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El legado nuclear alemán

  • Jueves, 09 Junio 2011 @ 12:41 CEST
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La reciente decisión del gobierno alemán de prescindir de la energía nuclear ha causado un lógico revuelo. El lobby nuclear no ha tardado en lanzar proclamas apocalípticas sobre una futura Alemania castigada por los apagones y condenada a aumentar sus emisiones de CO2, mientras que los detractores de esta tecnología ponen la decisión del gobierno Merkel como un ejemplo de que si se quiere, se puede.

El desastre de Fukushima (que pese a haber desaparecido de los grandes titulares parece cada vez menos controlado y del que no hay que descartar un nuevo empeoramiento) ha puesto patas arriba el tan cacareado “renacimiento nuclear”, y el cambio de rumbo alemán ha convertido el viejo sueño ecologista de cerrar las nucleares en algo posible. Al menos en la muy sensible y “ordenada” Alemania (a pesar de que la crisis de la bacteria esquiva ha sacudido esta imagen de orden y eficiencia, en todas partes cuecen habas, se ve).

Pedro Prieto nos presenta para la ocasión un análisis de la situación de la energía nuclear en Alemania, así como de las posibilidades de sustitución, titulado “Alemania y su herencia nuclear” (fichero PDF, 258KB).

Del artículo destacamos algunos datos poco conocidos, como que Alemania tiene, ya hoy, más centrales nucleares cerradas (19) de las que hoy están en condiciones de funcionar (17), y que entre las abandonadas destaca la gran variedad de potencias y tecnologías. Este hecho demuestra los “palos de ciego” que ha ido dando la industria, en busca del “bueno, bonito y barato” que esta tecnología nunca ha conseguido, incluyendo el santo grial de los reactores regeneradores, que ni siquiera el pronuclear informe del MIT considera ya.

De los ocho reactores cerrados después de la crisis nuclear japonesa podemos prácticamente hablar de un adelanto del cierre, ya que estos cumplían su vida útil en solo seis años. Y de los ya cerrados se desprende que su cierre fue mucho más temprano (solo un promedio de 20 años en funcionamiento, algunos solo 3) de lo que la industria pretendía, que son 40 años con prórrogas esperadas pre-Fukushima de 60 años. Y qué decir del desmantelamiento, ¡eso sí que es una prórroga!, y además ya en régimen de "pozo energético" neto, pues cuando se cierra una central nuclear pasa a convertirse en un gasto energético de larga duración: de los 19 reactores cerrados solo 4 han concluido su desmantelamiento, llevando hasta 25 años la tarea.

Pedro sigue con un análisis de las posibilidades del mix eléctrico alemán después del cierre de las centrales. La cuestión es que Alemania deberá reducir su dependencia de los combustibles importados para la generación eléctrica del 50% a un 20-25%, proveniente principalmente del gas natural ruso (suerte que ahí tenemos al expresidente alemán Schroeder en el consejo de administración de Gazprom) y del Mar del Norte. El resto, carbón alemán y renovables.

En cuanto a las renovables, Alemania ya está a la cabeza en potencia instalada en electricidad fotovoltaica (10GW en 2010), aunque su factor de carga es ciertamente pobre, un 9,5%, que permitió generar en 6,4Twh en 2009. En cuanto a la eólica, su factor de carga tampoco es muy alto, un 17,6%. En ambos casos, por poner un ejemplo de la importancia de la idoneidad geográfica, España, pese a contar con una menor potencia instalada, genera más electricidad solar y eólica que Alemania.

Pedro concluye que el reto alemán es grande y que el esfuerzo por dar un paso así debe ser reconocido, dado que “es lo más atrevido que se ha visto en los países industrializados en materia energética en las últimas décadas”. Pero también que es posible que encierre un “plan B” encubierto, que no es otro que afrontar el descenso energético soltando lastre, en este caso nuclear, y mirando hacia otra parte en el tema de las emisiones de CO2.