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Aprendiendo lecciones de la experiencia

Aprendiendo la lección de la experiencia; las crisis agrícolas en Corea del Norte y Cuba.

Parte 1

Por qué la clave para resolver los retos del cenit del petróleo está en cambiar la forma en que opera el dinero.

Por Dale Allen Pfeiffer
Editor Colaborador para asuntos de energía de FTW

Traducido por Pedro A. Prieto

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17 de noviembre de 2003, 1100 PDT, (FTW) – ¿Qué es lo que le sucede a un país industrializado, que practica la agricultura moderna, cuando pierde su base de recursos energéticos fósiles? Existen dos países a los que ya les ha sucedido: Corea del Norte y Cuba. Ambos países tiene muy pocos o ningún recurso propio; ambos dependían de la Unión Soviética, para sus importaciones de petróleo y ambos experimentaron una repentina y severa reducción de sus importaciones de petróleo, como consecuencia de la extinción del imperio soviético. Con todos los respetos al sufrimiento de los pueblos de ambos países, quizá podamos beneficiarnos del estudio de ambos ejemplos.

República Democrática de Corea (RDC). Un aviso para los Estados Unidos

Corea del Norte ha tenido siempre la mitad de la población que Corea del Sur. Antes de la guerra de Corea, Corea del Sur tenía una sociedad fundamentalmente agrícola, mientras que la República Democrática de Corea (RDC ó Corea del Norte) era en gran parte una sociedad industrial. Después de la guerra, la RDC se convirtió en una sociedad agrícola subsidiada por los combustibles fósiles, para aumentar la producción de sus pobres suelos.

En 1990, se estimaba que el uso de la energía per capita de la RDC era de 71 Gigajulios por persona1, el equivalente de unos 12,3 barriles de petróleo. Esto era más de dos veces la de China en ese momento o la mitad que la de Japón. La RDC tiene reservas de carbón, que se estiman entre mil y diez mil millones de toneladas, y el potencial para desarrollar la energía hidroeléctrica se estima en 10-14 Gigavatios2. Pero Corea de Norte tine que depender de las importaciones para la totalidad del petróleo y el gas natural. En 1990, la RDC importó 18,3 millones de barriles de petróleo de Rusia, China e Irán3.

UNA CRISIS ENERGÉTICA

Después del colapso de la Unión Soviética, las importaciones rusas cayeron un 90%. En 1996, las importaciones de petróleo apenas alcanzaron el cuarenta por ciento del nivel de 19904. LA RDC intentó obtener de China la mayor parte de sus necesidades petrolíferas. Sin embargo, China se distanció económicamente de la RDC, anunciando que todo el comercio con ella se haría en divisas fuertes, empezando en 1993. China también redujo los embarques de “cereales de la amistad” de 800.000 a 300.000 toneladas en 19945.

Además de la pérdida de las importaciones de petróleo y gas natural, la RDC sufrió una serie de desastres naturales a mediados de los noventa, que sirvieron para debilitar aún más a un sistema ya paralizado. En 1995 y 96 hubo unas grandes inundaciones que se llevaron la vital capa vegetal, destruyeron las infraestructuras, dañaron y cegaron las presas hidroeléctricas e inundaron los pozos de las explotaciones mineras, dejándolos improductivos. En 1997, a estas inundaciones las siguió una sequía muy pronunciada y un maremoto gigante. LA falta de recursos energéticos les impidió prepararse para esos desastres y dificultó la recuperación.

La RDC también sufrió los efectos de una infraestructura obsoleta. La mayor parte de su maquinaria y de sus plantas industriales estaba para ser desmantelada en los años 90. Debido a que la RDC no había podido pagar una enorme deuda contraida unos años antes, tuvieron grandes dificultades para atraer la inversión extranjera necesaria. La disolución de la Unión Soviética significó que la RDC no pudo obtener los repuestos y las capacidades para renovar sus infraestructuras, lo que provocó fallos de las maquinarias, generadores, turbinas, transformadores y líneas de transmisión. La RDC entró en un círculo vicioso, porque las infraestructuras decrépitas redujeron la producción de carbón e hidroeléctrica y disminuyeron su capacidad para transportar la energía por las líneas de alta tensión, las vías terrestres y las férreas.

Los siguientes gráficos muestran el declive en todos los sectores de la energía comercial entre los año 1990 y 1996. Como consecuencia de esto, los coreanos del norte, se dedicaron a quemar biomasa, lo que tuvo repercusiones en los bosques que quedaban. La deforestación trajo, a su vez, más inundaciones y una mayor erosión de suelo. Por ello, los suelos se agotaron cuando la materia vegetal se fue quemando para calentarse, en vez de pudrirla para hacerla abono.

De Combustible y Hambre: La crisis de la energía rural en la República Democrática de Corea (Fuel and Famine: Rural Energy Crisis in the Democratic People's Republic of Korea)

En 1996, el transporte por carretera y por barco se redujo en un 40%, con respecto a los niveles de 1990. La producción de hierro y acero se redujo en un 36%, respecto de la de 1990 y el cemento se redujo en un 32%. Este efecto repercutió sobre las industrias de automoción y construcción y la agrícola. La escasez de energía también afectó a la electricidad residencial y comercial, a la calefacción y a la energía para cocinar. Esto a su vez llevó a una pérdida de la productividad y disminuyó la calidad de vida y afectó negativamente a la salud pública. Los hospitales permanecen sin calefacción en invierno hasta el día de hoy y falta electricidad para hacer funcionar los equipos médicos. No hay energía ni siquiera para hervir agua para consumo humano. En 1996, el consumo total de energía en el conjunto de la sociedad, cayó un 51%7

De Combustible y Hambre: La crisis de la energía rural en la República Democrática de Corea (Fuel and Famine: Rural Energy Crisis in the Democratic People's Republic of Korea)

Posiblemente no hubo otro sector en el que la crisis se sintiese de forma tan aguda como en la agricultura. La crisis energética engendró rápidamente una crisis alimentaria que fue fatal. La moderna e industrializada agricultura colapsó, sin los aporte de la energía fósil. Se estima que más de tres millones de personas han fallecido como consecuencia de ello8.

El colapso de la agricultura

 

Tomado de “ Simulando la futura producción de petróleo, la población y la economía” (Modeling future oil production, population and the economy, fichero PDF, 2,91 MB)

 

El gráfico superior, creado por Jean Laherrère, ilustra la relación entre el consumo de petróleo y el colapso agrícola en la RDC9. Nótese que el declive de la producción agrícola sigue, muy de cerca, la caída del consumo de petróleo. Véase además, como la subida del consumo de petróleo, con posterioridad a 1997, n o es seguida por la subida en la producción agrícola. LA agricultura comienza a subir, si, pero entra en un nuevo declive hacia 1999. No tenemos datos suficientes para presentar conclusiones definitivas de por qué la recuperación agrícola ha fallado. Es como si se debiese a una combinación de varios factores, tales como el mal funcionamiento de los equipos agrícolas y las infraestructuras, el clima adverso y –bastante probable- el fallo del suelo, cuyo minerales se han podido agotar en la década pasada. En cualquier caso, el gráfico superior resume el colapso de la agricultura en la RDC y proporciona una perspectiva de los sufrimientos que ese colapso ha provocado.

Fertilizantes

La agricultura en la RDC requiere, aproximadamente, unas 700.000 toneladas de fertilizantes al año10. Corea del Norte solía fabricar del 80 al 90% de su propio fertilizante, entre 600 y 800.000 toneladas al año. Desde 1995, la RDC ha tenido dificultades para producir incluso 100.000 toneladas anuales. La ayuda y las compras al exterior aumentaron la cifra hasta las 160.000 toneladas, menos de la cuarta parte de la cantidad requerida11.

La industria de los fertilizantes de la RDC utiliza el carbón, como fuente de energía y como materia prima. Se requieren de 1,5 a 2 millones de toneladas de carbón anuales, para producir 700.000 toneladas de fertilizantes12. Para obtener este carbón, la industria de los fertilizantes tiene que competir con la industria del acero, la de la generación eléctrica, la de calefacción doméstica y las necesidades para cocinar y muchos otros tipos de consumo. Los pozos inundados de las minas y el equipo minero averiado han reducido drásticamente el suministro de carbón. Además, las entregas de carbón se han visto afectadas por los daños en la infraestructura ferroviaria. Además, transportar 2 millones de toneladas de carbón, exige 5.000 millones de Kwh de electricidad13, en un momento en que la (producción de ) electricidad disminuye por la falta de carbón, el cegamiento de las (re)presas y los fallos en las infraestructuras. Así que, de nuevo, nos encontramos con otro círculo vicioso. Finalmente, los fallos de las infraestructuras, limitan la capacidad de embarcar los fertilizantes –de 1,5 a 2,5 millones de toneladas, a ojo de buen cubero- de las fábricas a las granjas14.

El resultado de este fallo general, es que la agricultura de la RDC está funcionando con apenas un 20 ó 30% de los nutrientes provenientes del suelo. La reducción del fertilizante es la principal causa de que las cosechas sean tan pobres en la RDC. Tony Bois ha señalado que para hacer funcionar a las fábricas de fertilizantes a su capacidad, se requeriría la energía equivalente de la menos 5 millones de barriles de petróleo, lo que supone la cuarta parte de las importaciones de la RDC en los últimos años16. Sin embargo, incluso esa capacidad de producción en estos momentos sería insuficiente. En la pasada década, los suelos de la RDC se han agotado de los nutrientes, hasta tal punto que ahora requerirían una masiva reconstrucción de su suelo y un programa de conservación para revertir los daños.

El combustible diesel

La agricultura se ha visto afectada además, por la limitada disponibilidad del combustible diesel. El diesel se necesita para hacer funcionar la flota de unos 70.000 tractores, unos 8.000 remolques y unos 60.000 pequeños motores que se utilizan en las granjas de la RDC16. El diesel también se necesita para transportar los productos al mercado y para los equipos de procesamiento de alimentos. Se calcula que en 1990, la agricultura de Corea del Norte utilizó 120.000 toneladas de diesel. Desde entonces, el consumo agrícola ha disminuido hasta las 25-35.000 toneladas anuales17.

Las exigencias militares, completan el problema del suministro de diesel, porque no se han reducido proporcionalmente a la caída de la producción. Sólo después de que los militares se han abastecido, el resto de los sectores sociales, incluyendo la agricultura, el transporte y la industria, se pueden dividir el resto. Así que, aunque los suministros totales de diesel han caído un 60%, la parte agrícola de “resto” ha caído del 15% al 10% actual18. En otras palabras, la agricultura se tuvo que apañar con el 10% del 40%, o el 4% del total del suministro diesel de 1990.

 

Consumo de diesel en la RDC en 1990 y 1996

De Combustible y Hambre: La crisis de la energía rural en la República Democrática de Corea (Fuel and Famine: Rural Energy Crisis in the Democratic People's Republic of Korea)

El resultado es una disminución del 80% de uso de los equipos agrícolas19. No están disponibles ni el combustible ni los repuestos para mantener en funcionamiento la maquinaria agrícola. En 1998, los observadores informaron haber visto tractores y otros equipos agrícolas inutilizados, mientras los granjeros traajaban dificultosamente sus campos a mano. Los observadores también informaron haber visto montañas de grano abandonadas en los campos durante semanas, lo que suponía pérdidas de cosechas con posterioridad a su recolección20.

La pérdida de la potencia mecánica ha exigido su sustitución por el trabajo humano y animales de tiro. A su vez, debido a la mayor carga de trabajo, los agricultores y los animales de tiro requieren más alimentos, exigiendo aún más esfuerzo para una dieta ya insuficiente. Y aunque existe un mayor porcentaje de población implicada en los trabajos del campo, ha resultado imposible realizar todas las operaciones que antes se llevaban a cabo con maquinaria21.

Irrigación

Finalmente, el sistema agrícola también se ha visto afectado por la menor disponibilidad de electricidad para mover bombas de agua para la irrigación y el drenado. La cantidad anual de electricidad necesaria para la irrigación, para toda la nación, está alrededor de los 1.200 millones de kWh. Añadiendo a esto otros 460 millones de kWh para hacer funcionar las máquinas de trillar y moler y demás equipos de granja, el total alcanza los 1.700 millones de kWh22. Esto no incluye la demanda eléctrica de las casas y establos o cualquier otro uso rural residencial.

En la actualidad, la electricidad para irrigación ha caído a 300 millones de kWh y la electricidad para otros usos agrícolas ha caído a 110 millones de kWh. Esto hace bajar a la producción eléctrica total disponible para la agricultura a los 1.300 millones de kWh; unos 400 millones de kWh por debajo de lo que se necesita.

En realidad, la situación de la irrigación es peor de lo que se puede deducir de estas cifras. La irrigación se ve afectada por el tiempo, especialmente en el caso del arroz, que es el mayor cultivo cerealero de la RDC. La producción de arroz es muy dependiente de unos anegamientos y drenajes muy puntuales. El arroz se planta en mayo y se cosecha a finales de agosto y primeros de septiembre. Después de plantarlo, los campos de arroz se deben inundar y permanecer con agua hasta que se secan, al tiempo de la cosecha. En la RDC, casi toda la irrigación se realiza con bombas eléctricas. Más de la mitad del bombeo de irrigación para toda la agricultura tiene lugar en mayo. El pico de bombeo exige, en ese momento, al menos 900 MW. Esto representa un tercio de la capacidad generadora de la RDC23.

Además de esto, la red nacional de alta tensión está fragmentada, de forma que en algunos puntos aislados de la red, la demanda de irrigación puede sobrepasar la capacidad generadora. Este sistema provoca averías, sufriendo la misma falta de reparaciones que otras infraestructuras, tanto debido a los desastres climáticos, como a la edad de las centrales generadoras y a los transmisores y a la falta de repuestos.

Los registros de las tres mayores estaciones de bombeo de la RDC, mostraron que sufrieron un promedio de 600 cortes de energía al año, con un total de 2.300 horas anuales sin potencia. Estos fallos del suministro supusieron un enorme gasto de agua, que se tradujo en una escasez de riego de aproximadamente un cuarto de la cantidad de agua necesaria24.

Usos domésticos de la energía

El uso doméstico de la energía se ve también seriamente afectado por la crisis de la energía y –particularmente en las áreas rurales-, la demanda de energía doméstica está a su vez afectando a la agricultura. Las áreas residenciales rurales han sufrido una caída del 50% del consumo eléctrico, lo que supone una caída de los servicios básicos y de la calidad de vida. Las casas en las zonas rurales raramente tienen electricidad en los meses de invierno25. Como ya se ha mencionado, los hospitales y clínicas no quedan excluidas de esta falta de energía.

Las instalaciones rurales utilizan el carbón para calentarse y para cocinar. Se estima que el promedio de instalación rural consume unas 2,6 toneladas por año. El total de las necesidades rurales es de 3,9 millones de toneladas anuales. Actualmente, las áreas rurales reciben poco más de la mitad de estas necesidades26. En promedio, el uso de carbón en áreas rurales para cocinar, calentarse y preparar la alimentación animal, ha caído un 40%, hasta 1,6 toneladas por año27. Incluso los edificios públicos, como escuelas y hospitales, tiene limitados los suministros de carbón. Cuando falta carbón, incluso para hervir agua, el resultado es un aumento de las enfermedades relacionadas con el agua.

Para compensar las carencias de carbón, las poblaciones rurales están volviendo a la biomasa para calentarse y cocinar. Las hierbas se ha tomado de otros usos como forraje para animales y compost, lo que provoca una menor disponibilidad de alimentos. La recolección de la biomasa también está poniendo a prueba todos los ecosistemas rurales, desde las selvas a las tierras de labranza. La recolección de la biomasa reduce la capa vegetal, destruye los hábitats y conduce a un aumento de la erosión del suelo y de la sedimentación.

Además, la búsqueda y recolección de la biomasa exige tiempo y esfuerzo, cuando la necesidad de otras tareas agrícolas es alta y la disponibilidad de alimentos es baja. Esto contribuye a un bucle de realimentación positivo de exigencias de calorías contra la disponibilidad de alimentos. Se calcula que en los años 80, se empleó en agricultura el 25% de la fuerza de trabajo civil. A mitad de los 90, la tasa había crecido al 36%.28 Además, el trabajo agrícola se ha hecho mucho más intensivo en trabajo humano. El trabajo agrícola se estima, de una forma conservadora, en un mínimo de 300 millones de personas-hora por año. Sin embargo, los investigadores señalan que esta cifra podría ser unas dos veces mayor o incluso más29. Los trabajadores queman más calorías y por tanto, exigen más alimentos. Además, esto se complica por una mayor dependencia de los animales de tiro, con sus propias exigencias alimenticias. Por tanto el consumo necesario de calorías se ha incrementado realmente, según ha disminuido la producción alimentaria, haciendo que haya menos disponibilidad de alimentos frente a la demanda y a una malnutrición creciente.

Consecuencias para la salud y la sociedad

Los congresistas estadounidenses que han visitado Corea del Norte, cuentan historias de gente comiendo hierba y paja. Otros informan de charlas con soldados que apenas son piel y huesos. A lo largo de todo el país, hay hambre como para rivalizar con la peor que se encuentra en África. La malnutrición crónica ha alcanzado el punto en que sus efectos empiezan a ser irreversibles30.

Un estudio sobre niños de los seis meses a los siete años, descubrió que el 16% de ellos sufrían de malnutrición aguda; esta es una de las tasas más altamente devastadoras del mundo. El 3% de los niños sufrían de edemas. El 62% de ellos sufrían de malnutrición crónica. El 61% estaban seria o moderadamente con menor peso del habitual. La malnutrición crónica puede conducir a un empequeñecimiento de la población31.

Es más, la malnutrición debilita el sistema inmune, dejando a la población más vulnerable frente a contagios. Y la falta de combustible o de agua hervida, ha provocado un aumento de las enfermedades relacionadas con el agua. Sin electricidad ni carbón, los hospitales y clínicas se han convertido en puertos de desembarco de la desesperanza, a los que sólo acuden en busca de tratamiento los que no tienen ninguna32.

La situación en la RDC ha dejado al país incluso más inerme frente a los desastres naturales. Al país le faltan las reservas de energía para recuperarse de los desastres naturales de 1995-1997 y mucho menos para resistir las futuras. Las infraestructura está quebrada y sin reparar. Existe una amenaza real de que partes de la infraestructura, tales como la red eléctrica, puedan caer de forma completa. Una caída  completa de la red supondría una pérdida casi total de las cosechas33.

El pueblo de la RDC se ha enfrentado a esta crisis de forma unida. Pero las continuas privaciones pueden muy bien desembocar en rivalidades, fragmentación nacional, ruptura social y luchas interétnicas. La sociedad rural está actualmente evolucionando mejor que la población urbana y está absorbiendo trabajadores urbanos para ayudarles a hacer frente a las crecientes demandas de mano de obra agrícola. Pero el empeoramiento de las condiciones y la generalización de la marcha de las ciudades podría conducir a confrontaciones violentas. Es incluso posible que la inestabilidad rural pueda terminar en una guerra civil.

Un modelo para el desastre

La historia de la RDC en los 90, demuestra cómo la crisis energética en una nación industrializada puede terminar en una ruptura completa del sistema. Hay que hacer ver de forma particular cómo la crisis de la energía envía ondas a través de todas las infraestructuras de la sociedad y cómo los diferentes problemas actúan reforzándose unos a otros y hundiendo aún más el sistema. La consecuencia más seria para el pueblo, se halla en el fallo de la agricultura moderna y en la malnutrición resultante. El colapso de las infraestructuras, no sólo hace más difícil gestionar el declive de la agricultura y otros desastres inmediatos, sino que también actúa como amplificador de la crisis y lleva a una mayor desintegración social.

Las diferentes implicaciones de largo alcance y los numerosos problemas interrelacionados, conforman una crisis prácticamente sin remedio. Incluso con una saludable economía, es dudoso que Corea del Norte pueda reparar su degenerada sociedad. Aunque el problema original puede haber sido la falta de combustible, no puede corregirse con un simple aumento de este suministro. En esas condiciones sería imprescindible un esfuerzo internacional para salvar al pueblo norcoreano. Y dada la animosidad actual entre la RDC y los Estados Unidos, es dudoso que esos esfuerzos se lleven a cabo.

Las dolorosas experiencias de la RDC indican que gestionar una crisis de la energía, no es simplemente una cuestión de encontrar modos alternativos de transporte, fuentes alternativas de energía o un retorno a la agricultura orgánica. Estamos hablando del colapso de un sistema complejo, en este caso, de un sistema que evolucionó gradualmente de una sociedad agraria intensiva en mano de obra, a otra, industrial y tecnológica, que se apoyaba en los combustibles fósiles. Es sencillamente imposible volver a una sociedad agraria de forma instantánea, o dar un salto hacia delante a una desconocida sociedad de alta tecnología. Los sistemas complejos, cambian gradualmente, paso a paso. Enfrentados a un cambio brusco, los sitemas complejos tienden a colapsar.

Para un mundo que se enfrenta la fin de la producción creciente de energía, esto significa que los cambios deberían haber comenzado hace décadas, dando tiempo a una transición gradual. Tuvimos nuestros avisos ya en los años 70, cuando podía haber habido tiempo para hacer una transición a una sociedad independiente de los combustibles fósiles. Ahora es simplemente demasiado tarde. Es una pérdida de tiempo hablar de un futuro con hidrógeno, o un punto cero de la energía, o un descubrimiento revolucionario en la fusión. Incluso aunque pudiésemos encontrar ese golpe de suerte, no queda tiempo para hacer la transición.

Esto no quiere decir que nuestro futuro tenga por que ser poco prometedor. Podemos realizar una transición a una sociedad más simple. De hecho, si podemos concentrar nuestros esfuerzos en hacer el declive más suave y en construir un sistema igualitario y democrático, podemos conseguir una existencia confortable para nosotros y las futuras generaciones.

En la segunda parte de este artículo, el autor tratará sobre cómo Cuba ha gestionado su propia crisis de la energía y utilizará este ejemplo positivo para listar algunas fórmulas con las que la civilización industrial podrái gestionar la transición de una agricultura dependiente de los combustibles fósiles.

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1 Fuel and Famine: Rural Energy Crisis in the Democratic People's Republic of Korea, William, James H., Von Hippel, David, Hayes, Peter. Institute on Global Conflict and Cooperation, Policy Paper  46, 2000.

2 Demand and Supply of Electricity and Other Fuels in the Democratic People's Republic of Korea, Von Hippel, D.F., and Hayes, Peter. Nautilus Institute, 1997.

3 Op. Cit. Ver nota 1.

4 Ibid.

5 Causes and Lessons of the “North Korean Food Crisis”, Boys, Tony. Ibaraka Christian University Junior College, 2000.

6 Op. Cit. Ver nota 1.

7 Ibid.

8 Op. Cit. Ver nota 5.

9 Modelling future oil production, population and the economy, Laherrère, Jean. ASPO Second international workshop on oil & gas, Paris, May 26-27 2003.

10 DPR Korea: Agricultural Recovery and Environmental Protection (AREP) Program, Identification of Investment Opportunities, Vol. 2: Working Papers 1-3. United Nations Development Programme And the UN Food and Agriculture Organization, 1998.

11 Ibid.

12 Op. Cit. Ver nota 2.

13 Op. Cit. Ver nota 1.

14 Ibid.

15 Ibid.

16 “…El coste energético de la síntesis del amoniaco incluso en las grandes fábricas modernas sobrepasa los 40 Gj/tN, de los que el 60 por ciento es material prima y el 40% es energía para el proceso. Es poco probable que las fábricas de fertilizantes de la RDC puedan producir amoniaco a menos de 50 Gj/tN. Además, debido a que el amoniaco requiere nu almacenamiento y aplicaciones especiales, la mayoría del mismo se convierte a líquido o sólido (por ejemplo, urea) para facilitar el transporte y su utilización. La conversión de amoniaco a urea, exige unos 25 Gj/tN adicionales. Ya que un barril de petróleo representa aproximadamente unos 6 Gj de energía y una tonelada de nitrógeno en urea requiere 75 ( o más) para producir y poner en funcionamiento las (tres) fábricas de fertilizantes de Corea del Norte, para su capacidad actual, se necesitarían:

(75 ÷ 6 = 12.5) × 400,000 = 5,000,000

… o al menos 5 millones de barriles de petróleo, aproximadamente un cuarto de la cantidad de petróleo importado anualmente en la RDC en los últimos años.”

Op. Cit. Ver nota 5.

16 Op. Cit. Ver nota 10.

17 Op. Cit. Ver nota 2.

18 Op. Cit. Ver nota 1.

19 Ibid.

20 Special Report: FAO/WFP Crop and Food Supply Assessment Mission to the Democratic People's Republic of Korea. FAO, Global Information and Early Warning System on Food and Agriculture, World Food Programme, November 12, 1998.

21 Ibid.

22 Op. Cit. Ver nota 2.

23 Op. Cit. Ver nota 1.

24 Op. Cit. Ver nota 10.

25 Op. Cit. Ver nota 1.

26 Ibid.

27 Ibid.

28 Op Cit. Ver nota 20.

29 Op. Cit. Ver nota 1.

30 Op. Cit. Ver nota 5.

31 Ibid.

32 Op. Cit. Ver nota 1.

33 Ibid.

Última Edición: Miércoles, 19 Febrero 2014 @ 20:50 CET| Hits: 14.675 Ver la versión para imprimir