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Gas y petróleo: diversificar para sobrevivir

  • Domingo, 09 Enero 2005 @ 14:26 CET
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Artículos El profesor de Recursos Energéticos de la Universidad de Barcelona, Mariano Marzo, ha publicado en el suplemento Domingo de El País de 9 de enero de 2005, un artículo sobre la situación española del petróleo y del gas y sobre la enorme dependencia que tiene para el futuro de España. Dada la relevancia social y económica que tiene, Crisis Energética realiza algunos comentarios al mismo y plantea algunas preguntas para que sus lectores puedan ampliar dichos comentarios

LA DEMANDA DE COMBUSTIBLES FÓSILES NO DEJA DE CRECER EN ESPAÑA, CUYA DEPENDENCIA DEL EXTERIOR ES TOTAL

MARIANO MARZO

El PAÍS DOMINGO - 09-01-2005

El reciente corte del suministro de gas natural a centrales eléctricas y empresas a causa de una avería en el gasoducto Magreb-Europa, ilustra perfectamente el riesgo que, por su total dependencia del exterior, España debe asumir en materia de abastecimiento de petróleo y gas.

Ambos hidrocarburos constituyen las dos terceras partes del cóctel de energías primarias que sustenta e impulsa el desarrollo socioeconómico español. Deseos y buenas intenciones aparte, la realidad es que en 2003 la base de dicho cóctel fueron el petróleo (50,9%), el gas natural (15,6%) y el carbón (14,9%). La energía nuclear representó el 11,8%, y las renovables, hidráulica incluida, tan sólo un modesto 6,6%.

Desgraciadamente, la geología no ha sido generosa, ya que hay que importar prácticamente la totalidad del petróleo y gas que se consumen. Desde septiembre de 2003 al mismo mes de 2004, la producción interna de crudo, proveniente de los campos marinos ubicados frente a las costas de Tarragona y del viejo campo de Ayoluengo, en Burgos, totalizó una cifra equivalente al 0,4% del consumo de productos petrolíferos. Durante el mismo periodo, los yacimientos del golfo de Cádiz y del valle del Guadalquivir (en las provincias de Sevilla y Huelva) suministraron cerca del 1,4% del total del gas natural consumido. En otras palabras, la producción anual de crudo alcanza para un día y medio de consumo y las de gas natural para cinco. Las reservas probadas inventariadas a principios de 2004 también son insignificantes. En el caso del gas natural cubrirían algo más de un mes de consumo, y las de petróleo, tres meses y medio.

Cóctel de energías primarias

El caso es que la demanda española de petróleo y gas no para de crecer. En 2003, el consumo de productos petrolíferos se incrementó un 1,7% respecto a 2002, mientras que el de gas lo hacía un 13,3%. Los planes para 2011 son reducir el peso porcentual de los combustibles fósiles en nuestro cóctel de energías primarias (del 81,4% actual al 78,3%), aunque, en términos absolutos, las cifras no son tan atractivas: tan sólo descendería la del consumo de carbón, mientras que las de petróleo y gas natural se incrementarían a un ritmo anual del 2,4% y 9%, respectivamente.

No hay que descartar que las prospecciones que se realizan, mayoritariamente mar adentro (frente al Delta del Ebro, el mar de Alborán, el golfo de Cádiz, el Cantábrico y las Canarias), puedan deparar alguna sorpresa agradable. Sin embargo, no hay que olvidar que, en conjunto, España está catalogada como una zona de buenos incentivos fiscales, pero de escaso interés prospectivo. Sin duda, todo apunta a que la dependencia de las importaciones de gas y petróleo se agravará en el futuro. Un fenómeno que no es exclusivo de España, sino que previsiblemente afectará a los países de la OCDE y a algunas potencias emergentes con demografías imponentes como China y la India. Todos ellos se verán obligados a expandir su comercio exterior, lo que en la actual coyuntura geopolítica equivale a asumir un mayor riesgo de interrupciones del suministro. Prevenir y mitigar el riesgo requiere, entre otras medidas, diversificar las fuentes de suministro y asegurarse su acceso a largo plazo.

En España, la diversificación del suministro de petróleo es un tema que puede considerarse, por el momento, razonablemente resuelto. Por ejemplo, el 70,5% de las importaciones en 2003 consistieron en crudo para refinar procedente mayoritariamente de un grupo de nueve países: Rusia, Libia, México, Arabia Saudí, Nigeria, Irán, Camerún, Irak y Venezuela. Por áreas geográficas, África nos suministró el 39,3% de dicho crudo; Europa, el 23,9%; Oriente Próximo, el 22,6%, y América, el 14,2% restante. Las demás importaciones consistieron en productos petrolíferos (gasóleos, fuelóleos, gasolinas, querosenos, gases licuados del petróleo y otros) adquiridos a Italia, Francia, el Reino Unido, Rusia, EE UU, Argelia y Libia.

Por el contrario, el grado de diversificación del suministro de gas natural resulta preocupante. En 2003, el 57,6% del gas consumido en España provino de un solo país, Argelia. Un porcentaje muy próximo al límite permitido por la legislación vigente, que sitúa en un 60% la cantidad máxima que puede importarse de un solo país. Otros proveedores importantes fueron Nigeria, Noruega, Qatar, Libia, Omán y la Unión de Emiratos Árabes. Por áreas geográficas, África aportó el 77,6% de nuestras importaciones, Oriente Próximo el 12,5% y Europa el 9,9%.

Un punto importante es que, del total importado de Argelia, un 53,9% fue transportado mediante buques metaneros como gas natural licuado (GNL), y el resto, a través del gasoducto Magreb-Europa, que llega al sur de España tras atravesar territorio marroquí y el estrecho de Gibraltar. En 2003, el conjunto de los suministros por gasoducto sólo supuso el 39,4% del total, con aproximadamente un 10% canalizado a través de la red europea (Lacq-Calahorra), y el resto, a través del Magreb-Europa. No en vano, España ocupa el tercer lugar del mundo, tras Japón y Corea del Sur, entre los países importadores de GNL. España cuenta en la actualidad con más terminales de descarga y regasificación de GNL que cualquier país europeo: a las plantas operativas de Barcelona, Cartagena, Huelva y Bilbao se unirá la de Sagunto, en 2005, y la de Mugardos-Ferrol, en 2006.

Gasoducto submarino

Sin embargo, esto no significa que se esté abandonando la mejora de la red de grandes gasoductos para la importación. En la actualidad se está ampliando la capacidad de la conexión Magreb-Europa, y existen planes, muy avanzados, para la construcción de un segundo gasoducto submarino, incluido en la Lista de Proyectos de Interés Común de la Unión Europea, que uniría directamente Argelia con la costa de Almería (Medgaz). Estas obras, junto a otros proyectos en fase de estudio para ampliar las conexiones con la red europea (a través del País Vasco y Cataluña), contribuirían a mejorar notablemente la seguridad del sistema gasista español.

En países en los que el petróleo y el gas constituyen un elevado porcentaje de la demanda energética y la producción propia es despreciable, la necesidad de mantener unas existencias mínimas de seguridad, para prevenir situaciones de desabastecimiento por interrupciones del suministro desde el exterior, resulta evidente.

Los conflictos bélicos que tuvieron lugar en Oriente Próximo durante las décadas del sesenta y el setenta acentuaron esta necesidad. La creación de la Agencia Internacional de la Energía, en 1974, supuso un paso fundamental en la coordinación de las políticas de los países de la OCDE, que deben disponer de unas existencias mínimas de crudo y productos petrolíferos de 90 días de consumo.

En España, esta política culminó en 1994 con la creación de una entidad (Corporación de Reservas Estratégicas de Productos Petrolíferos, o Cores), dedicada al control de dichas existencias mínimas y a la constitución, mantenimiento y gestión de las denominadas reservas estratégicas. Inicialmente, estas últimas debían equivaler a un tercio de las existencias mínimas, o sea, a 30 días de consumo, pero recientemente el Gobierno decidió ampliarlas a 45 días.

En cuanto al gas natural, su creciente importancia aconseja adoptar medidas para mejorar la seguridad del suministro. La ley establece unas existencias mínimas hasta un máximo de 35 días de las ventas o consumos anuales, y no prevé la existencia de reservas estratégicas. De hecho, la construcción de la infraestructura de almacenamiento de gas natural se encuentra en plena fase de desarrollo, y, ante la creciente demanda, cualquier retardo o indecisión podría afectar negativamente a la seguridad del sistema gasista.

Crisis Energética

El cóctel de energías primarias que el profesor Marzo explica tiene España, es de los más dependientes de Europa del petróleo (más de la mitad del total), aunque en este caso, la importancia no sólo está en la cantidad, sino en su versatilidad, vital para el mundo industrial, y como pilar del transporte moderno; el gas natural, que siendo apenas el 15,6% del total, está aumentando de una forma brutal (más de un 13% en un año), el carbón, que tenía un peso específico similar al gas y pierde lo que va ganando éste. La energía nuclear, con el uranio como combustible no deja de tener un peso importante de cerca de un 12% y la hidroeléctrica, que apenas figura como la única renovable digna de mención ( a pesar de ser España el segundo país del mundo en instalaciones eólicas), con poco más del 6%

No obstante lo anterior, las dependencias presentadas son todavía más abrumadoras. Apenas se produce el 1% de lo que se consume y el resto viene de la importación. El petróleo, versátil como es en el uso, sigue siendo también de lo más versátil en el origen del suministro. Son decenas de países, aunque nueve de ellos sean los que rellenan casi todas nuestras refinerías y depósitos. Pero el gas natural tiene una dependencia tremenda de un solo país: Argelia, de donde se suministra casi el máximo permitido por ley: más de la mitad del total. Es decir, que si Argelia cierra la espita, más de la mitad de los hogares e industrias que hoy se surten de gas, tendrían que cerrar o vivir de otra cosa. Y eso que España figura como país privilegiado en el mundo a la hora de poder transportar y recibir el gas de lugares distantes: es el tercer país del mundo con mayor flota de los complejos buques cisterna de gas licuado a muy baja temperatura y posee las mayores instalaciones de Europa. Aún así, las debilidades a la hora de asegurar una línea de suministros son evidentes. Las políticas energéticas españolas de aumento del gas como combustible para las nuevas centrales de ciclo combinado, es posiblemente un guiño a la ecología de turno, aunque supone un grave aumento de la dependencia del vital fluido eléctrico, que este gas genera.

En cuanto al carbón y al uranio, el artículo no detalla, dadas sus limitaciones de espacio, las dependencias de los orígenes. El carbón viene de países enormemente distantes y su ecuación depende del coste del transporte, hasta ahora barato, pero cuyas últimas subidas enormes del combustible que lo impulsa (el petróleo) pueden hacer que esas ecuaciones empiecen a resultar inviables en lo económico. El uranio, que muchos piensan como posible sustituto de los fósiles, en caso de crisis seria y prolongada, tiene el grueso de las reservas mundiales mucho más concentrado que el petróleo o el carbón y también su extracción viable está muy sujeta a la enorme dependencia de la maquinaria que los extrae, procesa, refina y trata a base de consumir mucho petróleo y electricidad, que proviene también principalmente de los fósiles.

Finalmente, un llamado a la consideración de “reservas estratégicas” para el petróleo y el gas”. España sigue normativas comunes y similares a la mayoría de los países europeos avanzados y dispone, como bien indica el artículo, de unos “sotcks” para satisfacer el consumo nacional durante 30 y últimamente quizá hasta 45 días. Esto es más que la mayoría de los países del mundo y no se puede achacar al gobierno de falta de previsión. Las infraestructuras para almacenar estas cantidades (aproximadamente una décima parte del consumo anual del país) son ya de por sí enormes. Sin embargo, la verdad es que, vista la volatilidad de los mercados, la creciente escasez y la caída de la producción en cada vez más países productores, que van pasando de ser exportadores a importadores netos y la dificultad de España para asegurar líneas de suministro de lugares tan lejanos y tan vulnerables, la situación resulta patética. ¿Qué sería de España si deja de llegar petróleo -¿Es esto absolutamente imposible?- durante dos meses? ¿Qué sería de España si el gasoducto entre Argelia y España queda fuera de servicio durante seis meses? ¿Cómo hemos podido construir una sociedad tan compleja, que ha llegado a los 42 millones de habitantes, y cuya misma existencia está comprometida a que fluidos tan importantes no puedan dejar de llegar tan masivamente como siempre, durante ni siquiera un par de meses? ¿De qué servirían los ejércitos, ante un corte de suministros prolongado de este tipo?