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La teoría de Olduvai: El declive final es inminente

  • Miércoles, 14 Febrero 2007 @ 11:01 CET
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Informes Traemos a las páginas de Crisis Energética la traducción al castellano del último ensayo de Richard C. Duncan, titulado "La teoría de Olduvai: el declive final es inminente" (fichero PDF, 196KB), que ha aparecido recientemente, actualizando su famosa Teoría de Olduvai. El Dr. Duncan es un ingeniero del petróleo y director del Instituto de la Energía y el Hombre y ha llevado a cabo numerosos modelos sobre los recursos petrolíferos.

La teoría de Olduvai contiene a nuestro juicio unos estudios muy válidos sobre los posibles y previsibles desarrollos de la producción energética mundial, del crecimiento de población que le acompaña y como resultado, de la evolución del consumo de energía per capita. En esta actualización, aporta algún dato más y confirma, ya prácticamente a las puertas de 2007, que estamos sobre el cenit mundial de la producción de petróleo.

Es más que posible, que si no se encuentra sustituto al petróleo, algo que no se atisba por ningún lado, los desastres que se ciernen sobre el planeta y sobre los seres vivos que lo habitamos, entre ellos los humanos, sean terribles, como vaticina y hasta se atreve a pronosticar Duncan. Por ello, procedemos a publicar aquí su actualización como recordatorio del problema que tenemos encima los seres humanos, sin parangón en la historia conocida de la humanidad, en importancia y volumen, en el desconocido, hasta ahora, grado de irreversibilidad.

Sin embargo, Crisis Energética no quiere dejar pasar algún comentario que se ha filtrado en los puntos de vista de Duncan y muy posiblemente de los que con él han contribuido a elaborar este nuevo trabajo. Se trata de sus controvertidos comentarios sobre la población mundial y sus modelos de crecimiento. Si bien por una lado es evidente que no hay nada que objetar al principio de que al disponer de más energía, las poblaciones tienden a multiplicarse, sus conclusiones de que es la simple población la que agota los recursos (una obviedad directa, pero sin desglosar) y nos encamina al desastre, por ningún lado se hace mención a que es también, y sobre todo, la forma de vida de algunos sectores de la población humana. Son precisamente estos sectores privilegiados, por lo demás, muy minoritarios, y que Duncan ni siquiera menciona, en su visión plutocéntrica de estadounidense, los que junto con una aplicación intensiva y exhaustiva de la tecnología, en la búsqueda de una acumulación tan ilimitada como innecesaria de recursos y bienes (el capitalismo) están provocando la mayor destrucción de los recursos naturales del planeta.

El modelo de Duncan no entra a analizar qué sectores dentro de la población mundial son los que se están apropiando de la mayoría de los recursos. No investiga por qué apenas 1.000 millones de seres humanos, que son apenas el 15% de la población del planeta, son los que se están apropiando de más del 80% de los recursos del planeta, mientras el resto de los 5.500 millones apenas sobrevive con menos del 20% de los recursos planetarios.

Richard C. Duncan por un lado afirma, con una lógica abrumadora, que la población se ha multiplicado como consecuencia de la disponibilidad creciente de energía, hasta mucho más allá de lo que el planeta soportaría, si esa energía fósil llegase a agotarse. Hasta ahí, impecable. E incluso entra en la senda del análisis superficial del fenómeno de las migraciones masivas, consecuencia del diferencial de energía, ergo riqueza entre las zonas emisoras de emigrantes y las receptoras de inmigrantes.

Duncan elabora y desarrolla un concepto, que si bien no es en absoluto novedoso, es al menos interesante verlo ahora inserto en su teoría. Se trata del “principio de atractividad” (The Attractiveness Principle).

Según este principio, los inmigrantes se mueven fundamentalmente por ese diferencial que existe de riqueza y bienestar entre unos lugares y otros, algo que es de cajón. A esa diferencia la llama principio de atractividad.

Pero al llegar al magro capítulo de posibles soluciones (prácticamente da por supuesto que no las hay o que no dará tiempo a aplicarlas, cosa que puede ser desgraciadamente cierta), sin embargo, entra en terrenos muy resbaladizos y saca la patita racial y nacional de norteamericano satisfecho de su sistema.

Duncan no analiza si algunos países han podido llegar a estar degradados por expolios previos de los países o regiones dominantes, incluso durante siglos; y que ello haya podido crear ese tremendo diferencial que ahora fuerza las migraciones según su denominado “principio de atractividad”, que por cierto, aumenta a marchas forzadas, haciendo a los ricos cada vez menos en número y cada vez más ricos y a los pobres cada vez más y cada vez más empobrecidos.

Su única observación a ese fenómeno la ve como ciudadano privilegiado de país rico cuando comenta: "el principio de atractividad establece que seguirán entrando y estableciéndose en los EE. UU. cantidades ingentes de inmigrantes sin papeles, hasta que el nivel de vida medio de los EE. UU. caiga hasta el del resto del mundo o hasta que las leyes existentes en los EE. UU. se hagan cumplir".

Y aquí se olvida de que su país depreda recursos ajenos de forma salvaje y que gracias a eso dispone de una “atracción” considerable para los depredados y cae en la tentadora propuesta de “hacer cumplir las leyes de inmigración”; esto es, de cerrar las fronteras a cal y canto; por supuesto, solo para los flujos de seres humanos entrantes, no para el flujo de bienes que sigue depredando su país. Esta visión es posiblemente producto de la influencia de algunas de las personas que figuran en el capítulo de agradecimientos y con las que este editor de Crisis Energética ha mantenido debates intensos y desagradables por su condición de nacionalistas estrechos, que pretenden seguir con su nivel de 57,7 barriles de petróleo equivalente per capita, mientras el resto del mundo anda en los 9,8 bpe/capita. Y los que vengan detrás, que se sienten en el suelo.

Ante esta tesitura, Crisis Energética se quiere desmarcar de esta polarización nacionalista estadounidense, de este Santiago y cierra España norteamericano. Porque entiende que el problema es universal, no nacional. Y entiende que los mecanismos de apropiación de recursos son más complicados que lo que un cierre militar de fronteras puede resolver.

Y entiende que la población humana es un simple seguidor de la abundancia de recursos y sobre todo de la disponibilidad de energía, y que el modelo de vida y el sistema social capitalista es un agente causal de mucha mayor importancia en la depredación y el agotamiento de los recursos, entre ellos los energéticos, que el simple patrón geométrico del crecimiento poblacional, siempre supeditado al modo de vida elegido.

En definitiva, que el principio de atractividad es de una lógica aplastante, pero el estudio de las raíces no ha sido perfilado por Duncan con el suficiente cuidado. Incluso aunque él mismo reconoce que sin energía suficiente, ni siquiera los ejércitos propios podrían evitar esos flujos migratorios.

Quizá seamos muchos más de los que podemos ser en el planeta. Pero antes de descabalgar a nadie de él, deberían los más opulentos empezar por descabalgarse de sus modelos ultraconsumistas y ponerse en un nivel de suficiente falta de “atractividad” como para que los demás no tuvieran que migrar allá. Y si además se proponen cambiar de una vez un modelo de vida que cree que el crecimiento puede ser infinito y la acumulación de bienes también, a otro en que la principal preocupación del ser humano sea ser y no tener, pues miel sobre hojuelas. Aunque eso lo veo tan difícil como Duncan ve la posibilidad de que abordemos con éxito el cambio de rumbo ante el declive de la civilización industrial, antes de que nos arrase.

Pedro Prieto.
13 de febrero de 2007.