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De cómo continúan las hazañas del caballero Pikoil

  • Miércoles, 05 Octubre 2011 @ 19:16 CEST
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Continúan las andanzas del caballero Pikoil... un cuento satírico obra de David Ripoll, alias Ferroviario, autor también de un libro que se puede descargar desde esta misma página.

Habiendo perdido contacto y noticia de mi fiel escudero Jandrito decidí, sin hacer aprecio de mi propia vida, minorar el impacto energético en mis congéneres empujándoles, a su pesar si fuese menester, hacia una transición no traumática de modo que, a instancias de un vídeo de Antonio Turiel que esbozaba la posibilidad de convertir la grasa humana en combustible acudí a ese remedo humano de reunión de morsas en la Patagonia que son las hamburgueserías multinacionales.

Me preparé para mi nuevo deporte de riesgo con una cánula y una jeringa tocha para extraer la grasacas de los fanegas que allí se ceban y con un frasco de cloroformo y un pañuelo por reducir su dolor mediante desmayo a la par que proteger mi maltrecha figura de sus probables estertores y coletazos de angustia. Bauticé Lorzing al nuevo método de Fischer Troops para obtener energía. Entré en uno de ellos con una M muy grande y me sorprendió gratamente la sinceridad de su logo pues, en efecto era una M muy grande lo que allí se comía. Este sosías de capitán Acab que a ustedes relata sus cuitas avistó un cetáceo terrestre , blanco a su vez como Moby Dick pero rosado de mofletes (como un albino Louis Armstrong soplando la trompeta o esos angelotes que hinchaban los carrillos en los cuadros de Murillo en aquella canción de inmarcesible letra que alegraba tunas y envilecía estudiantes).

¡Ave María purísima¡ mascullé para mis adentros calculando la tasa de retorno del Gozilla ese de triple papada que comía aros de cebolla como un pacman enloquecido. Si pudiese extraerle la grasa del abdomen podríamos continuar la carrera espacial varios años. Yo, el caballero Pikoil, al igual que el protagonista de El Perfume iba a obtener un combustible esencial que volviese obsoleto el repostaje de los submarinos nucleares. Salté a la chepa de Moby mientras pulsaba el fluxor del mingitorio intentándole cubrir la boca y la nariz con el trapo empapado de cloroformo pero el tipo se lo comió igual que los aros cebolleros, a pesar de ser treintagenario no había perdido el reflejo de succión ni el de Moro, pues intentaba abrazarme con muy malas intenciones. Aguantar allí arriba era como domar un mustang con una guindilla en el ojete por lo que caí de bruces en un rincón del excusado mientras el triceratops empezaba a ponerse verde y a trastabillar. El cloroformo hacía su efecto, pero ingerido. Yo no me preocupaba por su salud (si él no lo hacía comiendo esa porquería no lo iba a hacer yo) sólo por el octanaje que tendrían su grasas tras esa mezcla diabólica.

Al caer al suelo me di cuenta de que no podía arrastrar semejante mole con los medios actuales sin ayuda extraterrestre por lo que opté por dejarle allí y planear el siguiente experimento con más proyección. Al fin y al cabo mis lecturas económicas habían performado mi inteligencia de modo que sólo planeaba a horas vista y a menudo ni eso.

Cabizbajo y meditabundo volví sobre mis pasos con el peso del fracaso sobre mis enjutos hombros…¡Oh Atlas pikolero que sobre tu solitaria espalda cargas la responsabilidad del futuro¡ ¡Oh Sísifo de Salchicharro¡ ¿acaso no quedan ya treinta y seis justos que sujeten el mundo? Así me lamentaba yo postrado de hinojos en la calle Antonio Saura mientras mi vaso de café se iba llenando de monedas que arrojaban los transeúntes. ¡Voto a Pentapolín el del Arremangado Brazo¡ ¿creen que soy un pedigüeño como los editores de crisisenergética? Cuando iba a arremeterles con la escobilla del váter que me había llevado del Burguer divisé la silueta a contraluz del atardecer salchicharrense de Jandrito cimbreándose al compás del suave céfiro que acariciaba su cuerpo como los dedos de un dios tañen un arpa mientras él, indolente y caprichoso, se hurgaba la nariz con una mano y se rascaba el sobaco con la otra.

- Jandro, Jandrito, mi fiel escudero… has sobrevivido a la katana de la culo gordo… he de hacerte caballero también. Como eres pequeño serás Caballero Pikolin, como los colchones…. ¿te gusta Jandrito? ...esta noche velarás tus armas en la plaza de Salchicharro …toma la escobilla y ponte en la cabeza este escurridor de espaguetis que he comprado en los chinos… espera que te voy a hacer una foto con el móvil.

Jandrito no quería velar sus armas sólo a la intemperie por lo que, a pesar de su falta de ortodoxia, le deje hacerlo dentro de mi SEAT supermirafiori acompañado de la hija del economista. Algo inquieto por el movimiento del vehículo y por el vaho interior me asomé sin hacer ruido por la ventanilla temiendo por la falta de oxígeno en el interior del habitáculo cuando les vi enroscados como serpientes en el asiento trasero. Me expliqué el paradójico romance entre la bella y el yonqui cuando observé sobrecogido que Jandrito tenía un miembro como un calcetín lleno de tierra y una lengua para pegar carteles de toros, ella resoplaba como una ballena jorobada en esos episodios de siete minutos sin repetir fonemas que dan la vuelta al mundo por las aguas oceánicas y él, al terminar, se limpió con el tapete de ganchillo que tenía el salpicadero debajo del muñeco de El Fary.

Ya es hombre mi Jandrito, pensé mientras decidía que hacer con el tapete.

Al día siguiente me propuse como su mentor y empecé a descubrirle el mundo.

- Escucha Pikolin, no debes desviar tus energías en las mujeres pues ellas sólo buscan tu celosamente guardada virtud. El hecho de que tengas un prepucio como la cabeza de un gato hace que te persigan toriondas como vacas en celo pues saben que podrías hacer bufar a una colipoterra multípara de Las Vegas, pero tu tienes una misión…¡El Pico!

- Ottia¡…yo picos me he metido un puñao maese Ferroviario…

- Lo sé pequeña bestezuela…escucha, yo he añadido a mi nombre el nombre de mi patria, Pikoil de Salchicharro, como los siete sabios de Grecia… Quilón de Esparta, Bías de Priene, Cleóbulo de Lindos, Periandro de Cor... ¿te suenan Jandrito?

- ¿Siete? mmm… ¿sabio?...si de Blancanieves, uno se llamaba mudito.

- Da gusto el placer que se experimenta al comprobar que los recursos estatales destinados a educación son acrisolados en eminencias como tu. Serás Jandrito de San Blas…¿Qué nombre tiene tu amada?... tu chorba.

- La Vane… de Bronxtoles.

- Estupendo, coge el dinero del vaso de café y vamos a celebrar tu nombramiento.

Fuimos a su casa a bebernos el Jack Daniel del padre porque las monedas sólo dieron para un paquete de Camel. Tras media botella le expuse mi plan de ser autosuficientes energéticamente, como hacía Ghandi con la ropa (Jandrito no había visto la película de Ghandi y por no saturarle las neuronas le dije que era como ET con gafas) para no depender de los ingleses, de modo que cultivaríamos nuestra propia palma en alfeizares, terrazas y armarios para conseguir biocombustible. De un salto felino abrí su armario y le empecé a arrancar toda la marihuana que criaba a sus pechos en tan exiguo espacio, él chillaba como un poseso con ojos enrojecidos de conejo con mixomatosis, le aticé con la obscena figurita de Lladró de una ninfómana frotándose en un tronco que había sobre la tele por ganar tiempo y, cuando Jandrito recuperó la conciencia yo había separado las raíces de los cepellones y estaba echando las nuevas semillas.

Desde aquel día Jandrito no volvió a ser el mismo, estaba triste, melancólico, taciturno. Me miraba rencoroso. Como un gato capado.

- La energía ni se crea ni se destruye Pikolin, sólo se transforma… por ejemplo con el metano de un pedo puedes encender una bombilla…

- Yo llevo un pedo sostenido desde que la mili se hacía con lanza (dijo Jandrito).

- Lo se, lo se… no me refiero a ese… lo tuyo es una ligadura de trompas en versión masculina porque enlazas una con otra sin tiempo para la resaca, me refiero a los gases que provocan las digestiones, en especial de alubias… cada frijolito es un tonito, dicen en Méjico. Ese vector energético también hay que aprovecharlo incluso, llámame quimérico si quieres , creo que con la capacidad de aspiración nasal tuya y de tus colegas curtida por años de adicción, podríais extraer bitumen de las arenas asfálticas con las pajitas del MacDonald ahorrando agua y reduciendo emisiones mientras pasáis unas alegres vacaciones en Alberta.

Me miró ausente, sin saber quien era Alberta, yo pase la mano por su lomo como acostumbra a hacer el resabiado pastor acomodado en el nudo de un rebollo con el costado de su fiel perro jadeante tras encerrar en el redil a sus ovejas diciéndole : “No llores mi porrero Boabdil por tu marihuana perdida que si te hubiese endiñado con el cenicero de alabastro a estas horas no sabrías ni liarte un canuto”.

Y de aqueste modo pasaban los días en Salchicharro mientras los ciudadanos dilapidaban los pírricos ahorros de Pikoil y Pikolin cogiendo el todoterreno para ir a comprar el pan, ignaros en su bendita inocencia, de que pronto iban a pasar más hambre que el gallo Morón que picaba los raíles del tren creyendo que eran fideos.