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El cenit del petróleo: la geología triunfa sobre la tecnología

  • Domingo, 13 Mayo 2007 @ 13:43 CEST
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Artículos Charles Hall es profesor distinguido en Ciencias Ambientales y de la Fundación Forestal de la Universidad del Estado de Nueva York. Su investigación principal se ha centrado en el tema de la energía que se consume para obtener energía (La Tasa de Retorno Energético o TRE) y la contribución de la energía al crecimiento económico. Ello representa una importante contribución a nuestro conocimiento físico de los factores económicos y de las sociedades en las que vivimos. En esta carta, que no se ha llegado a publicar en The New York Times, escrita de forma conjunta con Nate Gagnon, se trata de desmontar la muy extendida fe en las soluciones tecnológicas al más intratable de los problemas: la llegada al cenit de la producción mundial de petróleo. Por el interés público que entendemos tiene y como muestra de la reacción de algunos medios importantes ante hechos, noticias o declaraciones que no “venden” al público o no están en la línea de “positivismo” del medio, aunque parezcan bastante incontestables, traemos aquí el artículo traducido, que lleva el título de portada, tomado de la pagina web Sanders Research, que ha tenido la amabilidad de publicárselo.

Por Charles Hall y Nate Gagnon

23/03/2007

El artículo de portada reciente titulado “Las innovaciones petrolíferas dan nueva vida a los viejos pozos”, de Jad Mouawad (de 5 de marzo, página 1), resulta peligrosamente engañoso. El autor trata de hacernos creer que las innovaciones tecnológicas aumentarán la proporción de petróleo recuperable de los campos conocidos, lo suficiente como para compensar la escasez de nuevos descubrimientos. Esto da una falsa sensación de seguridad acerca de nuestra difícil situación petrolífera y se basa en una interpretación de datos muy selectiva.

Por ejemplo, el gráfico utilizado para apoyar el artículo socava la principal tesis del autor. Muestra que la inyección de vapor no es nueva y que se ha estado utilizando en el campo de Kem River desde 1965 y también que la producción de petróleo en este campo llegó a su cenit en 1984 y que (la producción) ha ido disminuyendo de forma acusada desde 1997. De hecho, la mayoría de las “innovaciones petrolíferas”, mencionadas en el artículo, incluyendo la inyección de vapor y de diversos gases, son tecnologías antiguas, que se pusieron en práctica en los años 20 del siglo pasado. Las innovaciones han existido siempre en la industria petrolífera.

La pregunta importante es si esas tecnologías están aumentando la producción más rápidamente que lo que la hace disminuir el agotamiento.

Hay una gran cantidad de información que indica que el (ritmo del) agotamiento es una fuerza más importante en la extracción de petróleo que el desarrollo tecnológico. Los aumentos de producción de los campos de Kem River y Duri a los que el artículo se refiere, e incluso de los yacimientos mucho mayores de Alberta y de las arenas alquitranadas del Orinoco, son pequeños en relación a las caídas mucho mayores de la producción de muchos de los mayores campos petrolíferos, incluyendo a los del Mar del norte, Cantarell en México (últimamente el segundo yacimiento que más produce en el mundo), los grandes yacimientos (norte)americanos, que incluyen la Bahía de Prudhoe, el este de Texas y Yates, Samotlor en Rusia, Yibal en Omán, Rabi-Kounga en Gabón, posiblemente Burgan en Kuwait y demás. Todos estos yacimientos han sido sometidos al tipo de tecnologías que Mouawad menciona en su artículo, en algunos casos durante décadas, y todos ellos, excepto posiblemente Burgan se encuentran en franco declive o han agotado prácticamente su producción. Ni la mejor tecnología del mundo ha podido evitar que la producción de los EE. UU. haya caído un 50 por ciento desde su cenit en 1970. Al mismo tiempo, ya se ha llegado al cenit de la producción de petróleo en productores tan importantes como Argentina, China, Egipto, Indonesia (miembro fundador de la OPEP), México, Noruega y el Reino Uniddo, incluso aunque los precios han ido aumentando.

No está claro todavía si las modernas tecnologías, tales como la perforación horizontal, aumentarán el rendimiento total de los yacimientos o si apenas sirven para aumentar los ritmos de extracción. Además muchas de estas tecnologías mencionadas en el artículo suelen ser extremadamente costosas. No solamente en dólares, sino en coste energético. La importancia del aumento del coste energético se ha documentado en informes, que se han publicado en revistas de prestigio y muestran que la energía recuperada respecto de la invertida (la TRE) para la producción nacional en los EE. UU. ha caído de más de 100 BTU’s obtenidas por BTU invertida en obtenerla en los años 30 del siglo pasado, hasta una relación de 30 a 1 en los años 70 y quizás hasta una relación de 15 a 1 en el año 2000. Nuestra investigación señala una tendencia similar de declive para el todo petróleo mundial.

Producir vapor e inyectarlo en el subsuelo o transportar gases desde sus puntos de emisión a los dispersos campos petrolíferos, exige inversiones enormes de energía. Por tanto, si el aumento de precios puede indicar, de hecho, que cada vez quedan menos recursos económicamente disponibles, también significa por otra parte que se está gastando más energía en relación con la que se obtiene.

Y por tanto, podemos llegar a un punto de ruptura energética.

Eso quiere decir que una gran parte de las reservas de petróleo que se contabilizan como “probables” o “condicionadas” quizá no puedan ser explotadas, independientemente del precio. Los comentarios despectivos del artículo sobre la teoría del cenit del petróleo y sus defensores, están malinterpretados e ignoran la importancia del mensaje que llega de una sofisticada y creciente comunidad que incluye a muchos cientos de geólogos, otros científicos, ecologistas, financieros y ciudadanos que ven una situación preocupante delante de nosotros en lo relativo al petróleo y, especialmente en el caso de los EE. UU. también para el gas natural. El hecho de que el cenit de la producción mundial de petróleo (o como se ha sugerido, la llegada a una “meseta ondulada”) esté ocurriendo en estos momentos o no ocurra hasta dentro de unos pocos años, no implica diferencia alguna desde la perspectiva de las vidas de nuestros hijos. Esconder la cabeza bajo tierra y poner nuestra fe en los desarrollos tecnológicos, que están muy lejos de haber podido compensar la mayor parte de los agotamientos, nos parece realmente una mala idea.