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PROMESAS FALSAS

  • Lunes, 30 Noviembre 2015 @ 14:46 CET
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La Cumbre de París sobre el Cambio Climático, hará que unas 40.000 personas acudann a la misma desde los rincones más apartados del mundo para pedir o exigir soluciones. Esto sucede en medio de un enrarecido clima, por los terribles asesinatos de ciudadanos indefensos, con el derecho a manifestarse prohibido con la excusa de la seguridad, que los propios asistentes consideran una afrenta. Los manifestantes aducen que éstas suelen ser manifestaciones muy pacíficas, que consideran que su protesta tiene que ver con el futuro de todos los seres vivos sobre el planeta y consideran su prohibición un intento de ahogar estos llamados desesperados. Creen que si las grandes agrupaciones humanas son un peligro, deberían haber cerrado también los grandes almacenes y lugares donde se concentran los ciudadanos para otros menesteres.

No obstante, los medios ya empiezan a canalizar las reclamaciones y las propuestas y muchas veces, incluso los propios manifestantes y las principales voces que se escucharán en este foro mundial adolecen de propuestas concretas y apenas son capaces de exigir “soluciones” de forma muy vaga o apelando a más energías renovables, sin concretar volúmenes y fechas que puedan dar un mínimo de credibilidad a sus propuestas.

Entristece ver cómo a 13 años de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (UNFCCC, por sus siglas en inglés) y a 8 años del protocolo de Kioto, acudimos ahora a Paris derrotados en dos grados centígrados más para el planeta, que todo el mundo admite ya como inevitables y esperando y rezando con vaguedades para que no sean 4 ó 6 grados en pocas décadas.

De entre los miles de documentos que seguramente se presentarán con propuestas de lo más variado, creo que destacarán como pilar, las propuestas para mitigar el cambio climático de los profesores de la Universidad de Stanford, Mark Jacobson y Mark Delucchi, para conseguir un planeta que se mueva con energías renovables al 100%, entre 2030 y 2050. Estos profesores han hecho varias publicaciones en los últimos 6 años, que trataremos en otro capítulo aparte, pues merecen un análisis específico.

Pero otro de los documentos que creo de interés es el que ha publicado en bu blog pero que también fue publicado en el periódico británico The Guardian el pasado 25 de noviembre de 2015, bajo el título False Promise el periodista George Monbiot, un escritor y activista político y medioambiental británico, que traduzco al castellano y comento por su enorme interés público y oportunidad, en medio de tanto ruido mediático sin saber si son nueces o son petardos de feria. Les dejo con Monbiot:

Promesas falsas

Da la impresión de que la creencia de que el crecimiento económico se puede desligar de la destrucción (planetaria) se basa en un simple error contable.

Podemos tenerlo todo; esta es la promesa de nuestro tiempo. Podemos poseer cualquier cacharro que podamos imaginar y unos cuantos que ni siquiera hemos imaginado. Podemos vivir como reyes sin poner en peligro la capacidad de la Tierra para mantenernos. La promesa que hace esto posible es que a medida que las economías se desarrollan, se hacen más eficientes en el uso de los recursos. En otras palabras, que estas economías se desacoplan (de la naturaleza).

 

Hay dos formas para desacoplarse, la relativa y la absoluta. El desacoplo relativo es aquél que dice utilizar cada vez menos con cada unidad de crecimiento económico. El desacoplo absoluto implica una reducción total del uso de recursos, incluso aunque las economías sigan creciendo. Casi todos los economistas creen que el desacoplo, sea relativo o absoluto, es un aspecto incuestionable del crecimiento económico.

El concepto de desarrollo sostenible reside precisamente sobre esta idea. Se sienta en el corazón de las conversaciones sobre el clima de París del próximo mes y de cada una de las cumbres sobre aspectos medioambientales. Pero es una idea sin fundamento.

Un documento publicado a principios de año en los Proceedings of the National Academy of Sciences,1 propone o sugiere que incluso el desacoplo relativo que decimos hemos alcanzado, es consecuencia de una falsa contabilidad. Muestra que tanto gobiernos como economistas han medido nuestros impactos (sobre la naturaleza) de una manera irracional.

Veamos cómo opera la falsa contabilidad. Toma las materias primas que extraemos en nuestros propios países, las añade a las importaciones de bienes de otros países, después resta las exportaciones y acaba con algo que denomina “consumo material doméstico o nacional”. Pero medir sólo los productos que se intercambian entre nacionales, en vez de las materias primas que se necesita utilizar para crear estos productos, subestima en gran medida el uso total de recursos de las naciones ricas.

Por ejemplo, si los minerales se extraen en minas y se procesan en el país, esas materias primas, así como la maquinaria y la infraestructura se incluyen en la contabilidad del “consumo material nacional”. Perro si se adquiere un producto acabado en el extranjero, sólo se considera el peso del metal. Por tanto, como la minería y la fabricación se desplazan desde países como el Reino Unido y EE. UU. A países como China o India, las naciones ricas aparecen como que utilizan menos recursos. Existe una medida más racional, llamada la huella ecológica, que incluye todas las materias primas que se utilizan en la economía, independientemente de dónde se extraigan. Cuando se toman en consideración estos criterios, desaparecen las supuestas mejoras de eficiencia.

En el Reino Unido, por ejemplo, el desacoplo absoluto que la contabilidad del consumo material nacional parece ofrecer, queda reemplazado por un gráfico totalmente diferente. No solo es que no haya un desacople absoluto; es que tampoco hay desacoplo replativo. De hecho hasta la crisis financiera de 2007, el gráfico avanzaba en la dirección opuesta: incluso en relación con el aumento del PIB de nuestro país, nuestra economía se iba haciendo menos eficiente en el uso de materiales. Contra todas las predicciones, lo que estaba teniendo lugar era un acoplamiento en toda regla.

Mientras la OCDE proclama que los países ricos hemos reducido a la mitad la intensidad del uso de los recursos, el nuevo análisis sugiere que en la Unión Europea, los EE. UU., Japón y otras naciones ricas, no ha habido en absoluto mejoras en la productividad a la hora de utilizar los recursos. Estas noticias son sorprendentes y dejan sin sentido todo lo que nos habían contado sobre la trayectoria de nuestros impactos sobre el medio ambiente.

Envié este documento a uno de los principales pensadores británicos sobre este tema, Chris Goodall, quien había declarado que el Reino Unido parecía haber llegado al “pico del uso de bienes”, es decir, que había habido una reducción total en el uso de los recursos, lo que se conoce como desacoplo absoluto. ¿Qué pensaba él?

Cabe decir, en su honor, que su respuesta fue que “en términos generales, tienen razón, desde luego”, incluso aunque este nuevo análisis parece que socava el planteamiento que él había hecho. Mostró algunas reservas, sin embargo, en particular sobre la forma en que se habían calculado los impactos de la construcción. Consulté también al profesor John Barrett un prominente académico nacional especialista en este asunto. Me dijo que él y sus colegas habían llevado a cabo análisis similares, en el caso del uso de energía en el Reino Unido y las emisiones de gases de efecto invernadero y que “encontraron un patrón similar”. Uno de sus documentos revela que aunque las emisiones de CO2 del Reino Unido cayeron oficialmente en 194 millones de toneladas entre 1990 y 2012, esta aparente reducción quedaba más que neutralizada por el CO2 que generamos comprando bienes en el exterior, que aumentaron en 280 millones de toneladas en el mismo periodo.

Hay decenas de documentos que llegan a conclusiones similares. Por ejemplo, un informe publicado en la revista Global Environmental Change, descubrió que cada vez que se duplican los ingresos, un país necesita un tercio más de tierra y océanos para mantener su economía, por el aumento en el consumo de productos animales. Un documento reciente en la revista Resources,2 descubrió que el consumo global de materiales ha crecido en un 94% en 30 años y se ha acelerado desde el año 2000. “En los últimos 10 años, no se ha conseguido siquiera un desacoplo relativo a nivel global”.

Podemos seguir engañándonos con que podemos vivir del aire, flotando en medio de una economía ingrávida, como los futurólogos crédulos predijeron en los años 90. Pero es una ilusión, creada por una contabilidad irracional de nuestros impactos ambientales. Esta ilusión permite una reconciliación aparente de nuestras políticas incompatibles.

Los gobiernos nos instan a consumir más y a conservar mejor. Tenemos que extraer más combustibles fósiles del subsuelo, pero quemar menos. Deberíamos reducir, reutilizar y reciclar los bienes que entran en nuestros hogares y al mismo tiempo, desecharlos y reemplazarlos. ¿Cómo puede crecer así la economía de los consumidores? Deberíamos comer menos carne, para proteger el planeta y comer más carne para fomentar la industria cárnica. Este tipo de políticas son irreconciliables. Los nuevos análisis sugieren que el crecimiento económico es un problema, independientemente de que se le cuelgue la palabra sostenible delante.

No se trata solamente de que no nos hagamos cargo de esta contradicción. Es que apenas nadie se atreve a mencionarlo. El asunto es tan grave, que resulta estremecedor contemplarlo. Parecemos incapaces de enfrentarnos al hecho de que nuestra utopía es también nuestra distopía; que la producción es parte indistinguible de la destrucción.

Www.monbiot.com

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Bien, ha llegado el momento que los manifestantes de París y del resto del mundo, dejen de pedir soluciones en abstracto o pensando en energías renovables para seguir igual que hasta ahroa y empiecen a decir las cosas que deberíamos empezar a considerar con una urgencia extrema. Los manifestantes de Paris y los medios tienen ya que empezar a no hablar tanto de los efectos (el calentamiento global) y a hablar más de las causas (la acción humna desproporcionada. Menos de los más de 30.000 millones de toneladas de carbono emitidas anualmente y más sobre cómo no quemar los 10.000 millones de toneladas de petróleo equivalente que las provocan. No emitir o emitir menos, significa quemar menos combustibles fósiles, pero ya. Y eso significa, dejémonos de tonterías sobre desarrollos sostenibles, DEJAR DE MOVERSE O MOVERSE MUCHO MENOS y abandonar las falacias engañosas de las mejoras de la eficiencia, mientras el sistema sigue intocable. Alguien decía con mucha sensatez lo ridículo de la situación de haber llegado a pensar que podemos acabar con el calentamiento global, pero no creernos que tenemos o que podemos acabar con el capitalismo, que es la forma de sociedad especialmente destructiva y arrasadora que prevalece hoy en prácticamente todos los países del planeta.

Ya está bien de echar las culpas a China o a India de su crecimiento y su creciente contaminación, mientras en Occidente seguimos adquiriendo sus productos y nos llevamos a su casa la basura productiva, dejando allí nuestra huella, sin contabilizarla.

Ya está bien. Contaminar menos es cerrar gasolineras, cerrar aeropuertos, construir menos aviones, barcos, camiones, carreteras y autovías, menos oleoductos, menos gasoductos, menos ejércitos intensivos en consumo de energía fósil, fundamentalmente derivados del petróleo. Es decir a Cocacola que ya está bien de producir miles de millones de botellas de plástico no retornable, aunque cierren las factorías. Decir a los fabricantes de automóviles que el problema no es la contaminación de los diesel de Volkswagen; no nos engañemos; es la producción creciente de cerca de cien millones de vehículos por año y la circulación de mil millones por las carreteras del mundo. Que la enfermedad más grave a erradicar es la que tienen los ministro de economía del mundo (y la inmensa mayor parte de los economistas que les asesoran y para ser honestos en una inmensa mayor parte de nosotros mismos, como ciudadanos) en sus cabezas, insistiendo en seguir creciendo en todo: en turismo, en movilidad, en producción de todo tipo de bienes, en minería, en metalurgia, en todo, en absolutamente todo. De dejar de señalar con el dedo al de enfrente para decir que su actividad sobra, pero guardarnos muy mucho de decir que quizá la nuestra también.

Contaminar menos es dejar a muchos millones, cientos de millones sin los empleos que hoy tienen, si. Eso hay que decirlo. Hay que salirse de la rueda de Hamster en la que nos ha metido esta economía de crecimiento sin fin y hay que entender que será doloroso para muchos. Si hubiese que llevar un eslogan por las prohibidas calles de París, propondría de de “Dejemos de crecer de una jodía vez” y si quieren algo más comedido, el del gran Ferrán P. Vilar, cuando en su magnífico blog “Usted no se lo cree” titula: Paris 2015: el único margen, el estado de emergencia mundial

Esto es, ya estamos en estado de emergencia. TODOS.

Pedro Prieto

1Son documentos que publica la Academia Nacional de Ciencias de los EE. UU.

2Global Patterns of Material Flows and their Socio-Economic and Environmental Implications: A MFA Study on All Countries World-Wide from 1980 to 2009 Stefan Giljum, Monika Dittrich, Mirko Lieber and Stephan Lutter. 18 March 2014