres ayudándonos primero a nosotros mismos, como casi siempre

Quizá por lo anterior, es por lo que el estudio señala que estas cosas deben hacerse mediante “programas de apoyo”, se supone que gubernamentales, en forma de ayudas y coloca una parte sustancial del desarrollo, por el aquel de ofrecer la zanahoria al burro tercermundista, en pequeñas redes rurales no conectadas a redes eléctricas nacionales. Está claro que no hay bases de mercado, si el mercado es el que manda y eso no lo discute el informe, para asegurar que eso vaya a ser así. Ya en España, el ratio ofrecido por el gobierno en forma de ayudas, es, hasta el momento, de 371 MW conectados a red, frente a tan solo 29 MW aislados de la red.

Para colmo, las grandes corporaciones y los grupos de poder económico se están quedando con la mayoría de las instalaciones conectadas a red, que están aumentando de tamaño medio de forma considerable. La Administración, como no podía ser de otra forma, en una sociedad cuyos representantes políticos favorecen en primer lugar al capital, ha perfeccionado en poco tiempo, los mecanismos para asegurarse de que los pequeños productores se queden fuera del mercado, poniendo trabas administrativas de casi imposible cumplimiento y exigiendo avales que caen fuera de la capacidad de instalación de las personas físicas. Las instalaciones aisladas de red, representan apenas un 7,8% del total. Greenpeace/EPIA sitúan este ratio casi al revés, al suponer en sus proyecciones para 2030 que habrá 2.894 millones de personas (“escenario avanzado”. Ver cuadro página 9) consumiendo energía eléctrica fotovoltaica aislada de red, frente a tan solo 776 millones con electricidad fotovoltaica conectada a red. Aunque luego en la página 10 del informe, primer párrafo, prevén que de los 179 GWp de potencia fotovoltaica instalada que preve´n para 2030, el 60% de ellas será conectada a la red. En cualquiera de los dos diferentes “escenarios”, hay que ser bastante cándido y optimista, más que “avanzado”, para pensar que sin poner patas arriba completamente los entramados sociales actuales, los pobres del mundo, sin capacidad adquisitiva para comer caliente todas las noches, puedan llegar a ser los principales beneficiarios de los juguetes de los ricos (lo que llaman un “global shift” de ricos a pobres; es decir, una gran fe en los milagros de Fátima, sin que por ningún lado se prevea un cambio radical del sistema de dominación mundial.

Al menos una cosa tiene de bueno el informe: piensan los escenarios hasta el año 2040, plazo que a los políticos les suele sobrepasar en varias legislaturas de interés. Eso está bien. Y prevén que para esas fechas, nada menos que las instalaciones fotovoltaicas en todo el mundo, estarán produciendo 22.516 TWh (por supuesto siempre bajo supuestos de “escenarios” con grandes mejoras de eficiencia en los sistemas. Esto es, haciendo grandes autos de fe con la diosa tecnología en procesión, capaz de mejorar eficiencias, también hasta el infinito. Y consideran que eso será nada menos que el 28 % del consumo eléctrico mundial. Este acto de fe, conviene analizarlo en detalle:

Suponiendo que nos creemos las mejoras milagrosas de eficiencia hasta el 25% del rendimiento solar-eléctrico del 15% actual y sabiendo que el sol debería brillar más o menos lo mismo en 2040 que ahora en las mismas latitudes, eso supondría una base instalada en 2040 de unos 3,5 TW de potencia instalada (para los no iniciados, unos 3,5 millones de MW de potencia instalada. A una superficie de entre 3 y 6 Ha por MW, serían entre 10 y 20 millones de hectáreas roturadas, aplanadas, apisonadas y hasta asfaltadas u hormigonadas en todo el mundo para satisfacer el 28% de las necesidades de entonces (Fábricas y parques de maquinaria aparte). Eso sí, seguramente se harían todas o bien con maquinaria pesada movida con hidrógeno o bien con camiones y grúas impulsadas por células de combustible, por lo que el problema ecológico de la erosión estaría resuelto.

Pero es que el dato de la producción actual de electricidad en todo el mundo (BP Statistical Yearbook 2007) fue de 19.027 TWh en todo el mundo. Esto quiere decir que el tándem Greenpeace/EPIA espera que la economía crezca en los 33 años que faltan hasta 2040 apenas un 18% respecto de la actual. Y eso es el 0,5% anual acumulativo; es decir, casi crecimiento del consumo eléctrico plano de aquí a entonces. Dado que el consumo eléctrico mundial aumentó un 57%, sólo en los últimos 15 años; o lo que es lo mismo, un 3% anual acumulativo. Dado que el aumento del consumo eléctrico es generalmente siempre superior al de la tasa de crecimiento económico y que los políticos siguen pensando en crecer un 3% anual acumulativo y que ni Greenpeace ni EPIA cuestionan este sagrado principio, no queda muy claro de dónde sale esa fe en que en 33 años sólo se aumentará el consumo un 0,5% anual. Salvo que vuelvan a confiar, claro está, en mejoras sustanciales de la eficiencia en los dispositivos de consumo, al nivel del 3% anual acumulativo, esta vez en sentido inverso. Porque de esas esperanzas de mejora de la eficiencia, si hablan. De buscar fórmulas para reducir directamente el enorme consumo absurdo de una sociedad absurda –sobre todo la occidental, que es la que más presume de ecologista- (escaparates, autopistas, publicidad, cinco televisiones por domicilio, ni hablan.

El estudio dice que habrá un total de nada menos que unos 3.600 millones de personas viviendo con electricidad solar fotovoltaica. Pero no dice ni pío de cómo se van a organizar las redes eléctricas nacionales y los mallados internacionales, para dar satisfacción a todo ese gentío, en las horas o días en que el sol no brille. Esto es, hablan poco o nada de la acumulación de una energía que hasta ahora no se acumula (salvo cantidades insignificantes en bombeos inversos de saltos hidroeléctricos). Al parecer esa es harina de otro costal. No sólo eso, llegan a decir, en el Capítulo de los “Beneficios solares”, que contribuyen …¡¡a fortalecer las redes!! Esto es verdaderamente la fe del carbonero, de la que hablaba Unamuno, que se escondía el la iglesia y los dogmas.

Los más llamativo del informe, es la batería de preguntas, con sus respuestas ya preparaditas, en forma de catecismo o guía rápida del buen ecologista. No tienen desperdicio; es decir, son casi 100% reciclables, como reza una de ellas. Greenpeace/EPIA acaban de mandar a hacer puñetas a la segunda ley de la termodinámica, y juran que uno puede volver a su estado original, con solo utilizar una minúscula fracción de le energía que se empleó en realizar la transformación. No hay nada que decir sobre el boro, el arseniuro de galio (total, es tan poquito que si se cae de la célula se mata, llegó a decir un ministro) y demás dopantes. Nada que decir de los engrasan los seguidores a uno o dos ejes.

Por supuesto, se vuelve a hacer, una y otra vez, un acto de fe en la “competitividad” en precio a medio o si hace falta, a largo plazo, que para eso está la flexibilidad de los escenarios. Una letanía, esta de la “competititvidad”, más propia de un banquero o un industrial en busca del beneficio, que de una organización ecologísta. Lo que vemos hoy y lo que hemos visto en los últimos diez años, han sido progresos, que aunque se vistan de seda, monas de poca seda en costes y poca seda en rendimientos se han quedado. Y la pregunta más interesante de todas, es la que analiza el “Energy Payback Time” (EPBT), que ha sido el caballo de batalla en esta web, definido como Tasa de Retorno Energético (TRE). Parece que el asunto al final les está resultando algo molesto. Y para obviar el asunto, nada mejor que dar las respuestas ya cocinadas. ¿Cuáles? Pues no se lo pierdan. Los módulos fotovoltaicos actuales (esto no es un auto de fe; esto es una traca), parece que recuperan la energía empleada en su construcción, instalación y mantenimiento nada menos que en dos años (en este apartado de preguntas y en el de “Beneficios solares”, llega a variar de 1 a 3 a,5 años. Asómbrense. Por si fuese poco, aseguran que la energía consumida en todo el proceso todavía se está reduciendo más. Puros funambulistas de la segunda ley de la termodinámica. Pero detengámonos en este aspecto, que es crucial y que Greenpeace/EPIA despachan en un abrir y cerrar de ojos, citando el evangelio según Alsema. Cita y referencia (las más de las veces, circular) de todo el que se precie y quiera despreciar a los que dudamos de sus procedimientos y bases de cálculo. En primer lugar, como siempre, para averiguar el “energy payback time”, que en CE denominamos la TRE, colocan de forma fija en el numerador 25 o bien incluso hasta 30 años de duración asegurada del panel o módulo solar a la intemperie. ¿Y en qué se basan para ello? Pues en que algún módulo ha llegado a durar eso, no que todos los módulos instalados hayan durado eso, que es muy diferente. A este paso, arreglaremos cualquier problema con asignar simplemente numeradores muy grandes de vida útil generando a tope. Incluso podríamos colocar un logo en los módulos como las pirámides de Egipto, símbolo de persistencia.

En segundo lugar, para tranquilizar las mentes, se cita de forma recurrente a Erik Alsema, e incluso el informe coloca como marchamo de legalidad de la aseveración, un gráfico de tan insigne profesor, al que no hay célula, del tipo que sea, a la que no pueda ordeñar toda la energía que se ha gastado en su producción en como mucho 4 años. E incluso llega a aseverar que las de película delgada (todavía en experimentación y basadas en proyectar capas de gas silano (SiH4) sobre un vidrio, consiguiendo una superficie fotovoltaica con tan solo 0,2 gramos de material por vatio pico, en lugar de los 10 gramos actuales; esto es, 50 veces menos silicio) pueden llegar a ser de menos de un año en el sur de Europa, es decir, en casa. Al parecer, se dan por buenos y confirmadas las duraciones de 30 años de estas células a la intemperie, que ocupan varias veces más espacio que las convencionales (lo que exigirá parques con mayor ocupación de territorio para la misma generación de potencia, pero eso es algo que no entra en la ecuación ni al parecer importa), por lo que se supone que son varias veces más delgadas que las convencionales y sin embargo resistirán dilataciones y contracciones de los 30x365 ciclos dia/noche, sin pestañear. Resistirán también como jabatas los granizos, porque aunque el silicio sea mucho menor, el cristal de vidrio templado para protegerlas, lo mismo es igual de grueso. En fin, que basados en sistemas en experimentación, el binomio Greenpeace/EPIA hace una apuesta y da por zanjado el asunto de la TRE = 30. Ya soc aquí, dijo Tarradellas. Hay bastantes yacimientos de petróleo en el mundo que tienen ya TRE’s muy inferiores a ese valor. No entendemos bien por que la industria fotovoltaica sigue pesadamente apuntalada casi al 100% en la sociedad del petróleo y del gas, cuando son las células de película delgada las que podrían ayudar a los campos de petróleo cerrados por haber llegado a una TRE de 1 a seguir extrayendo el petróleo que queda, con la energía que les podría sobrar a las fábricas y campos fotovoltaicos después de haberse amortizado energéticamente a sí mismas y haber satisfecho a la sociedad en su modo de consumo actual. Si esa TRE de 30 para la película delgada es cierta, no se entiende bien por qué el escenario “avanzado” de Greenpeace/EPIA es tan modesto: apenas el 28% de una electricidad mundial atascada de aquí al 2040. Con esas credenciales y con esos costes, bien podrían ir a un 100% y a seguir creciendo (en consumo energético y/o eléctrico) en la industria al 3% anual, en vez de al 0,5% como han previsto.

En el apartado de “Solar Basics” se hace una revisión somera de las partes que integran un sistema fotovoltaico. Por supuesto, en todo el informe, hay un interés muy concreto, por parte de los autores, de considerar los sistemas fotovoltaicos como renovables, cuando en puridad, saben perfectamente que son “sistemas no renovables, capaces de captar energías renovables”. Entre las pares del sistema, mencionan a los inversores, pero no dicen nada de que sean el verdadero cuello de botella de los sistemas, con vidas útiles que pueden estar entre los 3 y los 5 años y que hay que reemplazar, total o parcialmente a cada lustro. Nada de la necesidad de almacenar, si se va a producir en cantidades significativas. Nada de las dificultades de inyectar en redes de distribución hacia la distribución. Apenas que eso “beneficia a la red”, cuando las reclamaciones de las empresas eléctricas son considerables por los desajustes que les provocan. Conviene traer a colación el mito de la diferencia entre los 25 años de vida, que es lo que los fabricantes garantizan actualmente sólo en potencia generada (y degradándose, según curvas hasta el 85 u 80% en esos 25 años) y la garantía de material, que el fabricante nunca garantiza más allá de 10 años.

Esta diferencia es muy significativa e importante, porque las muestras existentes hasta ahora de módulos que han aguantado 25 años a la intemperie, generalmente promovidas por grandes empresas, innovadores con medio y conocimientos, sistemas de telecomunicaciones bien mantenidos con abundantes medios y laboratorios, en ambientes generalmente muy controlados, no pueden necesariamente extrapolarse a la miríada de módulos que cientos de fabricantes están hoy ensamblando, muchos de ellos con garantías que dejan muchísimo que desear y con destino final en clientes, cuyo concepto del mantenimiento estricto y cuyos contratos de mantenimiento con empresas poco solventes, además de instalarse en sitios muy diversos, con exposiciones meteorológicas bastante adversas.

No tiene las mismas posibilidades de sobrevivir 25 años un módulo en la Ciudad Universitaria de Madrid, al lado de una escuela, que otro en el tejado de un colegio en un pueblo rural de Bolivia. Pero ello no obsta para que Gereenpeace/EPIA que colocan nada menos que electricidad para 2.900 millones de personas del Tercer Mundo en 2040, sigan pensando que durarán 30 años, en cualquier circunstancia. El que no se consuela, es porque no quiere.

Otro aspecto que no se ha considerado en el estudio, es la necesidad de mantener estos sistemas durante la vida útil, y reemplazarlos más allá de la vida útil. Eso es porque se huye, como alma que lleva el diablo, del verdadero concepto de estos sistemas y hay desesperación por salvar los muebles de este sistema industrial, tecnológico y capitalista, operando en modo “business as usual”. Es porque no se quiere mostrar que son “sistemas no renovables, capaces de captar energías renovables”. Porque si se hace, hay que preguntarse cuántos de los 17.960 MWp de potencia instalada para 2030 o de los 3.500.000 MWp previstos para 2040 habría que reponer al llegar a ese año, simplemente para que sus usuarios no se quedasen sin luz (no para dar nuevo servicio) y a qué coste. Desde el punto de vista económico-financiero, que es lo que parece interesar exclusivamente a algunos, la cosa está resuelta si se ha hecho la debida amortización contable. Desde el punto de vista de la naturaleza, de las transformaciones de la biosfera que exigirán los nuevos equipos y demás, no está resuelto ni mucho menos.

Para los que no estén familiarizados con el asunto, una planta grande (supuestos costes unitarios menores por vatio pico instalado), se lleva entre el 7 y el 10% del coste total del sistema llave en mano cada año. Eso son seguros, seguridad, técnicos de lata movilidad, con instrumentos y medidores de precisión manteniendo la planta, repuestos (en algunos casos, ni siquiera ese porcentaje cubre los materiales a reponer, más allá del periodo de garantía, de unos dos o tres años. En el Tercer Mundo, ni se sabe en muchos casos que es el mantenimiento, ni existen medios, ni repuestos a mano, si no se han previsto con antelación y desplazado por anticipado a almacenes cercanos) reposición.

De entre las anécdotas que llaman la atención, está la foto aérea del Bundestag (Parlamento) alemán (página 26), mostrando en sus diferentes vertientes módulos fotovoltaicos, como muestra y expresión de la voluntad de su gobierno de promover esta energía. El edificio, precioso, que fue destrozado en la II Guerra Mundial y hoy rehabilitado, muestra paneles con grados de inclinación que darían vergüenza a cualquier técnico que hubiese pasado por un curso de iniciación de energía solar. Queriendo dar ejemplo, lo que han hecho ha sido mostrar cómo los ricos se pueden permitir colocar paneles en zonas casi inservibles, a costos elevadísimos, para poder presumir de ecológicos. Este tipo de marketing de pandereta, suele ser muy frecuente: El edifico de la multinacional de la energía EON, con el techo curvado lleno de módulo (página 8), el sistema fotovoltaico integrado en la fachada de un edificio, en posición perfectamente vertical (página 24), la famosa pérgola de Barcelona (página 42), la Oficina de Turismo en Alés o el edificio de Echirolles (ambos en Francia), también con los módulos en perfecta vertical y haciendo figuritas decorativas, son muy representativas del espíritu de marketing que mueve a los que se anuncian como pioneros de la ecología frente a los que no tienen ni para encender una bombilla y que gastan cantidades ingentes de recursos, por supuesto, incluyendo los energéticos, sin preocuparse en absoluto por el balance, porque en esta sociedad, lo que importa es vender, aunque sea ecología. Esa es la situación y sobre eso habría que reflexionar.

Un capítulo entero, dedicado a costes y competitividad, coloca a los autores en el flanco de los que parecen muy preocupados por el ahorro y la eficiencia, aunque las fotos del informe mencionadas en el párrafo anterior, vengan a desmentir tales preocupaciones, que debieran avergonzar a quien gasta esos dineros y energías, solo para sacar pecho. Dicen que “esperan” que el mercado consiga células con rendimientos del 20% en 2010 y del 22% en 2020. Aunque no lo especifican, parece que se refieren a conseguir de forma generalizada y a bajo coste económico y energético esos porcentajes de eficiencia y rendimiento. Porque hoy hay en España plantas de varios megavatios, con alguno funcionando, con células de rendimiento del 27% y en laboratorios del 40%. Pero eso no significa que la energía y los materiales que se utilizan para conseguirlas, así como su vida realmente útil, mejoren el resultado energético y /o económico global.

Acaba el informe con un capítulo dedicado a los “Policy Drivers” o a las políticas (Gubernamentales, por supuesto) de promoción de estos sistemas, que tanto Greenpeace, como sobre todo, como es natural EPIA, defienden a ultranza. Aquí tenemos el mundo fósil subvencionando al mundo “renovable” o mejor dicho de los “sistemas no renovables, capaces de captar energías renovables”. Esto es, un llamado para que los Estados ayuden a las multinacionales a “reducir sus costes”, ya que ahora producen con unos costes varias veces por encima de los costes del mercado, que tanto dicen respetar. Y ponen como ejemplos a Alemania y España por la política de tarifas subsidiadas, a Japón, con sus 4.820 MWp de potencia instalada y a los EE.UU., con su compromiso de llegar a los 10.300 Mwp para 2020 a base de fomentar con lo que mejor saben hacer: los Federal Tax Credits. Está claro que Greenpeace/EPIA apuestan por este tipo de soluciones: que papá Estado ayude a las multinacionales a reducir costes y mejorar eficiencias, con el dinero de todos los ciudadanos. Lástima que eso sólo se pueda hacer en países ricos, con estructuras estatales y gubernamentales desarrolladas y fondos suficientes para colocar módulos en la pared equivocada del Parlamento. Seguramente ellos puedan llegar con los excedentes que tienen, a tener un 5% de electricidad solar fotovoltaica para 2020, si es que para entonces, el crecimiento económico “natural” (el que crece de forma infinita) no se ha comido eso y mucho más. Pero esas políticas son una quimera en los países pobres (la inmensa mayoría de la población humana) en los que ha pensado, aunque sea formalmente Greenpeace/EPIA, para abastecer a 2.900 millones en 2030, pero que no sólo no tienen estructuras ni Estados avanzados, sino que lo que es peor, andan endeudados con los que se colocan paneles en vertical hasta las cejas y no tienen ni para una bombilla de las normales, cuanto más para una de bajo consumo. Creo que ahí les falla el supuesto.

Resaltar, como colofón, que así como a Crisis Energética no le cuesta en absoluto reconocer que el cambio climático o por decirlo de una forma más completa y cabal el daño que las transformaciones aceleradas en la naturaleza y de carácter antropogénico son tremendas y posiblemente irreversibles en poco tiempo si seguimos este rumbo, a Grenpeace le cuesta lo suyo admitir que el problema del agotamiento de los recursos fósiles nos puede estallar en las narices a todos los habitantes del planeta al menos tan rápidamente como el cambio climático. No importa que ya lo reconozcan grandes corporaciones petrolíferas, ex ministros de medio ambiente europeos, Felipe González (aunque sea de soslayo), gobernadores de Canadá, cientos de científicos de todo el mundo, y hasta el ex vicepresidente de la petrolera más grande del mundo, ARAMCO, junto con el ex Seretario de Estado de Energía estadounidense, James Schlesinger, quien acudirá a la VI reunión de ASPO en Irlanda el próximo 17 de septiembre. Greenpeace sigue sin abordar este espinoso asunto, porque sigue sin abordar el problema y el paradigma del los límites al sistema de crecimiento infinito en un mundo finito. Es por ello, por lo que entendemos sigue buscando soluciones de compromiso, seguramente con su mejor voluntad, pero sin atreverse a dirigirse a la sociedad, especialmente a la opulenta y capitalista donde tiene sus mejores asientos y más relevantes miembros, para decirles, alto y claro, que la cosa no está solamente en creerse lo de las mejoras de eficiencia y ahorros mediante la intensificación tecnológica, también infinitos, sino en sentarse de una vez a apretarse los dientes y a ver como nos podemos acercar, lo más civilizadamente posible, a un nivel de consumo energético próximo al consumo metabólico humano, porque no va a haber para más, diga lo que digan sus informes previos de “Renovables 100%” y “Renovables 2050” (por supuesto en modos “business as usual”). Pierdan el miedo a dar los mensajes que hay que dar, aunque ello les cueste socios que puedan empezar a no dormir bien por las noches y simpatizantes que dejen de pagar la cuota. Porque la cosa está verdaderamente seria y la recomendación de que todo tiene que ofrecerse con un sabor a positivo, va muy bien para el “marketing as usual”, pero a veces hay que decir con la suficiente franqueza y la suficiente dureza, que nos espera un futuro de “sangre, sudor y lágrimas” y que hay que empezar a apretar puños y dientes, si queremos evitar que terminen crujiendo, y si es que es así.

Y esa es la principal diferencia entre CE y Greenpeace en lo relativo al enfoque del gran tema que es la gran quemazón de los combustibles fósiles en los últimos 200 años y sus dos consecuencias más trágicas. Por lo demás esto de la fotovoltaica, sigue oliendo mucho a un juguete para ricos, con perdón. Pero sigan, sigan ustedes investigando, por favor. Por nosotros, que no quede

. Pedro Prieto.