Bienvenido(a) a Crisis Energética, Anonymous Jueves, 18 Abril 2024 @ 12:02 CEST
La locura del metano
La locura del metano
Un libreto sobre el gas naturalEn el año 2000, los precios del gas natural subieron un disparatado 400%. Fue la mayor subida de precios que el país jamás había visto, superando incluso los picos más altos de las subidas del petróleo en los años 70. La subida de los precios golpeó duramente, perjudicando a los ciudadanos, a los negocios y a la industria y contribuyó a los cortes de energía eléctrica en California; llegaron a tener consecuencias en la bolsa y desataron un frenesí de nuevas perforaciones. Fue, en palabras de un experto, “un descarrilamiento de tren”. Así pues, ¿qué viene a continuación? Los récords ya están muy altos: el 70% de las nuevas viviendas se calientan con gas natural y las centrales eléctricas del país han apostado 100.000 millones de dólares al “nuevo combustible del milenio”. Pero, ¿qué sucederá si están equivocados? ¿Ha sido una simple anomalía transitoria, la crisis de este invierno pasado o es la punta de un iceberg? Este libreto sobre el gas natural examina el pasado, presente y futuro de nuestro combustible más versátil.
Un combustible superior
Es un gas transparente
y más ligero que el aire. El gas natural proporciona un cuarto de la energía
total del país. Lo que llamamos gas es en su mayor parte metano, una molécula
maravillosa, omnipresente e invisible, un sirviente educado que hace muchas
tareas y las hace bien. El gas natural puede calentar su casa, secar sus vestidos,
cocinar su comida o mover un coche o una central eléctrica. Es un bien esencial
para la agricultura, tanto como fuente de energía, como para el procesamiento
de alimentos y sirve de base para la fabricación de fertilizantes. Aproximadamente
el 45% del gas natural se dedica a la industria (pulpa y papel, cemento y asfalto,
para productos químicos, plásticos y para el refinado del petróleo. El gas es
además el combustible fósil más limpio, ya que produce solo la mitad de anhídrido
carbónico que el carbón, por unidad de energía. Los EE.UU. tienen 320.000 pozos
de gas. Usamos una inmensa cantidad de gas diariamente y per capita. Cada año,
los 280 millones de estadounidenses consumen tanto gas natural como 3.000 millones
de personas en Europa y Asia.
Un vistazo al pasado
Los EE.UU. consumen el 28% del gas natural del planeta. Pero al contrario que con el petróleo, que importamos de 25 países, el 99% de nuestro gas se produce en Norteamérica |
El gas es el más “joven” de los combustibles fósiles. Su uso se ha incrementado mil veces desde 1900. La producción local, que era despreciable antes de 1920, creció de forma rápida después de la Segunda Guerra Mundial; llegó a su pico máximo en 1973, descendió durante la “burbuja de gas” de los años 80 y se ha mantenido más o menos estable desde entonces. En los últimos 80 años, hemos consumido unos 950 billones (1012) de pies cúbicos. Según algunas estimaciones, casi la mitad del gas que se puede producir en el país ya ha sido quemado. Se fue tan fácil como llegó. Tenemos la mitad y la otra mitad se ha desvanecido. La mayor parte del que se ha ido era fácil y barato de producir. La mayor parte del gas que queda, será relativamente más caro y difícil de extraer. El cuerno de la abundancia ha desaparecido.
Los peligros del saber
popular
Las raíces de
la crisis actual de la energía datan de hace 20 años. El “shock” del petróleo
de 1979 liberó un frenesí de explotaciones petrolíferas y a principios de los
años 80; se perforaban unos 80.000 pozos anualmente. Como era previsible, no
encontramos mucho petróleo, pero sí una buena cantidad de gas. Había nacido
la superabundancia de gas. Entre 1983 y 1996, el precio real del gas cayó un
46%. Todo el mundo estaba satisfecho. La industria, el gobierno e incluso los
ecologistas proclamaron que el gas sería barato y superabundante hasta un futuro
muy lejano. Cualquiera que fuese la opción política, esto eran buenas noticias.
¿Que quiere usted mover millones de coches con gas natural? Sin problemas. ¿Que
desea proyectar e instalar 180.000 Mw de potencia, con centrales térmicas de
gas, para poner en marcha la Economía de la Información? Tiene sentido. A medida
que el gas se abarataba, los usos para consumo frívolo se unieron a los esenciales.
¿Que quiere derretir la nieve en su calzada? Por supuesto. ¿Que desea instalar
tuberías radiantes bajo los campos de golf? A por ello. Poco a poco, la estupidez
adormeció el saber popular, justo a tiempo para cegar la visión de una tormenta
perfecta.
La tormenta perfecta
La metáfora fue
acuñada por el banquero Matt Simmons, experto en inversiones energéticas, que
escribe el resumen anual de los desarrollos en el mundo del petróleo en la revista
“World Oil”. El año pasado, cuando los precios del petróleo se triplicaron y
los del gas se cuadruplicaron, asesoró a Bush en su campaña sobre nuestra teoría.
“Una crisis de energía se abate sobre el mundo”, escribió Simmons. “La situación
es grave. El mundo no ha agotado el petróleo y los EE.UU. no se han quedado
sin gas. De lo que carecemos es de la posibilidad de incrementar nuestro suministro
energético. Norteamérica no tiene gas natural en exceso. Nos enfrentamos a unas
tasas de decrecimiento de la producción extremadamente agudas, lo que hace simplemente
más difícil evitar que la producción caiga cada año que pasa. Se han proyectado
numerosas centrales térmicas para la producción eléctrica basadas en el gas.
Pero el gas para hacerlas funcionar no se sabe de donde va a venir”.
El cuento de Cenicienta
El gas y el petróleo
son ambos hidrocarburos y a menudo se encuentran juntos en el mismo yacimiento.
Pero al principio de la Era del Petróleo, el gas era considerado el patito feo
de la familia del petróleo, un peligro para la seguridad, sin valor de mercado
y los perforadores maldecían cuando lo encontraban (en la actualidad, cerca
de un tercio del gas que se extrae en todo el planeta, por salir de los yacimientos
de petróleo y ser éste el fin primario de la explotación, se quema a pie de
pozo. N del T.) . En muchas partes del mundo, el gas sigue sin tener utilidad
y prácticamente se regala. Aquí en los EE.UU., el gas se vendía a 30 centavos
de dólar por cada mil pies cúbicos, hasta 1974. A ese precio, calentar una casa
en Denver durante todo el invierno, costaba unos 30 pavos. Pero esos días son
historia.
Facturas sacrílegas
En gran parte
de los EE.UU., la vivienda promedio consume su volumen en metano cada mes del
invierno. Esta energía solía costar 80 dólares. Este invierno pasado, el coste
casi se duplicó. En diciembre del 2000, los precios al por mayor del gas alcanzaron
durante un breve lapso los 10 dólares por cada 1000 pies cúbicos. En enero de
2001, los precios estuvieron por los 8 dólares y los propietarios de viviendas
en Chicago, Boston y Denver fueron golpeados con facturas del gas de 200 dólares.
Pero el trauma causado a la cesta de la compra nacional no acaba ahí.
La industria agrícola cerró algunas de sus plantas de fertilizantes, porque
usar el gas a esos precios para producir fertilizantes no tenía sentido. Estos
elevados precios ayudaron a torpedear el maldito experimento de la desregulación
del sector eléctrico en California, llevando a las dos empresas de producción
más grandes al borde de la quiebra. En la primavera del 2001, los precios del
gas en la boca del pozo, han bajado respecto de los picos máximos, pero siguen
estando dos veces más altos de lo que estuvieron doce meses antes.
Perforando con Charlie
Una de las razones
por la que los precios del gas se han ido a las nubes, es que existen solo 1.350
torres de perforación buscando gas en Norteamérica. Manejar una torre exige
10 hombres, que se cambian en turnos de 12 horas, día y noche, con una semana
de trabajo y una semana libre. Visitar un sitio de perforación es, para el testigo,
una considerable exhibición de arrestos, ingenuidad y conocimientos. Pero cuando
solo existen 1.350 perforadoras tratando de satisfacer los apetitos energéticos
de 280 millones de estadounidenses...¿puede sorprendernos la rudeza que se aprecia?
En los últimos 15 años, mientras el resto de los norteamericanos prosperaban,
la industria del petróleo sufría las variaciones más salvajes de precios.
Más de 600.000 personas fueron despedidas y como resultado de esta mala racha
se perdió una generación. En la actualidad, prevalecen en este sector hombres
de unos 50 años y jóvenes de menos de veinte. Un perforador veterano y sensato,
llamado Charlie Brister, que ha sido ya despedido cuatro veces, comenta: “ Vivimos
en la civilización mas intensamente energética que el mundo jamás haya conocido
y aún así, el americano medio desconoce todo sobre la energía. Pero las cosas
aún pueden empeorar bastante más, antes de que el público llegue a estar preparado
para escuchar la verdad. Uno se da cuenta de que molesta a todo el mundo, si
trata de explicar a un republicano típico que “no hay petróleo en los EE.UU.
como para ser autosuficientes”, o le dice a un ecologista típico que “la
energía eólica y solar no pueden satisfacer el 100% de nuestras necesidades
energéticas””.
La rueda del agotamiento
En junio
de 1999, se publicó un inquietante artículo en el “Oil & Gas Journal”. Describía
cómo Tejas, que produce un tercio del gas nacional, tiene que perforar 6.400
nuevos pozos cada año para evitar que la producción se desplome. Esto significa
17 nuevos pozos diarios. Apenas en 1998, el Estado sólo necesitaba perforar
4.000 pozos para mantener la producción estable. ¿Cuáles son las razones del
cambio? Pues que, a medida que los perforadores tienen que buscar yacimientos
cada vez más pequeños, los nuevos pozos sufren tasas de agotamiento más agudas
o rápidas. En la práctica, un nuevo pozo típico tiene, el primer año, un sorprendente
declive productivo del 56%, que es otra forma de decir que empieza a morir al
poco de nacer. A nadie le gusta hablar de agotamiento; es como la tía loca oculta
en el ático, el emperador sin vestidos o el lobo en la puerta. Pero la verdad
es que los perforadores en Tejas están encadenados a una rueda que deben hacer
girar cada vez más deprisa para mantener la producción.
Solo China y Canadá perforan más pozos que Tejas. Pero las acusadas curvas de agotamiento, limitan la capacidad tejana de aumentar la producción de gas. |
¿Viene Canada
al rescate?
Los EE.UU. son el mayor
importador de gas natural del mundo. Pero al contrario que con el petróleo,
que compramos a 25 diferentes países, el 99% de nuestro gas se produce en Norteamérica.
Los suministros locales cubren el 85% de nuestras necesidades y el otro 15%
viene de Canadá. La mayor parte del gas canadiense se produce en Alberta, aunque
se han encontrado nuevos yacimientos significativos cerca de Nueva Escocia.
Los canadienses han sido tradicionalmente refractarios a enviar el metano hacia
el sur, aunque en la actualidad, la mitad del gas producido allí se exporta
a los EE.UU. Pero el pasado invierno, cuando los recibos del gas en Canadá se
duplicaron, comenzaron las discusiones sobre esta política. Canadá es, después
de todo, un país gélido y algunos canadienses comienzan a sugerir que se recorte
la cantidad de gas que envían a los “malditos yanquis”, para que las futuras
generaciones dispongan de los suministros adecuados. Los yacimientos del oeste
de Canadá envejecen tan rápidamente como los de Tejas y los canadienses también
están luchando contra sus propios demonios del agotamiento, haciendo girar su
propia rueda. Tienen que perforar 20 nuevos pozos diarios, o cerca de 7.500
cada año, para evitar que la producción de Alberta decaiga.
Gas sobre hielo
Según los
campos tradicionales se van agotando, los productores estadounidenses y canadienses
comienzan a desempolvar planes para entubar el gas del Ártico. Hay grandes cantidades
de gas en la falda norte de Alaska y en el delta del rio Mackenzie. Pero llevar
los gasoductos a cada yacimiento requerirá una hazaña de ingeniería civil, haciendo
serpentear 2.000 millas de gasoducto de acero a través de la tundra, la taiga
y los líquenes, lo que es realizable, pero no será ni rápido ni barato. Las
estimaciones actuales dicen que el gas ártico está a 6 años y a 8.000 millones
de dólares de distancia. Y no es una solución milagrosa, porque una tubería
de 5 pies podría proporcionar solo alrededor de un 5% de nuestro consumo actual.
¿Otras opciones de suministro? El poco profundo golfo de Méjico se encuentra
en un acusado declive, aunque las aguas más profundas del Golfo están produciendo
cantidades crecientes. El metano que se encuentra en los yacimientos de carbón
de Wyoming y Colorado, está actualmente proporcionando el 7% de las necesidades
nacionales. Nueva Inglaterra ha comenzado a recibir gas de Nueva Escocia. La
industria desea perforar áreas ahora prohibidas, incluyendo la plataforma marina
de California, la parte oriental del golfo de Méjico y parte de las Rocosas.
También es posible importar gas natural licuado, congelado a menos 260 grados
Farenheit, en buques tanque especiales. Los EE.UU. obtienen en la actualidad
el 1% del gas que consumen de esta forma, un porcentaje que debería incrementarse
al 3% para el 2010.
Sobrecarga de potencia
La tradicional
superabundancia de gas natural y de capacidad eléctrica, así como la capacidad
de reserva de petróleo, se desvanecieron simultáneamente en la primavera del
año 2000. La prosperidad e Internet son parcialmente responsables. Alimentados
por una energía barata, la economía de los EE.UU. creció un 60% desde 1986 y
un pasmoso 5% solo en el año 2000. El consumo de gas creció un 36% en el mismo
periodo. Pero fue la demanda de electricidad (que creció un 5,4% en 1998, una
tasa verdaderamente sorprendente para una economía tan gigantesca), la que tuvo
un mayor impacto en los precios. Para cubrir nuestras crecientes necesidades
eléctricas, se proyectaron y pidieron 180.000 Mw más de potencia instalada,
para ser instaladas hasta el año 2005. Era algo lógico: el gas es el combustible
más barato y el fósil más limpio para ser convertido en electricidad. Pero si
pedir una central eléctrica con turbina de gas tiene toda la lógica, pedir mil
turbias es una receta para el desastre. Nadie en la industria de las plantas
eléctricas se hizo la pregunta clave: ¿podemos producir suficiente gas para
hacer funcionar todas esas plantas? Muchos expertos creen que la respuesta es
no.
Durante el verano, el gas se bombea dentro de cavernas subterráneas para ser usado el próximo invierno. Este programa se esta viendo afectado por los equipos de aire acondicionado del Cinturón Solar de los EE.UU. (Estados del Sur), cuya demanda de electricidad generada por la combustión de gas está creciendo desmesuradamente. El gas se solía usar para calentarnos; ahora le pedimos también que nos mantenga frescos. Dado que el sistema de almacenaje no fue nunca dimensionado para esta carga, hemos agotado el colchón de reserva de que disponíamos. En marzo del 2001, el gas almacenado de esta forma alcanzó su nivel más bajo en la historia. Los gasoductos son otro de los aspectos críticos de este rompecabezas del gas. Sin un gasoducto, el gas natural es inservible, una limitación que fue constatada por primera vez por los chinos. Éstos ya perforaban en búsqueda de gas en el año 1000 de nuestra era, pero sus materiales se militaban al bambú. Los gasoductos norteamericanos podrían alcanzar la luna. La mayoría datan de los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, cuando los suministros de la costa del Golfo estaban vinculados a los mercados del Medio Oeste y Nueva Inglaterra. Como los gasoductos están sometidos a los efectos de la corrosión, se utilizan unas herramientas del tamaño de un barril de cerveza, llamados “cerdos”, para diagnosticar puntos débiles en los gasoductos, aunque no siempre llegan a tiempo. En agosto del 2000, explotó un gasoducto en nuevo Méjico, matando a 10 personas y afectando a los suministros de California. Muchos gasoductos antiguos tienen que ser reconstruidos, reemplazados o ampliados para llevar más gas a las zonas urbanas, donde se ubicará una nueva generación de plantas eléctricas de turbinas de gas. En diciembre del año 2000, el gas que se envió a Los Angeles se vendió a 69 dólares, el equivalente de haber vendido el barril de petróleo a 400 dólares.
Una resaca cruel
Visto en perspectiva, los
años 90 fueron el Big Bonfire, una borrachera energética sin precedentes.
Según se hundían los precios del petróleo y del gas natural, comenzaron a crecer
sin cesar nuevas casas y coches. Los americanos consumían el peso de su cuerpo
en gas natural y petróleo cada cinco días. Acabados los buenos tiempos, ahora
estamos padeciendo una resaca cruel. El camino a transitar está ahora sembrado
de baches y de peligros económicos conexos. Durante décadas, el gas natural
ha sido nuestro combustible más versátil y un sirviente obediente. La versatilidad
es una virtud, pero también ha posibilitado que todo el mundo haga sus planes
sin verificar el nivel del “depósito de gas”. Según la Administración para la
Información de la Energía, en el año 2005 podríamos necesitar un 20% más de
gas que el que actualmente usamos; para el año 2015, sería el 50% más. Pero
en los últimos 15 años, la producción de los EE.UU. se ha mantenido constante
y Canadá reclama también su crecimiento. ¿De donde, pues, va a venir el nuevo
gas?
El juego del billón
(1012) de dólares
Sin que haya
habido el más mínimo debate y muy poca consideración a las implicaciones que
el asunto tiene a largo plazo, la nación se ha embarcado en una carrera por
el gas. El gráfico muestra cómo los futuros precios del gas se regirán por una
gigantesca demanda de electricidad generada por la combustión de gas. Para saciar
el apetito glotón del sector eléctrico, que prevé triplicarse el año 2015, necesitamos
construir un gasoducto desde Alaska, duplicar el número de torres de perforación
y abrir grandes áreas de tierras federales ahora protegidas a la perforación.
Pero esto puede ser incluso insuficiente. En realidad, la carrera por el gas
podría muy bien convertirse en el último sueño, un peligroso engaño, una arriesgada
quimera, una “visión en busca de una realidad” distorsionada. Si llegase a suceder
que no se encuentra gas para hacer funcionar a los cientos de nuevas plantas
de generación de electricidad por gas, qué haremos entonces? Se puede escoger
de entre esta lista: construir nuevas plantas de generación eléctrica por combustión
de carbón o centrales nucleares; comenzar seriamente con las fuentes de energía
renovable, particularmente la eólica, ahora más barata que el gas o invertir
verdaderamente el dinero en mejorar el rendimiento. El carbón es nuestro combustible
fósil más abundante, pero lleva consigo el estigma del cambio climático. No
se han proyectado centrales nucleares en 22 años; las fuentes de energía renovable
van aumentando su eficiencia, pero son inestables. La mejora del rendimiento
es un ganador seguro, pero no es gratis. Todas las soluciones exigen tiempo
y dinero. Mientras tanto, podemos estar alcanzando un nuevo techo energético,
más allá del cual el consumo no podrá crecer.
Embida o pasa
El presidente
Bush se ha puesto duro en este asunto. De hecho, ha heredado el reto más complicado
y severo a que jamás se ha enfrentado el país. Una familia media norteamericana
gastará este año más de 3.000 dólares en electricidad, petróleo y gas natural.
La economía se está yendo al sur. Wall Street está batallando. Los cortes de
electricidad amenazan con convertirse en habituales y no solamente en la Costa
Oeste. Dos tercios del petróleo y casi la mitad del gas natural propio ya se
han quemado. El mundo está al límite de la capacidad de producción petrolífera.
El instinto presidencial es el de buscar más energía, allá donde pueda encontrarla.
Y quiere jugar la carta del Refugio Nacional Ártico para la Vida Salvaje y explotar
esos territorios, lo que mantendría el tono energético del país durante cinco
años más. Pero si los hechos han conspirado contra Bush, también le darán una
oportunidad histórica. El antiguo petrolero que es Bush, tiene una tremenda
oportunidad, quizá incluso una obligación, de hacer lo que ningún presidente
ha hecho hasta ahora: sincerarse con el pueblo americano sobre nuestros retos
energéticos y, no menos importante, sobre nuestras oportunidades en la mejora
de rendimientos. Al igual que Richard Nixon, aquél ferviente anticomunista,
fue el único político que se atrevió a hacer las paces con la China comunista,
los antecedentes de Bush le permiten decir la verdad sobre la energía. Este
discurso junto a la chimenea está pendiente desde hace tiempo. “Como un antiguo
petrolero, me gustaría creer que podemos perforar la salida del túnel que nos
permita salir de la crisis actual”, podría decir el presidente. “Pero nuestros
yacimientos de petróleo y gas están agotándose y nadie puede dar marcha atrás
al reloj. Cualquier intento de resolver los problemas de la nación mediante
el incremento de los suministros energéticos, sin reducir la demanda energética,
está condenado al fracaso. Si, tenemos que perforar más pozos y canalizar los
nuevos suministros, pero debemos ser también mucho más cuidadosos en el uso
que hacemos de la energía. En realidad, nuestra prosperidad depende de ello.
Esta noche, os propongo un plan de ocho puntos, para convertir a los EE.UU.
en el país más eficiente de la Tierra en el uso de la energía...” ¿Inverosímil?
Quizá. Pero ni siquiera una gran nación puede negar la realidad durante mucho
tiempo. Si Bush no acepta esta apuesta, su sucesor tendrá que hacerlo.
¿Desea más información?
Este libreto
está diseñado para proporcionar una rápida introducción a nuestro discurso sobre
el gas natural, Si necesita información adicional, hemos agrupado nuestras principales
fuentes, artículos y páginas Web en el Resumen sore los Recursos de Gas Natural.
Véalo (en inglés) en http://www.altenergy.org/allies/core/core.html
o pida una copia en papel en [email protected]
Los autores
Este tratado
sobre el Gas Natural ha sido publicado por la Oficina de la Comunidad para el
Uso Eficaz de los Recursos (Community Office for Resource Efficiency – CORE-).
Ha sido escrito por Randy Udall, director de CORE, con la apreciable ayuda
de Steve Andrews, un analista energético de Denver.
Para ponerse en contacto con los autores: [email protected], [email protected]. O escriba a CORE, Box 9707, Aspen, CO 81612.
Traducción de Pedro A. Prieto. Madrid. Mayo de 2001.