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Energía y democracia

  • Miércoles, 25 Octubre 2006 @ 13:12 CEST
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Artículos En la sección del diario español El País de 23.10.2006, el ex presidente de gobierno español, Felipe González, escribe un artículo de fondo titulado "Energía y democracia" (solo para suscriptores o compradores del diario), tema candente que Crisis Energética no puede dejar pasar sin comentar, dado su interés público y la trascendencia que va adquiriendo el mundo de la energía en estos últimos tiempos.

Los grandes expresos europeos de la política están lanzados todos hacia una estación común, aunque circulen desde muy diferentes vías y con maquinaria y a velocidades muy dispares: la estación de los recursos energéticos.

Los movimientos de Schroeder, metiéndose en el gigante ruso Gazprom para gestionarlo y avalando la construcción de un gasoducto directo a Alemania desde Rusia, que cortocircuita al resto de la Europa central y del este, se aleja de la política europea, indican un nerviosismo y una actitud tribal/nacional que es muy preocupante, en un líder que se decía europeista.

Aznar, viajando a las Azores y ofreciendo carne de cañón al imperio, con la excusa infumable de unas armas de destrucción masiva y de llevar la paz y la democracia a Irak (reforzados por aquellos argumentos de la su entonces ministra de exteriores, de que así el petróleo bajaría de precio), apuntaba también, junto con Blair, a unirse a la locomotora principal, la estadounidense, en la búsqueda y apropiación (esto es, expolio y esta vez por las bravas) de los segundos yacimientos de petróleo más importantes del mundo. Otro que se estaba oliendo algo y vendía el muñeco de la forma habitual.

Muchos otros europeos notables salen, cada vez más, a la palestra pidiendo árnica energética: desde Joaquín Almunia y la ex comisaria de la cosa, Loyola de Palacio, pasando por líderes de todo pelaje, izquierda y derecha tradicional, vías de oriente y occidente confluyendo en la estación central.

Felipe González y el que fue su segundo, Alfonso Guerra, ya han declarado varias veces, en foros públicos o en bodeguillas más o menos profundas, que el problema energético va en serio. Ahora, vuelve Felipe González con otro aviso a navegantes energéticos, en artículo que no tiene desperdicio, por lo que insinúa subliminalmente. Si en algo coinciden estos gobernantes, más o menos ex, sean de izquierdas conservadoras o derechas recalcitrantes, es en ocultar las verdaderas razones detrás de su obsesión por aumentar la “seguridad” y la “independencia” energética de sus propias tribus nacionales, o como mucho europeístas, como si eso fuese suficiente. A continuación, el artículo de Felipe González y los comentarios entre líneas, en negrita y cursiva.

Energía y democracia

FELIPE GONZÁLEZ

EL PAÍS - Opinión - 23-10-2006

Con esta propuesta se abrió el debate del Club de Madrid en su Asamblea anual. A mi juicio, la energía es una variable estratégica clave para el desarrollo, para la integración regional y para la convivencia internacional. Sin embargo, la relación directa entre energía y democracia es menos evidente, salvo que se quiera situar su carácter imprescindible para el crecimiento económico y el bienestar social como un componente necesario, aunque no suficiente, para el avance de la sociedad democrática.

Muy hábil el ex presidente. Tiene toda la razón y lo dice de forma magistralmente suave: la democracia es una ilusión que depende de que la gente disponga de un mínimo de energía para su sustento. La falta de energía implicaría falta de recursos y con falta generalizada de recursos, se acabó la democracia que algunos demócratas de toda la vida creen que es un bien etéreo, no vinculado al mundo físico.

Por eso creo que deberíamos analizar el problema energético tratando de responder a varias preguntas básicas:

¿Existe un riesgo real de crisis de oferta en materia energética?

¿Qué relación existe entre energía y desarrollo socioeconómico?

¿Cómo contribuiría la energía a la integración regional?

¿Cuánto pesa la cuestión energética en las dinámicas de paz o conflicto a nivel internacional?

En primer lugar, sobre la existencia o no de una escasez de oferta para satisfacer las demandas de energía en el mundo, parto de la convicción, que hay que discutir, de la existencia a corto plazo de un cuello de botella en la cantidad disponible si el crecimiento de la economía mundial se mantiene.

Curiosa convicción, que González no explicita, de que ve un “cuello de botella” a corto plazo. Es muy cierto que si menciona el condicionante de “si el crecimiento de la economía mundial se mantiene”, es porque intuye, sin decirlo expresamente, que si la economía mundial no creciese, quizá otro gallo cantaría. O que si crece, la demanda excedera a la producción mundial máxima posible y pronto. Por otra parte, deja un halo de vaguedad en lo de “corto plazo” ¿Es que intuye que a largo plazo el problema se resolverá? Porque si es así, es que ve alguna solución. A mi se me ocurre que hay dos grandes soluciones: o alguna pócima milagrosa en el medio y largo plazo, que ayude a reemplazar la inevitable caída del 6% anual de la ingente producción de petróleo (84 millones de barriles diarios) y de probablemente hasta un 10% de la producción mundial de gas, cuando cada uno de estos combustibles llegue a su cenit de producción mundial (el gran tabú, todavía, de todo político). La otra razón, es que vea que cuando estas producciones caigan, por la derecha de la curva de Hubbert, las guerras por los recursos y las hambrunas generalizadas, volverán a equilibrar la población en niveles en los que las necesidades, de los supervivientes, cualesquiera que sean, estarán resueltas por la vía de la extinción masiva. Parece que al fondo del artículo, más bien a la derecha, aboga por la primera, pero como siempre, aparece calculadamente ambiguo.

La aproximación correcta en este punto debería llevarnos al análisis técnico de las reservas existentes de las no renovables, la capacidad de producción y transformación actual, junto a las previsiones de inversión. Así podríamos aproximarnos a la capacidad real de satisfacción de la demanda en los próximos 10 años. Naturalmente hay que considerar la participación de estos recursos no renovables en el consumo total y su posible evolución, sin olvidar el factor, cada día más presente, de su impacto medioambiental.

Loable intento del ex presidente de ponerse a valorar las reservas de energía no renovables y conjugarlas con la producción y las previsiones de inversión. Le ha faltado añadir e lanálisis de los niveles de crecimiento programados por sus colegas de partido o igualmente colegas de oposición en este asunto y le ha sobrado fe en las nuevas inversiones tecnológicas que se cree pueden resolver el problema, aunque sea de forma parcial, en un momento en que la desesperación estadounidense les ha llevado a batir el récord de sondeos exploratorios en 2005, con más de 37.000 perforaciones de sondeos petrolíferos y cerca de 22.000 pozos de sondeo de gas, con los pobres resultados que los geólogos de pro vienen anunciando con la frase clásica: “de donde no hay, no se puede sacar”

Junto a ello, es imprescindible reabrir el debate de la energía nuclear, cuyo desarrollo parece imparable. Me tocó decidir la moratoria para España hace más de 20 años basada en problemas de seguridad y, sobre todo, en la imposibilidad de eliminar los residuos radiactivos. La primera cuestión ha sido resuelta tecnológicamente con mejoras sustanciales. La de eliminación de residuos plantea más dudas, pero deberíamos conocer el grado de avance del Centro Europeo de Investigación de Física de Partículas en este terreno para fundamentar un debate serio.

A uno siempre le ha llamado la atención esa mágica atracción de los grandes pesos pesados de la política europea por lo nuclear. Y aquí Felipe González no pierde ocasión de meterse en la cesta, como si eso pudiese resolver el problema de unas infraestructuras mundiales que se alimentan fundamentalmente de petróleo y cuya llegada al cenit supondrá la gradual y anual desaparición del mercado, a cada año que pase, de cerca de dos mil millones de barriles menos de petróleo, hasta llegar a cero. En primer lugar, utiliza la argucia de proponerse como el gobernante que decidió la moratoria nuclear, para que no se le tache de pronuclearista, como si eso garantizase un aval de seriedad y coherencia, a los que conocemos su bastante torticera maniobra en la famosa decisión de OTAN no y luego OTAN de entrada no, para concluir OTAN desde luego que si. No pierde la ocasión González de arrimar ascuas a esa vieja sardina nuclear, con un falsete: que la energía nuclear ha resuelto el problema de seguridad con “sustanciales” mejoras tecnológicas; algo difícil de digerir, en lo que se refiere a diseño de las centrales, ya difíciles o imposibles de llevar a cabo en gran parte de los 440 reactores nucleares que ya están construidos con tecnologías manifiestamente mejorables. Y si se refiere a las futuras centrales, podría especificarlo, porque las que ahora están funcionando ya suponen una herencia muy pesada para las futuras generaciones, a medida que se van teniendo que colocar sobre las extintas centrales, unas pirámides-sarcófago con los que enterrar en hormigón durante siglos, a estos monstruos, una vez acabada su lamentablemente corta vida útil; herencias de la que nadie parece sentirse culpable. Y por otra parte, deja circunscrito el problema de “seguridad” que considera resuelto, a la seguridad técnica, olvidándose, como viejo zorro que es, del gravísimo y creciente problema de la seguridad militar o de ataques terroristas, contra el que nadie está asegurado. Finalmente, acepta que la eliminación de residuos (patata muy caliente, porque la inmediata es que si está resuelto, que empiecen a eliminar toda la porquería que ya tenemos), está todavía sin resolver, pero apunta, con sibilina complicidad, que el mago Carlo Rubbia del CERN, puede tener en sus manos la transustanciación de la materia y que eso es suficiente garantía para dar el disparo de salida a nuevas construcciones, sin decirlo de forma directa. Medias mentiras, vendidas como medias verdades. Haya luz y taquígrafos, si, para conocer las posibilidades de transmutar plutonio y uranio al estilo Rubbia, y bienvenido el debate, por supuesto, pero sin levantar, eliminar u obviar el principio de precaución para la instalación masiva de nuevas centrales nucleares que intenta colocarnos de rondón. Primero resuelva el problema de la basura nuclear ya generada, demuestrwe que funciona y luego láncese donde quiera, no antes. Las seguridades que nos venden son con datos acomodados a los escasos sesenta años de industria, extrapolados con estadísticas ad hoc a los miles de años que tienen de peligrosidad latente estos ingenios, un apaño burdo, muy empleado por la industria nuclear, que además supone que el entorno en que se moverán esas nuevas centrales y las existentes será por siempre el que hemos vivido en el último medio siglo, cuando todo el mundo sabe que no hay bien que cien años dure, ni cuerpo nuclear que lo resista, por no hablar de la imposibilidad física de que una sociedad, civilización o imperio dure en pie mil años, ni con Hitler a la cabeza. Y si las estructuras políticas y sociales son tan efímeras y todos lo sabemos, ¿a qué viene asegurar con tanta firmeza y sacar pecho jurando que seguirán siendo “seguras“ dentro de mil años? ¿O de treinta mil años, cuando el plutonio generado hoy todavía juegue malas pasadas? Ni Franco se atrevió a asegurar dejar atadas y bien atadas las cosas a tan largo plazo.

Finalmente, pero no en orden de importancia, tenemos la obligación de conocer el estado de desarrollo de las energías renovables e impulsarlas decisivamente. Sol, agua, viento, biomasa, etcétera, aparecen ya como las respuestas más aceptables medioambientalmente y con clara tendencia a ser competitivas a los precios actuales y previsibles de las energías fósiles. Su evolución no puede depender de intereses inmediatos ni de falta de voluntad política.

De nuevo, loable intento de meter las renovables en el paquete de soluciones, pero muy vago e impreciso. Ni esas energías son “competitivas” (frase gloriosa de todo economicista), ni sus niveles actuales permiten pensar que puedan sustituir a los dos mil millones de barriles de petróleo en que caerá anualmente la producción mundial (no se olvide, año tras año, a partir del inminente cenit, en términos históricos) y los mil millones de barriles equivalentes de petróleo en que caerá, como mínimo la producción de gas cada año, después de transitar por su propio cenit, una o dos décadas después del petróleo. Seguro que una persona como González tiene los datos y seguro que sabe que las renovables son apenas una gota en el océano de las necesidades energéticas humanas. Por si no lo sabe, habrá que aclararle que toda la producción eólica mundial de 2005 fue 10 veces menor que simplemente el aumento del consumo de energía eléctrico (que es muy inferior al de energía primaria) y que toda la producción de energía solar fotovoltaica generada desde el principio hasta la fecha es al menos 50 veces menor que el simple aumento del consumo de energía eléctrica en 2005. Repetimos: los pasos alternativos están siendo de 1 y las zancadas del crecimeinto económico (que siguen empeñados el llamar "sostenible" son de gato con botas, sea blanco o negro; este gato caza ratones con zancadas de 10 a 50. O de 20 a 100. Y así, el esfuerzo de todas las renovables del mundo desde el principio, queda engullido econ el crecimiento (¡ojo solo el crecimiento!) del consumo de electricidad en un solo año, en el océano del crecimiento infinito. Motivo más que suficiente, junto con el mar de trabas administrativas y golferío de multinacionales a la caza de las primas en el sector de las renovables, en concreto en España, pero también extrapolables a Europa, para saber que por esos caminos no vamos a ninguna parte. Ellos saben muy bien que por ejemplo, España, país puntero en desarrollo renovable en el mundo, instaló una base de unos 100 MW, como máximo en energía solar fotovoltaica, que pueden producir unos teóricos 0,15 GWh al año. Y saben también, porque lo saben, que sólo el aumento de la demanda eléctrica fue del 4,5% en 2005 y supuso unas 80 veces más esa energía. Y sin embargo, tienen responsables políticos en el sector energético, que parecen haber dicho basta a esos desarrollos y a sus elevadas subvenciones vía tarifas, por no hablar de los parones a las energía eólicas, también con fuertes ayudas. ¿Cómo que son competitivas? ¿Cómo que no pueden depender de la falta de voluntad política? Y estamos hablando de un país puntero y ejemplo mundial, no se olvide…

La primera aproximación debería ser técnica, contrastando las distintas opiniones, para conocer con el mayor rigor posible cuál es el estado real de la cuestión.

A continuación, estaríamos en mejores condiciones de introducir una reflexión estratégica que implique a los actores políticos, a las empresas del sector, tanto públicas como privadas, a los países productores y consumidores, a los sectores medioambientales etcétera, para abordar la variable energética en las tres dimensiones señaladas: elemento imprescindible para el desarrollo, factor determinante para la integración regional, y clave para la convivencia internacional. El trasfondo medioambiental debería atravesar la reflexión de conjunto, buscando nuevos equilibrios que sean más justos entre las diferentes regiones del mundo para mejorar las exigencias cada día más serias de evitar un deterioro natural grave.

¿Por qué será que a todos los políticos occidentales siempre les sale, de natural propio rogar, de forma retórica, por “equilibrios que sean más justos entre las diferentes regiones del mundo”, mientras siguen, con el mazo dando, a políticas que siguen aumentando escandalosamente las diferencias entre ricos y pobres en el planeta? ¿Por qué será que aunque reconozcan “cuellos de botella” en el suministro energético, aunque solo lo reconozcan a largo plazo y confundan el cuello con un embudo sin fin, siguen hablando como cotorras del “desarrollo”, de lo deseable que es y de su inevitabilidad, sabiendo, como sabe y dice en este mismo artículo el señor González, que desarrollo y consumo de energía van estrechamente de la mano? ¿Quién podrá poner el cascabel del “ya está bien de crecer sin freno” al gato del capitalismo salvaje? ¿Por qué se quejan tanto del deterioro medioambiental, si saben perfectamente que es la capacidad de crecimiento económico (esto es, de la capacidad creciente de transformación de la naturaleza) la que está provocando estos desastres espantosos? ¿Cómo es posible que sigan hablando de las falacias de sostener el desarrollo, cuando no hay desarrollo que se pueda sostener infinitamente?. En fin, vago y lamentable discurso convencional.

Nadie puede renunciar a la energía, aunque sea para sobrevivir. Mucho menos si se aspira legítimamente a aumentar el crecimiento y mejorar las condiciones de vida de la gente. En la condición de país emergente o en la condición de desarrollado. Las nuevas fracturas de esta economía globalizada, unidas a las antiguas, evidencian que la revolución tecnológica no cambia la variable estratégica de la energía como un elemento clave en el bienestar de los seres humanos.

Tiene razón el Sr. González: en nuestra sociedad moderna, esa minoría de 500 millones de desarrollados de los 6.500 millones que tiene el planeta, efectivamente la condición de desarrollado la confiere el nivel de consumo energético disponible para el promedio de los ciudadanos. Tiene toda la razón. En lo que es calculadamente impreciso, es en decir la obviedad de que nadie puede renunciar a la energía, aunque sepa bien que el nivel de consumo energético de un ser humano para vivir, desde un punto de vista estrictamente metabólico, es el equivalente a apenas una máquina de 100 vatios de potencia, consumiendo las 24 horas del día. Y se calla que hoy los europeos están consumiendo como máquinas de 5.000 vatios, los norteamericanos como máquinas de 12.000 vatios y el promedio mundial, apenas como máquinas de 2.200 vatios per capita, en promedio. Entre unas cifras de consumo y otras, hay mucho margen para el ahorro y para sostener una vida digna (con un muy otro modelo social, claro está) y sabe muy bien el Sr. González que tal y como estamos hoy organizados, ni siquiera el promedio mundial de seres consumiendo como máquinas de 2.200 vatios de potencia, está impidiendo que el planeta lleva camino de desastres ecológicos planetarios sin parangón. Entonces, Sr. González, Quo Vadis? Explíquese mejor y con menos vaguedades.

Merece la pena considerar una paradoja inexplicable. La inmensa mayoría de los países productores de petróleo y gas no han sido capaces de transformar esta riqueza decisiva en crecimientos económicos con desarrollos sociales equilibrados. En el lado contrario del espectro, los países desarrollados son consumidores y transformadores sin recursos energéticos propios en este campo. Ni el régimen de propiedad de los recursos, ni los sistemas políticos, ni la diversidad cultural parecen haber influido en esta especie de maldición que viene pesando sobre las sociedades de las zonas ricas en petróleo. Las exportaciones de la materia prima tienden a concentrar la riqueza en pocas manos, con escasa incidencia en el empleo y en el desarrollo real.

De nuevo, el ex presidente recurre a viejos tópicos. Efectivamente hay una paradoja, aunque quizá debamos dar gracias en los países los desarrollados a que los productores no se han podido desarrollar, porque si no, estaríamos ahora con un planeta todavía mucho más transformado, es decir, peor. Por otra parte, parece que los roles de productores sin desarrollo y consumidores sin recursos consumiendo como locos recursos de los países productores, hubiese caído del cielo y no hubiese sido fríamente impuesto, calculado y dirigido por los poderosos (es decir, por los grandes consumidores), dominando y sojuzgando bajo distintas apariencias de acuerdos bilaterales o multilaterales, aparentemente voluntarios, libres y entre iguales, a los líderes de los países productores. Pareciera que nos hemos caído del guindo ayer mismo.

Los países desarrollados dependientes de la materia prima, como la mayoría de los europeos, ni han hecho un esfuerzo sostenido en los últimos quince años para fomentar seriamente el uso de energías alternativas, ni se enfrentan con rigor al tema de la energía nuclear, ni han mantenido estrategias de diversificación de suministros eficientes. Los mercados de los noventa y de lo que va del nuevo siglo no parecen dispuestos a premiar inversiones relevantes en nuevos recursos.

Cierto, muy cierto, que los países desarrollados (y no hablemos de los que no lo están, que son la mayoría) no han hecho esfuerzo alguno que se pueda ver en un mapa, por encontrar energías alternativas, exceptuando la hidráulica, que tiene más de un siglo de antigüedad y la de la biomasa, que ya se lleva tierras y bosques de forma alarmante, solo para alimentar seres humanos y animales, sin que ni siquiera haya empezado la carrera por alimentar motores que ahora se anuncia como el summum de la nueva ecología y estandarte de los apologistas de Kioto. Pero el debate sobre la energía nuclear sí se lleva con cierto rigor, al menos por ciertas partes. Hay otras que empiezan a ocultar datos de la producción y del estado de sus centrales, como, por ejemplo, ha sucedido con la reciente decisión del gobierno francés. Un país, líder mundial en energía nuclear, que evidentemente no propicia el rigor en el estudio de este tipo de energía. Pero que el ex presidente no duda en denominar "serio". Y en cuanto a la diversificación, no se de donde se saca el ex presidente que no se da: se da hasta el tuétano, porque hoy se extrae petróleo en cerca de cien países y gas en otros tantos; hoy se aprovecha el 25% de las cuencas fluviales mundiales para embalsar agua; y se extrae casi una tonelada de carbón por habitante del planeta y año de infinidad de países donde todavía hay yacimientos explotables; hay 440 centrales nucleares funcionando y algunas decenas ya cerradas ¿qué mas diversificación quiere? ¿No estará pensando, en realidad, en un pequeño problema doméstico de diversificación para España, con un nivel de dependencia energética superior al 90%, cuando el problema es mundial y ni consumineod tantas y tan variadas energias, aún así han conseguido despegar decentemente 6.000 millones de habitantes del planeta?

La energía debe ser analizada asimismo como factor de integración regional. No es difícil en algunas regiones con avances serios en la dinámica de la supranacionalidad, como la Unión Europea, avanzar en modelos de integración de redes viarias u otras infraestructuras para el desarrollo aprovechando las sinergias. Sin embargo, cuando se trata de emplear estrategias conjuntas en materia energética surgen pulsiones nacionalistas que incrementan la fragilidad y la dependencia del conjunto.

Muy cierto, Srr, González. Es verdad que cuando se ve pelar las barbas del vecino, existe una tendencia gregaria y tribal para que las pulsiones nacionalistas se aceleren y si no, que se lo digan a Schroeder, cortocircuitando a Europa con su gasoducto Uber Alles directo y por mar desde Rusia, donde este también ex primer ministro tiene asiento en la presidencia de Gazprom. Como no es menos cierto que existen pulsiones nacionalistas similares en Gran Bretaña con sus decadentes yacimientos de petróleo y gas del Mar del Norte y existen igualmente pulsiones nacionalistas en España con el gas del norte de África. En todas estas partes y muchas más cuecen las habas de las pulsiones nacionalistas o del “tonto el último”, que no hacen más que descubrir que hay un problema de fondo de escasez próxima de recursos del que nadie quiere hablar abiertamente. No es un cuello de botella a corto plazo: es un monumental problema en forma de embudo mundial, en el que nos estamos metiendo.

En América Latina existen todas las posibilidades imaginables para emplear sus recursos energéticos en los desarrollos nacional y regional. La riqueza en energías fósiles, en hidráulica o en las demás renovables es más que suficiente para facilitar un auténtico despegue económico de la región. Una política energética regional o subregional contribuiría más que todos los discursos integracionistas a la unidad latinoamericana y al desarrollo del conjunto.

Algo semejante podríamos decir del Magreb o de otras zonas de África si se superaran las desconfianzas recíprocas y los conflictos.

O de Rusia y sus vecinos de la antigua URSS. O de Oriente Medio.

Astuta finta del Sr. González, político al uso. “Emplear recursos energéticos de los productores en los desarrollos nacional y regional”. Tan bonito como engañoso. Cuando un viejo político occidental de país gran consumidor ofrece “desarrollo” a los productores de energía, en realidad les ofrece inversiones en el sector energético para luego llevarse los recursos y aquí paz y después gloria. No existe ni el mínimo interés real de los países desarrollados (sino más bien lo contrario, digan lo que digan) de que esos países se desarrollen más allá de en sus campos petrolíferos o gasísticos. Y cunado vemos a algún país que intenta hacerlo, aunque sea de forma balbuceante, como Venezuela o Irán, se le echan encima de forma descarada y lo acusan de terrorismo. Si no es política regional o subregional la que Venezuela intenta hacer con Brasil, Argentina y Bolivia, con desarrollos internos para beneficio propio, dígase que es una política regional o subregional. Entonces ¿por qué sienta tan mal? Déjeme anticipar una respuesta: porque las pulsiones nacionalistas o capitalistas intuyen que no va a haber energía para todos, sobre todo, para los que no tiene yacimientos propios y consumen como posesos (adictos al petróleo, reconoció hace poco un el mismísimo presidente Bush)

Para terminar este debate, hay que considerar que el desafío energético global tiende a ser la principal causa de la conflictividad internacional. La convivencia en paz o las tensiones dependen más, mucho más, de una respuesta sería a la probable crisis de oferta en esta materia sensible que de todos los inventos de conflictos de civilizaciones. Oriente Medio sería algo diferente si no se cruzaran en la región los intereses petroleros y gasísticos que existen.

Más que el “desafío energético”, lo que me temo tiende a ser la principal causa de conflictividad, seamos serios, esta vez si, es la inminente “escasez energética”; ese “cuello de botella a corto plazo” de que habla el propio Sr. González de forma oblicua. Y desde luego hay que acordar que sí que es la principal causa de la “conflictividad internacional" (vulgo guerras de agresión para el expolio de recursos energéticos ajenos, que el Sr. González de nuevo muy sesgadamente vuelve a interpretar con esa prosa, tan del gusto de lo políticamente correcto que le caracteriza y le ha hecho tan famoso). Claro que Oriente Medio sería algo muy diferente, si no hubiese la codicia consumista que hay en Occidente. Pero ese sería otro mundo posible, no el que el Sr. González nos va vendiendo en pequeñas dosis.