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El tiempo se acaba

  • Lunes, 18 Diciembre 2006 @ 19:07 CET
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Artículos Hace un tiempo que se suceden inquietantes notícias que ,en sí mismas, son notables, pero combinadas, resultan abrumadoras.

Hoy, Middle-East-Online publica que Teherán ha ordenado finalmente cambiar el dólar por el euro en toda transacción con naciones extranjeras.

China parece que estaría dispuesta también a deshacerse de sus reservas en dólares, para cambiarlas por oro y euros.

EEUU pierde de media, cuatro combatientes diarios en Irak. A Bush no paran de salirle enanos y probablemente, tendrá que terminar retirándose de mala manera. ¿Al estilo Vietnam? Desde luego, la aventura le habrá salido carísma, habida cuenta que llevan "invertidos" más de 500.000.000.000 de dólares, y por mucho petróleo que se hayan llevado, les habrá costado la torta cinco panes...

Por otro lado, cada vez son más las voces que advierten sobre la recesión que se cierne sobre la economía norteamericana y de rebote, sobre la europea. Sobre todo a causa de las burbujas inmobiliario-financiera. La cual según el propio Bernanke, podría llegar a colapsar el sistema bancario...

También sabemos ya que en cuarenta años, probablemente el polo norte se deshiele completamente en verano. Que Groenlandia ya se está deshelando a marchas forzadas. Que la concentración de CO2 se habrá triplicado en breve a causa de la actividad humana, emulando los acontenimientos que han provocado los anteriores cambios climáticos en La Tierra. A estas alturas, podemos calcular que un cambio mediano del clima, sería catastrófico en términos humanos. Puesto que al cambiar el clima general, cada zona verá alterado su medioambiente y los vegetales y animales que allí habiten, verán de repente cambiadas sus condiciones, por lo que los ciclos vitales de muchos cultivos y explotaciones ganaderas, podrían verse fatalmente alterados.

Lo mismo sucederá con los humanos, pues un cambio climático relevante, implicará cambios locales importantes. Por ejemplo; Valencia está en la latitud de New York, pero allí se llega cada invierno a veinte grados bajo cero, mientras los chés no suelen ver nunca nieve en sus calles. ¿Resistiría la población de Valencia esa situación, con los actuales estándares de habitabilidad?

Por si fuera poco, ya sabemos que al petróleo y al gas natural, le quedan escasamente unas décadas de extracción desaforada, antes de agotarse como fuentes de energía. De hecho, estamos cruzando, o hemos cruzado ya, el pico de la producción de ambos recursos. Según se haga caso a unos u otros. Lo cual implica inexorablemente, eso sí, un encarecimiento general de la energía y una posterior carestía, que acabarán anulando cualquier intento de seguir creciendo como civilización. Puesto que nuestra civilización está basada precisamente en esas fuentes de energía.

La historia de la humanidad nos enseña que los humanos nunca han reaccionado a tiempo ante las vicisitudes, dejándose llevar por la comodidad e ineptitud. Siendo después de las crisis, cuando los humanos reaccionan y empiezan a buscar soluciones.

Esta vez no va a ser diferente. La depredación económica de La Tierra por los humanos, especialmente por parte de las dos o tres últimas generaciones, habrá esquilmado la mayoría de los recursos en breve y añadiéndose al colapso económico, configurará un porvenir difícil para todos los habitantes de La Tierra.

Ni siquiera se salvan los siempre bien vistos nórdicos, cuyas huellas ecológicas duplican fácilmente la nuestra, multiplicando muchas veces la media planetaria. Y aunque sí es verdad que se preocupan más que los demás de estas cuestiones, también lo es que no tienen la solución.

En nuestro país, es peor. Hace unos días, sin ir más lejos, se anunció que a partir del próximo mayo, el Departament de Medi Ambient de la Generalitat iba a limitar la velocidad de todas las vías de comunicación terrestre, incluyendo autopistas, del área metropolitana, a ochenta kilómetros por hora. Con el fin de limitar la contaminación, reduciendo un 30% las emisiones nocivas, y en la misma proporción, el consumo de combustible. Pues bien, ya han aparecido las primeras críticas fundamentalistas. El RACC se niega a aceptar tal medida. Dicen que primero hay que solucionar el problema de los embotellamientos... creando más y más autopistas, autovías y carreteras. Patético.

El tiempo, que es lo que permitiría poder enfocar el problema en condiciones, si se dedicaran los esfuerzos en las direcciones adecuadas, se va terminando. Estamos todos asistiendo, nosotros en platea, al final de la era de la energía asequible y del desarrollo que ella permite. La mayoría de las propuestas que se aportan son inútiles, estériles, sin contar con las directamente estúpidas e imposibles. Todo esto me hace pensar que vamos irremediablemente a comernos una crisis definitiva, que cambiará la humanidad para los restos. Y si bien es cierto que los humanos siempre han terminado superando las crisis, no es menos cierto que esta vez, lo tendrán más difícil, y nunca, creo, volverán a disponer de los recursos de los que hoy todavía disfrutamos.

Por mi parte, en cuanto a la crisis energético-económico-climática que acecha, lo único que se me ocurre es ir adecuando el consumo general de mi unidad familiar, a las circunstancias. Intentando al tiempo, educar a los que vienen detrás, en el uso de tan preciados bienes, para que los valoren y no los derrochen inútilmente. Como hace la mayoría. Ardua tarea en un entorno superconsumista y extremamente irresponsable.

Tempus fugit